24 julio 2010

Lex iniusta non est lex

"El cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, ha comentado hoy en Ávila que un gobernante "tiene que aplicar la ley" y si no lo hace "tendrá que renunciar a su cargo", en referencia a las reticencias iniciales de algunos presidentes autonómicos respecto a la aplicación de la Ley del Aborto (...) Al ser preguntado si entiende la postura de algunos presidentes regionales que en un principio se mostraron reticentes a aplicar la nueva Ley del Aborto, el cardenal ha aludido a las "responsabilidades morales y éticas que tiene un gobernante en relación con la ley vigente". "En un sistema jurídico como el nuestro, -el gobernante- tiene que aplicarla -la ley- y si no la aplica tendrá que renunciar a su cargo", ha argumentado, antes de añadir que "después hay que aplicarlo a situaciones concretas". Tras insistir en que un gobernante "en una democracia tiene la obligación de cumplir la ley" porque "no está por encima" de ella, Antonio María Rouco Varela ha puntualizado al respecto que "otra cosa es lo que hace con su conciencia ante una ley que es injusta". "Eso ya es un problema que habría que ver en cada caso cómo se resuelve" [Ávila Red].

Estas declaraciones del cardenal Rouco, hechas por el jurista, no el teólogo, han provocado una escandalera entre los sectores más ultramontanos de la iglesia española. Pero Rouco tiene razón, y tan sólo se le entiende mal porque sus palabras han sido extraídas del contexto en que las ha pronunciado (el académico) y se han expuesto al escrutinio de los legos y el vulgo, mal preparados para discernirlas.

Pocas cosas están inmunes a la opinión y los pareceres particulares. Este asunto de la obediencia al derecho, o peor, al derecho injusto (¿según quién?), no es una discusión de moda, sino que se debate, de modo ejemplar, desde el juicio, condena y muerte de Sócrates y de tantos otros inocentes que le han seguido (Thomas More y Dietrich Bonhoeffer son dignos de recordación). Hacer bien por mal es uno de los grandes temas que se discuten en el diálogo Gorgias, que todos los políticos del mundo debieran estudiar con los codos hincados en la mesa.

La obediencia a la ley no es un tópico más del derecho, sino que es su auténtico meollo. Si el derecho no se obedece... apaga y vámonos, diría (digo yo) el cardenal Rouco. Sobre el asunto han opinado ya todos los grandes juristas, filósofos y politólogos de los que se tiene noticia escrita. No se puede improvisar, ni comentar a la ligera. Uno debutó en la carrera con la ley del divorcio (la "ley de Fernández Ordóñez" de 1981) y tuvo ocasión de escuchar en la facultad la desazón que provocaba en algunos jueces consentir la disolución de matrimonios indisolubles. Se contaba en el aula la anécdota de aquel juez sevillano, católico a machamartillo, que en los considerandos de una sentencia, en una temprana causa de divorcio, decía: "Como hijo fiel de la iglesia católica, debo proclamar que el matrimonio es por naturaleza indisoluble según la ley de Dios... pero mi condición de magistrado juez me compele a declarar el matrimonio de los demandantes disuelto en aplicación del vigente código civil...".

En nuestros días, en España, es un caso ejemplar el que se llama del "Juez Calamita", inhabilitado por obstruir la aplicación de la ley, motivado al parecer en conciencia [El País]. Cuando el juez o funcionario se encuentra con un conflicto irresoluble entre la aplicación del derecho y su conciencia, los juristas pensamos que no le queda otra que renunciar al cargo, o al menos trasladarse a una posición menos expuesta (moverse de especialidad del derecho de familia a, por ejemplo, el derecho mercantil, le he oído decir a una profesora de la facultad, aunque tampoco el mercantil sea manco en asuntos de conciencia...). Si en conciencia no estás conforme con las leyes, no te metas a legislador o juez (y si eres pirómano... no te metas a bombero).

