29 septiembre 2007

Santo Tomás y los poetas

Iba a preparar ahora una nota sobre la metáfora en las Escrituras (S.Th. 1 q.1 a.9) cuando he tropezado con esta afirmación: "hablar mediante comparaciones e imágenes es propio de la poesía, que es la más baja de todas las ciencias" [procedere per similitudines varias et repraesentationes, est proprium poeticae, quae est infima inter omnias doctrinas].

Es la opinión más común sobre la poesía: es una ciencia ínfima. ¿Por qué? Tomás de Aquino se adhiere aquí a las ideas académicas. Platón reconocía que "es ya antigua la discordia entre la filosofía y la poesía", y postulaba que "no han de admitirse en la ciudad más que los himnos a los dioses y los encomios a los héroes", porque de admitirse "la musa placentera en cantos o en poemas, reinarán en tu ciudad el placer y el dolor en vez de la ley y de aquel razonamiento que en cada caso parezca mejor a la comunidad" (República, X, 607a-b).

Con iguales razones se dolía San Agustín de la vanidad de las fábulas homéricas y virgilianas (Confesiones, I), en la que seguirán recayendo los escolares de todos los tiempos, como aquel hijo de hidalgo que "todo el día se le pasa en averiguar si dijo bien o mal Homero en tal verso de la Ilíada; si Marcial anduvo deshonesto o no en tal epigrama; si se han de entender de una manera o otra tales y tales versos de Virgilio..." (Quijote, II, 16).

Pero calificar de ínfima a la poesía confunde, no es peyorativo: ínfimo (superlativo de inferior) se dice de lo que, en una escala, ocupa la última posición y más baja. Hablar de lo que está arriba o abajo ya es emplear una metáfora (como cuando nos referimos a la clase alta y las clases bajas) que se puede invertir (y así decimos que nos zambullimos, ahondamos o profundizamos en el estudio de una ciencia). De este modo metafórico decimos que la poesía es ínfima porque, entre las ciencias, es la que más se aleja de la manifestación de la verdad [veritatis manifestatio], ocultándola por medio de la metáfora [per similitudines veritas occultatur].

Santo Tomás, al que la tradición atribuye la composición del himno Adoro te devote, defenderá sin embargo aquella poesía que, como quería Platón, da gloria a los dioses y los héroes. Pronto examinaremos los argumentos de esta interesante cuestión de la Summa (1 q.1 a.9), que dejamos pendiente.

21 septiembre 2007

Filosofía y teología

Antes de seguir con los temas del cuerpo y el alma, me ha parecido bien hacer una parada epistemológica en torno de los saberes sagrados y profanos, y así convenir los límites de nuestra discusión.

Después de un conciso prologus, modelo de pedagogía, Santo Tomás coloca en el mismo punto de partida de la Summa la pregunta de por qué es necesaria la teología [utrum sit necessarium, praeter philosophicas disciplinas, aliam doctrina haberi]. Es un texto tan breve, tan denso y tan sugerente, que ningún aprendiz de sabio debiera desconocerlo; puede leerse en latín o castellano en la página de la Fundación Balmesiana. Nosotros nos detendremos ahora en extraer alguna de sus ideas sobre el conocimiento racional, es decir el propio de la filosofía.

1. Dice el sabío judío Jesús Ben Sirá: "No ambiciones lo que es difícil para tí, no investigues lo que supera tus fuerzas. Pon tu atención en lo que se te manda, y no te preocupes por cosas misteriosas" (Eclo 3,21-22). Santo Tomás ha adoptado estas palabras como lema de la conducta filosófica: altiora te ne quaesieris. El filósofo ha de adoptar una actitud de humildad y parsimonia, evitando indagar aquello que excede de las posibilidades de su conocimiento [ea quae sunt altiora hominis cognitione]. Su primer deber es, por tanto, conocer los límites del conocimiento racional.

