12 octubre 2011

Gregorio Marañón y la pobreza


Una destacada novedad libresca de este otoño en España no sucede en las librerías, sino en los quioscos. La editorial Planeta DeAgostini ha tenido el acierto de lanzar una serie escogida de ensayos de "Grandes Pensadores Españoles" [ver], muy cuidada y elegante (en tela y buen papel), a precio asequible, al menos de momento. Apenas por 4 euros nos hicimos con una dignísima edición, merecida, del unamunesco Sentimiento trágico de la vida, y ahora, ya por 6 euros (en escalada comercial aún aceptable), nos hemos hecho con otra, en un volumen, de Raíz y decoro de España (1933) y los Ensayos liberales (1946) de Gregorio Marañón.

Entretenido con el libro de Marañón, me he ido derecho a uno de sus ensayos, "Elogio de la sabiduría", que es una meditación de la vida del biólogo Louis Pasteur. Los subtítulos de las partes del ensayo son muy sugerentes: Conveniencia de la pobreza.- El estudiante brillante y el estudiante rebelde.- Verdad y Belleza.- La vocación pedagógica.- El derroche de la vida.- Pasteur y las mujeres.- El catolicismo de Pasteur.- Merece la pena que nos detengamos en los primeros párrafos del ensayo, en que Marañón hace una caracterización profunda e incisiva de Pasteur:

"Pasteur, como nuestro Cajal, como la mayor parte de los hombres verdaderamente grandes de la Humanidad, nació en un hogar humilde, casi pobre. Fácilmente se comprende que no se trata de un hecho casual. Sería injusto negar que ha habido en el mundo hombres ricos desde que nacieron, educados en el bienestar material y cuya inteligencia logró alcanzar alturas elevadas: tal Bacon. Pero se trata de casos excepcionales. La ciencia, sobre todo, no crece más que en los ambientes austeros. Como la llama del fósforo, necesita un frote áspero con la realidad para encenderse (...). Para mí no tiene duda que uno de los enemigos mortales de la ciencia es el lujo. Pasteur tuvo que sufragarse la modesta pensión de estudiante dando clases particulares; comía por unos cuantos reales, y durante todos sus estudios en plena juventud -y en París, esto es, en plena tentación- no fue más que tres o cuatro veces al teatro..."

Lo que me ha llamado la atención de este texto es la sensibilidad con la pobreza, que me parece un signo distintivo de los humanistas, como lo fue en grado eximio el doctor Marañón. La profesión de médico, como otras que conviven con la gente necesitada, es muy receptiva a la auténtica dimensión de la menesterosidad. Los maestros y profetas siempre han dirigido su predicación a los pobres y a los que han querido hacerse como ellos, imitando las virtudes de la pobreza ("recuerda que fuiste esclavo en Egipto..."). Los ricos son sordos a la predicación, porque piensan ser dueños de sus propias vidas. La pobreza es el sentido de que nada nos pertenece, y la condición para ser generosos.

Marañón tuvo un contacto muy estrecho con los pobres, desde su puesto de director del Hospital Provincial de Madrid (el más antiguo "albergue de mendigos" de la capital), y acompañó al rey Alfonso XIII en su histórica visita a la comarca deprimida de Las Hurdes (1922), donde tomó notas, que han sido publicadas. Para Marañón, la pobreza no era un concepto metafísico refinado, sino una realidad tangible y ubicua, y una dimensión importante de la condición humana. La agudeza de Marañón en el estudio de los grandes y pequeños personajes históricos sólo puede ser explicada desde su conocimiento directo de la miseria intrínseca de la humanidad.

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2 comentarios:

  1. verdades más perennes que el bronce, que diría Horacio, pero que nunca dejan de sorprender en nuestro mundo arenoso.
    Un abrazo.

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