En alguna ocasión he estudiado el tema de la obediencia al derecho en el texto de una autoridad, el jurista español José Castán Tobeñas, en una serie de artículos publicados en 1944 (júzguese lo muy decantado del asunto) y reunidos en el magnífico libro Teoría de la aplicación e investigación del derecho (Madrid, ed. Reus, 1947, reed. 2005), que me parece de lo mejor que hoy puede leer y estudiar un jurista con mayúsculas en lengua española. Nuestro tema se expone en el epígrafe sobre "la función correctora en el ámbito de la investigación (ultrainterpretativa) del Derecho", al que remito al interesado (páginas 286-300), donde leemos:

"Si bien, de un lado, es ciertísimo, dentro de la concepción jurídica tradicional entre nosotros, que la ley injusta no es derecho, no es menos cierto, de otro, que en muchos casos deberá ser cumplida como si fuera derecho. Las exigencias de la justicia han de ser ponderadas, a través del más profundo sentido de responsabilidad histórica, con las exigencias de la seguridad. La teoría de la ley injusta no puede convertirse en instrumento de anarquía. Las leyes contrarias al bien común pueden seguir obligando, según reconoce la doctrina tomista, por razón del escándalo o del desorden que el incumplimiento de las mismas pudiera originar".

El cardenal Rouco, que puede parecer antipático por otros conceptos, está reconocido como un excelente y fino jurista. En esta ocasión lo ha demostrado, aunque debo lamentar que también haya dejado a la vergüenza pública, a la vista de todos, las muchas miserias del arte y ciencia del derecho. ¡Tengas pleitos y los ganes! En reconocimiento, muestro al cardenal en una imagen suya, en ademán tribunicio, con el típico gesto del orator clásico.

Otras opiniones: José Ignacio Calleja: "A ver si nos aclaramos, señor cardenal" [enlace]: "Ya entiendo lo que pasa. Una cosa es hablar para profesores y políticos, y otra para el pueblo llano. A aquéllos, las diferencias entre ley positiva, ley natural, y fe en el Dios de la Vida; a éstos, el fundamentalismo moral, para evitar problemas y dudas."

Y en este Majao: "Adversus Camino" [enlace].

23 julio 2010

American tune



We come on the ship they call the Mayflower
We come on the ship that sailed the moon
We come in the age's most uncertain hours
and sing an American tune
Oh, and it's alright, it's all right, it's all right
You can't be forever blessed
Still, tomorrow's going to be another working day
And I'm trying to get some rest
That's all I'm trying to get some rest

13 julio 2010

Soneto a don Quijote

AMADÍS DE GAULA
A DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Tú, que imitaste la llorosa vida
que tuve, ausente y desdeñado, sobre
el gran ribazo de la Peña Pobre.
De alegre a penitencia reducida;

tú, a quien los ojos dieron la bebida
de abundante licor, aunque salobre;
y alzándote la plata, estaño y cobre,
te dio la tierra en tierra la comida;

vive seguro de que eternamente
(en tanto al menos que en la cuarta esfera,
sus cabellos aguije el bello Apolo)

Tendrás claro renombre de valiente;
tu patria será en todas la primera,
tu sabio autor al mundo único y solo.

[Cervantes Virtual].

11 julio 2010

08 julio 2010

El juez Serrano


El juez de familia de Sevilla, Francisco Serrano, sometido a investigación del Consejo General del Poder Judicial, es sin duda uno de los grandes jueces de este país. No por razones ideológicas, por más que se empeñen sus detractores, sino por su elevado concepto de la misión del juez. Impartir justicia es algo más, mucho más, que administrar las decisiones de derecho: es someter a crítica diaria los hechos y las normas, y ser capaz de inspirar seguramente la innovación del derecho (que no es más que el derecho sirva sin pausa a la realidad de su tiempo). También es un gran juez por su coraje al enfrentarse a los poderosos (el poder aparece más como una atmósfera mental, más que como fuerza bruta) y su vigilancia de los prejuicios ("lo políticamente correcto"), porque el prejuicio es el enemigo del juez imparcial.