2. El conocimiento filosófico es una iluminación de la razón [lumen naturalis rationis], en tanto que la teología se ilumina por la revelación [luminae divinae revelationis]. La representación del saber como una luz que se recibe es la metáfora más bella y afortunada de la filosofía, y expresa intuiciones profundas sobre los procesos cognitivos. Platón decía de sus enseñanzas filosóficas: "No hay ni habrá nunca una obra mía que trate de estos temas; no se pueden, en efecto, precisar como se hace con otras ciencias, sino que después de una larga convivencia con el problema y después de haber intimado con él, de repente, como la luz que salta de la chispa, surge la verdad en el alma y crece ya espontáneamente" (Carta VII 341c). Lo que nos hace pensar que la verdad no se encuentra, sino que se descubre, y que el esfuerzo filosófico obedece a una característica profunda o propensión natural de nuestra mente a conocer la realidad de las cosas.

3. Por la sabiduría el hombre persigue la salvación [salus], conociendo el fin que debe guiar su conducta y reconociendo la verdad, que está en Dios. Pero la verdad excede de las posibilidades de la razón [comprehensionem rationis excedit], como dice el profeta Isaías: "Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios fuera de ti que hiciera tanto por el que espera en él" [Oculus non vidit, Deus, absque te, quae praeparasti exspectantibus te] (Is 64,4). Santo Tomás desconfía de que las disciplinas filosóficas por sí mismas, sin ser asistidas de la revelación divina, alcancen estas verdades suprarracionales: "Pues la verdad de Dios, pocos filósofos pueden ofrecerla al hombre indagándola con la razón, después de largo tiempo y confundida con multitud de falsedades" [Quia veritas de Deo, per rationem investigata, a paucis, et per longum tempus, et cum mixtione multorum errorum, homini proveniret]. Así pues Santo Tomás duda de que la filosofía por sí misma pueda socorrer nuestra condición de hombres arrojados a la naturaleza.

De lo que nos enseña el Doctor Angélico se desprende que hay una verdad que buscar, que es Dios. Así que concluiremos por hoy con una duda, y es si la filosofía misma, no asistida de la luz de la revelación divina, o llámese sabiduría, puede identificar sus propios fines o alguna verdad en absoluto.

Enlace a una entrevista al profesor holandés de filosofía, especialista en Santo Tomas, Rudi te Velde

19 septiembre 2007

La sabiduría del elefante

"El simbolismo de este animal tiene cierta complejidad y determinaciones secundarias de carácter mítico. En el sentido más amplio y universal, es un símbolo de la fuerza y de la potencia de la libido. En la tradición de la India, los elefantes son las cariátides del universo. En las procesiones, son la montura de los reyes. Es muy interesante que, por su forma redondeada y su color gris blanquecino, se consideran símbolo de las nubes. Por los cauces del pensamiento mágico, de esto se sigue la creencia en que el elefante puede producir nubes y de ahí la mítica suposición de la existencia de elefantes alados. La línea elefante, cima de monte, nube, establece un eje del universo. Probable derivación de estos conceptos de clara impronta primitiva, el uso del elefante en la Edad Media como emblema de la sabiduría, de la templanza, de la eternidad e incluso de la piedad."

Juan Eduardo Cirlot,
Diccionario de símbolos, "Elefante"

17 septiembre 2007

Pensar en elefantes

Quodammodo animam esse omnia, en cierto modo el alma es todas las cosas (Aristóteles, De anima 431b): por los sentidos las cosas sensibles, y por el intelecto las inteligibles (S.Th. 1 q.84 a.2). Así expresaron con breve fórmula, Aristóteles y Tomás, la admiración de que nuestra mente pueda representarse la realidad material e inmaterial.

