19 julio 2009

Espíritu de la letra


Los camioneros dicen cuando los acusan de conducir muy rápido: si corro yo, más corren las letras. Éso me lo contaba uno, hace más años de los que quisiera, y no sé si las multas de tráfico han logrado ya que corran menos. Pero bueno, no quería yo hablar de camiones ni de la velocidad en carretera, sino de las letras, las letras de cambio, los papeles ésos que quien más quien menos ha firmado para comprarse un coche o un piso.

Uno de mis maestros en derecho civil, Manuel de Cossío, hijo del legendario catedrático Alfonso de Cossío, nos explicaba que los dos temas más difíciles de la carrera son la hipoteca y la letra de cambio. Habrá quien se haga cruces de que un documento tan corriente como una letra, que no digo que sepan rellenar hasta los niños, pero que quien está en el mundo entiende bien lo que significa (si la firmas, la pagas), los sabios y maestros digan que es asunto dificultoso, y así puede que sea, porque los jóvenes que se adiestran en las escuelas de comercio, en lo primero que se aplican es en rellenar la plantilla de una letra. Y lo mismo la hipoteca, porque el hipotecado está al cabo de la calle de que si no paga, el banco le quita el piso, aunque sea más complicado comprender los vericuetos de los registros.

Fácil parece firmar una letra en la notaría, o en el banco, aunque cuando se observa la cantidad de gente que trata de estos negocios, se empieza a ver claro su oscuridad. La venta de una moto es pan comido, porque se trata entre amigos (yo te vendo la moto, tú me la pagas). Pero en las letras, el número de firmantes puede ser amplio, indefinido. El papel no explica quién tiene que ver con quién, y el que acepta la letra desconoce a quién habrá de terminar por pagar. Se dice que la letra es un negocio abstracto porque, siendo certísima la deuda, no explica por qué se debe (pero los firmantes lo saben), y así las letras se emplean también en tratos nada limpios (como las deudas de juego), que se enmascaran bajo la inocente forma escrita de la letra. Es un documento en que más valen las apariencias que la realidad, del mismo modo que en los negocios se valora mucho la imagen, la fama y el prestigio, aunque sólo sea un bluf.

No conozco descripción más sencilla y elegante de la letra, y al tiempo didáctica, que la que encontré en el celebrado Curso de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues. Dice así, en las "nociones previas" del capítulo XX: "En esencia, la letra de cambio es una carta con unos requisitos formales que ya veremos. Esta carta (la letra de cambio) la expide y firma una persona denominada librador. Se le llama así porque libra o expide la letra de cambio. Esa carta (la letra) va dirigida a otra persona, llamada librado, al que se pide -ese es el contenido de la letra- que pague una cantidad determinada de dinero a una tercera persona, el tomador de la letra...".

Ahora que este verano estoy releyendo las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, he encontrado una prodigiosa descripción de lo que es el trato de una letra de cambio. Se encuentra en la novela de La española inglesa. No me admira tanto la maestría del buen Cervantes en explicarnos gratis et amore cómo y por qué se expide una de estas letras, cartas o cédulas, lo que conocía muy bien de tantos negocios en que intervino en su asendereada vida, sino el acierto con que lo trae e incrusta en el hilo del relato, de manera que el lector no lo encuentra postizo sino muy a cuento. Y aquí copio el párrafito, como testimonio mío admirado del arte cervantino:

"La reina llamó a un mercader rico, que habitaba en Londres y era francés, el cual tenía correspondencia en Francia, Italia y España, al cual entregó los diez mil escudos, y le pidió cédulas para que se los entregasen al padre de Isabela en Sevilla o en otra plaza de España. El mercader, descontados sus intereses y ganancias, dijo a la reina que las daría ciertas y seguras para Sevilla, sobre otro mercader francés, su correspondiente, en esta forma: que él escribiría a París para que allí se hiciesen las cédulas por otro correspondiente suyo, a causa que rezasen las fechas de Francia y no de Inglaterra, por el contrabando de la comunicación de los dos reinos, y que bastaba llevar una letra de aviso suya sin fecha, con sus contraseñas, para que luego diese el dinero el mercader de Sevilla, que ya estaría avisado del de París."

Para que luego digan que la literatura no sirve para nada. Leyendo a Cervantes también se aprenden muchas cosas, sentado en tu habitación sin necesidad de asomarte a las inclemencias del mundo.

6 comentarios:

  1. Joaquín, eres un geniao: Cossío, la letra, cervantes y Garriges.

    Es genial.

    Y todo acaba en Cervantes, siempre.

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  2. Derecho, historia, literatura y vida, en una breve reseña.

    Muy interesante, sí señor.

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  3. Gracias, amigos, sois muy generosos. Tomo vuestras palabras como un estímulo para continuar... ¡Viva Cervantes!

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  4. Siempre me asombra lo que recuerdas de los años de Facultad, así que supongo que de alguna manera u otra habrás seguido ejerciendo.
    Servidor lo único que no ha conseguiido olvidar es la definición de Acto Administrativo de García de Enterria (por cierto de la R. Academia, que puede que sea ese el motivo).

    Cuando te decidas salir de casa, pásate por Santa Paula, por si siguen en el barrio los padres de Isabela.

    .

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  5. Alfaraz, el "García de Enterría" fue uno de mis estudios predilectos de la carrera. A ver si cuento alguna anécdota "administrativista". Este profesor tiene un artículo, dedicado a la madrileña "plaza de la Memoria Vinculante", que no tiene desperdicio.

    En cuanto a Santa Paula, permanece atento a la pantalla...

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