Reproduzco aquí parte de un artículo del profesor de la hispalense Francisco Contreras publicado hoy en el Abc (los tres, el juez Serrano, el profesor Contreras, y un humilde servidor, que somos de la misma quinta, compartimos bancas en la facultad, a ver si se me ha pegado algo del mérito de los compañeros):

"Serrano se había convertido en bestia negra de la prensa de izquierdas y las organizaciones feministas (la Federación de Mujeres Progresistas ya pidió hace meses que se le expedientara «por su ideología» [SIC], no por el asunto de la Asociación) desde que proclamó un secreto a voces: que la Ley contra la Violencia de Género (2004) ha dado lugar a innumerables abusos: denuncias falsas (sólo un 6.57% de las 480.660 interpuestas en los tres primeros años de vigencia de la Ley culminaron en sentencia condenatoria); recurso habitual a las acusaciones de maltrato en los procesos de separación… Pero es que Serrano no se limita a la fenomenología judicial, sino que profundiza hasta las raíces político-ideológicas: «hay un feminismo del resentimiento y del oportunismo que lucha por una nueva era de discriminación por razón de sexo basada en la ideología de género»; «más de 130.000 personas viven hoy en España de la llamada política de género».

Francisco Contreras: "Las verdades del juez Serrano" [Abc].

06 julio 2010

Ésa es la iglesia de Rouco


Cuando algunos hablan de la iglesia de Rouco (por el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela), no se está sugiriendo que Rouco sea el dueño de la Iglesia, sino que parece haber imprimido a la vida pública de la iglesia española un estilo odioso. Para no irme por los cerros de Úbeda, contaré una anécdota instructiva. El verano pasado se me ocurrió recorrer media Italia a cuatro ruedas, lo que he contado en el blog [Roma]. La última mañana en Roma, paseaba distraído por la plaza de San Pedro, cuando vi que pasaba a mi lado un personaje bajito, de negro, con alzacuello, que se dirigía flechado a las oficinas vaticanas. Al volverme, reconocí al personaje, un clérigo notorio, y sin pensármelo le saludé, y estuvimos charlando un rato, sin cortarnos un pelo, sobre la política española. Ese cura, aún en activo, tiene fama de afable y simpático, y es tan diplomático que accedía de buena gana a conversar con el primer extraño que, como yo, le abordaba en San Pedro, nada menos. En aquellos días, la noticia curial era el cese del nuncio en España, monseñor Monteiro de Castro. El cura aquél y yo nos rasgábamos las vestiduras de que se le hubiese acusado de masón, y lo que era más grave, desde la emisora de radio que patrocina la Conferencia Episcopal Española. Todo eso ya es historia [El Confidencial], bien conocida en la Secretaría de Estado de la Santa Sede.

Hoy es noticia no sé qué denuncia que ha presentado en la nunciatura una anciana religiosa exclaustrada, acusando al cardenal Rouco y otros prelados españoles de vete a saber qué abusos [El País]. A mí esto me parece algo de la España cañí, porque no es de esperar que la acción tenga mucho recorrido. Cosas que cuenta son sabidas, como que la información religiosa en España se la han adueñado camorristas, y todo son broncas entre carcas y progres. Estos son los frutos de la iglesia de Rouco. Sin embargo, tampoco es como para hacer mofa y befa de los denunciantes, como hace el Padre Fortea [blog], ese cura que da susto. Y pues soy amigo de contar historietas y chascarrillos, me voy a explicar contando una última anécdota.

Hace unas semanas, en ocasión que no viene a cuento, estuve escuchando a un dominico, chapado a la antigua (sólo le faltaba vestir el hábito negro), que hablaba de los medios de información de los que hace uso la Iglesia. Recibe de buen grado (eran sus palabras) las quejas incluso del más humilde monaguillo, todo sea por estar al tanto de lo que pasa hasta en la más remota parroquia rural. Esa denuncia de la que hoy se habla tal vez no tenga efecto disciplinario alguno, pero surtirá de información útil a los curiales vaticanos de lo que se cuece en la iglesia española. Con razón el nuncio acusa recibo diciendo: "he tomado atenta nota de sus informaciones". En cualquier caso, nada que no se supiese ya. El cardenal Rouco está adornado de buenas prendas, pero no es diestro en el toreo al natural, con la mano izquierda. Algunos piensan que no es el pastor amable que la iglesia española necesita en estos tiempos de tribulación.