Dice Santo Tomás que es manifiesto que el hombre puede conocer la naturaleza física [homo per intellectum cognoscere potest naturas omnium corporum] (1 q.75 a.2). A partir de esta evidencia para todos, discurre qué puede ser la mente para tener esa formidable facultad de captar el entorno físico, hasta alcanzar virtualmente las fronteras del universo. Y se pregunta: ¿el alma es algo? [utrum sit aliquid subsistens].

Interrogarse por la substancia del alma es una manera de categorizar lo que hoy conocemos como el problema mente-cerebro (the mind-body problem). ¿Son cosas distintas e irreductibles, la mente y el cerebro? ¿O bien la mente es función de las neuronas?

Santo Tomás es dualista: nuestro cuerpo y nuestra mente son dos cosas distintas. Cada una es “algo” [hoc aliquid] en el conjunto de la figura humana, del mismo modo que la mano es una parte del cuerpo distinta del pie.

No se ponen de acuerdo los filósofos sobre lo que sea la mente. Hay quienes la reducen a la materialidad del cerebro, igual que la digestión se reduce a una función del estómago, o el caminar a una función del aparato locomotor. Otros discurren que la mente obedece a leyes distintas a las de la materia, por más que el cuerpo y la mente pertenezcan al mismo mundo natural.

Sea lo que sea, Santo Tomás tiene mucho que decir en esta discusión. Tan sólo objetaríamos que las propiedades que singularizan a la mente, y que a Tomás sirven para categorizarla como una substancia distinta de las cosas materiales, no debieran deducirse de su capacidad de fabricar una imagen mental (incluso de un objeto tan descomunal como un elefante), porque hoy la ciencia investiga con éxito el correlato neuronal de esas imágenes. Santo Tomás desconocía que la intelección sí tiene un sustrato físico, aunque no se confunda con éste.

Una visión humorística del asunto: Pío Moa: Aún nos falta para llegar a primates

15 septiembre 2007

Noticia de libros, 1

Para mitigar los negros presagios sobre el derrotero político y económico del país, mejor hablar de asuntos gozosos. Esta mañana me he pasado por la librería San Pablo, de la calle Sierpes. Llevaba en la cartera algunas ideas: un libro piadoso de un dominico inglés, de nombre Timothy; otro de un teólogo protestante alemán, de nombre Jürgen... y acabé encontrando dos libros nuevos, de otro dominico, y de otro teólogo protestante, anglicano. Ha aparecido una nueva edición bilingüe, a dos columnas, de la Suma contra los gentiles de Santo Tomás de Aquino, con introducciones del profesor de Barcelona Eudaldo Forment. Noticia de primer orden, porque esta Suma no se reeditaba entre nosotros desde hace unos cuarenta años. También acaba de aparecer la traducción castellana de La fe de un físico (1994), de John Polkinghorne, sobre la que tal vez debiera reservar algún comentario futuro.

12 septiembre 2007

Ratatouille


No olvido que aún tenemos pendiente una quaestio disputata... A modo de distensión, os quiero contar mis impresiones de una película que me ha fascinado, y que he disfrutado como un enano, Ratatouille. El protagonista es la rata Rémy (ahí lo tenéis en la foto de arriba, entre cacharros, preparando una receta de cocina).

Andaba yo caviloso con este asunto de la inmortalidad del alma, y mientras veía la película iba cayendo en la cuenta de los numerosos guiños filosóficos que contiene. Está muy bien pensada, muy bien contada. Rémy no es una rata cualquiera. Le disgusta robar y roer basuras, como hacen su hermano y las demás ratas de su colonia. Rémy es un gourmet que paladea los manjares que se procura a hurtadillas de la cocina de la casa. Diríamos: tiene en su naturaleza un principio que aspira a una vida superior a la de simple rata.

En la película hay también un ángel tutelar, y una terrible escena en que el padre de Rémy le enseña el destino mortal de todas las ratas. Se reflexiona también sobre los imposibles lazos de amistad entre ratas y humanos, que Rémy supera con decisión (la caridad todo lo puede). Todavía podrá verse en la película una metáfora sobre la mente como piloto que gobierna la nave del cuerpo...

Ratatouille tiene todos los adobos de una gran película: un viaje iniciático, una historia de aprendizaje, intrigas, rivalidades, persecuciones y carreras, amistad, romance, enseñanzas sobre el valor de la lealtad y la confianza... ¿Qué más queréis que os diga? Pues que vayáis a verla y la disfrutéis...

10 septiembre 2007

The ghost in the machine

...Y ahora debemos descalzarnos para entrar en el santuario de la sabiduría tomista... El tratado De natura ipsius hominis se extiende a lo largo de las quaestiones 75-89 de la primera parte de la Summa Theologiae. En la introducción nos avisa Santo Tomás que "el teólogo considera la naturaleza del hombre por la parte del alma"; cautela importante, porque en todo lo demás los hombres no nos distinguimos mayormente del resto de los objetos del universo. Así que vayamos a la pregunta: ¿qué es alma [anima], eso que nos distingue a los hombres de las cosas y de los brutos? ¿Qué entiende Stº Tomás de Aquino por alma?

El alma, según Tomás, es el primum principium vitae, que se manifiesta en el movimiento [motus] y el conocimiento [cognitio] (1 q.75 a.1). El alma es la vida de los seres animados [animatae], es decir las cosas que decimos que viven: un león, un asno, un hombre. Y lo que distingue el alma del hombre de la de los restantes brutos es que conoce, y por eso se le llama inteligencia [intellectus] o mente [mens] (1 q.75 a.2).

Pasemos por alto la taxonomía tomista, tributaria del estado de la ciencia de su época. Porque no falta hoy quien sostenga que cualquier objeto del cosmos, p.ej. un electrón, o un virus, tiene vida y mente propia en sentido análogo, como protovida o protomente. Si atendemos al alma humana, que se manifiesta en el movimiento vital y en la capacidad mental de conocer, ¿no es acaso sino la vida que estudian los biólogos, o la mente de los psicólogos?

Cuando oímos la palabra alma, nos figuramos imaginativamente una especie de geniecillo, vapor invisible o espectro que habitaría misteriosamente en nuestro interior, como el fantasma de una máquina, the ghost in the machine; y resulta que el alma no sería más que los fenómenos biológicos y psíquicos evidentes para todos.

Claro que quisiéramos pensar que el alma tomista es más que eso, un principio "metafísico", allende la naturaleza y espiritual. Pero las razones del Doctor Angélico, contaminadas con la física aristotélica, no nos ayudan a progresar en una representación más teológica, y menos fisicalista, del alma humana.

Concedamos que los fenómenos vitales y mentales permanezcan últimamente inexplicados, porque no podemos elevarnos a una atalaya que nos ayude a comprenderlos panorámicamente, como quería Ramon Llull. Pero eso no le resta su dimensión inmanente, intracósmica, inapta para trascender la mortalidad y la corruptibilidad natural.

Aún habremos de discutir de la subsistencia e incorruptibilidad del alma, tal como nos las explica Santo Tomás.

09 septiembre 2007

El alma separada

"Inquiere también el entendimiento si el alma separada del cuerpo recupera en el día del juicio el mismo cuerpo que tuvo primero. Y entonces asciende a la Divina Justicia, Grandeza y Verdad, con las cuales contempla en Dios un grande, verdadero y justo juzgar; y después desciende a la vista, que ve que cada hombre opera según su libre albedrío, bien o mal; en lo que conoce que el alma recupera el mismo cuerpo, para que el mismo hombre sea remunerado del bien o castigado del mal que haya hecho; porque si no recuperase el mismo cuerpo, la Justicia de Dios no tendría en él tan grande y verdadero acto, respecto de que si juzgaba el alma y no el cuerpo, juzgaría la parte y no el todo."

Ramon Llull, De ascensu et descensu intellectus (1304).

Página de la Universidad de Barcelona:
Centre de Documentació Ramon Llull

07 septiembre 2007

Doctrina de la Fe sobre escatología

La Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal croata Franjo Seper, emitió el 17 de mayo de 1979 una carta sur quelques questions concernant l'eschatologie (puede consultarse en castellano en este enlace de la Universidad de Navarra). El texto que voy a copiar, tomado de esa carta, puede servir de contraste con las ideas escatológicas del profesor Joseph Ratzinger, que acabamos de ver en la anterior nota. Ratzinger es también autor de un tratado de escatología (1977), firmado antes de su ordenación episcopal, y que en su traducción castellana se encuentra hoy agotado. No parece ofrecer el mismo interés para la "fiebre ratzingeriana" del momento.

"La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo «yo» humano. Para designar este elemento, la Iglesia emplea la palabra «alma», consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y de la tradición. Aunque ella no ignora que este término tiene en la Biblia diversas acepciones, opina, sin embargo, que no se da razón alguna válida para rechazarlo, y considera al mismo tiempo que un término verbal es absolutamente indispensable para sostener la fe de los cristianos (...)

"En lo que concierne a la condición del hombre después de la muerte, hay que temer de modo particular el peligro de representaciones imaginativas y arbitrarias, pues sus excesos forman parte importante de las dificultades que a menudo encuentra la fe cristiana. Sin embargo, las imágenes usadas por la Sagrada Escritura merecen respeto. Es necesario comprender el significado profundo de las mismas, evitando el peligro de atenuarlas demasiado, ya que ello equivale muchas veces a vaciar de su contenido las realidades que aquéllas representan.

"Ni la Sagrada Escritura ni los teólogos nos dan la luz suficiente para una adecuada descripción de la vida futura después de la muerte. El cristiano debe mantener firmemente estos dos puntos esenciales: debe creer, por una parte, en la continuidad fundamental existente, en virtud del Espíritu Santo, entre la vida presente en Cristo y la vida futura -en efecto la caridad es la ley del reino de Dios y por nuestra misma caridad en la tierra se medirá nuestra participación en la gloria divina en el cielo-; pero, por otra parte, el cristiano debe ser consciente de la ruptura radical que hay entre la vida presente y la futura, ya que la economía de la fe es sustituida por la de la plena luz: nosotros estaremos con Cristo y «veremos a Dios» (cfr. 1 Jn.3, 2); promesa y misterio admirables en los que consiste esencialmente nuestra esperanza. Si la imaginación no puede llegar allí el corazón llega instintiva y profundamente."

06 septiembre 2007

Ratzinger en Tubinga

Antes de proseguir con el examen y crítica de las ideas de Pedro Laín Entralgo sobre la resurrección, me parece conveniente hacer un repaso de lo que han dicho algunos doctores sobre el tema, sin pretender hacer de este blog una suerte de cátedra teológica. Pero el asunto nos interesa máximamente, porque nacimiento y muerte son las dos experiencias que compartimos todos los que hemos venido a esta tierra. Los párrafos que copio están tomadas de las célebres conferencias que impartió el profesor Joseph Ratzinger en Tubinga, en el verano de 1967, "a los oyentes de todas las facultades". Basta leer pocas líneas para apreciar que estamos frente a un gran teólogo de nuestro tiempo, hoy felizmente Papa Benedicto XVI:

“¿Qué es pues lo que la Biblia quiere decir, qué es lo que pretende anunciar al hombre cuando habla cifradamente de la resurrección de los muertos? Creo que la mejor forma de entender esta particularidad es contraponerla a la concepción dualista de la filosofía antigua:

“1. La idea de la inmortalidad que la Biblia expresa con la palabra resurrección significa que la “persona”, que la figura indivisa del hombre es inmortal. Mientras que para los griegos la típica esencia hombre es un producto perecedero que no subsiste como tal, sino que el cuerpo y el alma van por caminos distintos según su respectiva índole, para la fe bíblica es la esencia del hombre la que, aunque cambia, subsiste como tal.

“2. Se trata de una inmortalidad “dialógica” (resurrección), es decir, la inmortalidad no es la consecuencia natural de la conciencia de que lo indivisible no-puede-morir, sino del acto salvador del que ama y tiene poder para hacerlo: el hombre, pues, no puede perecer totalmente porque Dios lo conoce y lo ama (…)

“Las reflexiones anteriores han querido aclarar de algún modo cuál es el contenido del anuncio bíblico de la resurrección. No consiste esencialmente, desde luego, en devolver los cuerpos a las almas tras un largo periodo intermedio (…)

“Lo que un lenguaje sustancialista llamamos “tener un alma”, lo podemos expresar con palabras más históricas y actuales diciendo “ser interlocutor de Dios”. Con esto no decimos que la terminología del alma es falsa, como a veces afirma un biblicismo unilateral y acrítico, porque en cierto modo es necesario para expresar la totalidad de lo que se trata. Pero precisa que se le complete, si no queremos caer en una concepción dualista que no hace justicia a la intuición dialógica y personal de la Biblia”.

Joseph Ratzinger, Introducción al Cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico (1968, 2000)

03 septiembre 2007

La resurrección según Laín Entralgo

“¿Cuál será la realidad del alma separada? ¿Cuál la del cuerpo glorioso? Páginas atrás recordé lo que para responder a esas dos preguntas dijo Santo Tomás de Aquino. Ante ese alarde de osadía imaginativa y de ingenuidad intelectual, es bien comprensible que en la teología cristiana más reciente haya surgido la tesis de la “muerte total” del hombre –el hombre muere todo y del todo-, y que sus protagonistas, admitiendo, cómo no, la creencia en la acción resurrectora de la omnipotencia divina y respetando su insondable misterioridad, hayan pensado que el tránsito de la vida terrenal de una persona a la vida perdurable acontece de un modo no imaginable en el momento de morir.

"Pienso que la idea del hombre propuesta en este libro es admisible cualquiera que sea la actitud –religiosa, atea o agnóstica- ante las preguntas últimas sobre el destino de la vida humana. Y si el opinante es cristiano, sin reserva podrá aceptar como tal cristiano lo esencial de ella: por una parte, la atribución de un carácter radicalmente enigmático a la realidad del hombre; por otra, la visión de esta realidad como un particular dinamismo estructurado, a la vez maravilloso y terrible, en la evolución del global dinamismo cósmico. Mediante ella, creo yo, pueden ser entendidos más actual y más razonablemente que mediante los artificios mentales del hilemorfismo tradicional los tres asertos más medularmente cristianos acerca del hombre: que es imagen y semejanza de Dios (no porque en su realidad haya un “espíritu inmortal”, sino porque en su libertad y su inteligencia finitas puede seguir el camino de la verdad, el bien y el amor), que su vida no acaba con su muerte (porque ha sido creado para una vida perdurable) y que el misterioso tránsito de la vida terrenal a la vida transmortal es una resurrección de todo él (porque científica y filosóficamente no parece admisible la existencia de un “alma separada”)."

Pedro Laín Entralgo, Idea del hombre (1996)


Enlace: Premio Príncipe de Asturias 1989

01 septiembre 2007

La tierra de nuestros sueños

DREAMLAND

There's a land that I have heard about
So far across the sea
To have you all, my dreamland
Would be like heaven to me.

We'll get our breakfast from the tree
We'll get our honey from the bees
We'll take a ride on the waterfalls
And all the glories, we'll have them all.

And we'll live together on that dreamland
And have so much fun.
Oh, what a time that will be
Oh yes, we'll wait, wait, wait and see.

We'll count the stars up in the sky...
...And surely we'll never die.


Bob Marley & The Wailers (1970)