23 noviembre 2012

Feria del Libro Antiguo 2012

Bueno, una nueva Feria del Libro Antiguo en Sevilla (la que hace la número XXXV), anunciada con un collage de Felipe Benítez Reyes. Todos un año más en el carné de identidad, libreros y visitantes. Ya no llueve pero la mañana, no tan fría, amaneció con niebla, que se disipó pronto. A las 11 hacía solecito. Como tengo el alma oscura y siniestra de un contable, compruebo en mi inventario que este 2012 que va concluyendo la mitad de los libros que he comprado son antiguos, viejos o de saldo (y representan el 43% de los dineros invertidos), y muchos ya encargados por internet. A pesar de todo, uno no renuncia a la rebusca física, insustituíble. Esta mañana me he comprado en la Feria un libro que tenía pendiente de largo, la biografía de Séneca. Cortesano y hombre de letras (Fundación Lara, 2008), del profesor sevillano Francisco Socas [SISIUS]. El libro recibió el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos de 2008. Por siete euros, en la Librería Los Terceros, como tengo por costumbre. Y con este doy por amortizada la Feria, Deo volente, porque estamos en crisis y el bolsillo tirita.

P.S. Entre los patrocinadores de la Feria, aparece La Caixa (absorbente) y desaparece Cajasol (absorbida), el antiguo "Monte de Piedad" y la "Caja San Fernando". Sic transit gloria mundi...

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22 noviembre 2012

Otro libro de otro Papa

No me apetece ni leer ni comentar "el nuevo libro del Papa" (de Joseph Ratzinger), que se dice que va de la infancia de Jesús. En cambio, me alegra que ayer mismo la agencia Zenit haya recordado otro libro de un Papa pasajero del siglo pasado, Albino Luciani: Illustrissimi. Lettere ai Grandi del Passato: "ROMA, mercoledì, 21 novembre 2012.– Una raccolta di tutte le lettere che l’allora patriarca di Venezia scrisse, e che la rivista «Messaggero di sant’Antonio» pubblicò mese dopo mese dal 1971 al 1974, indirizzandole a personaggi storici e mitici di tutti i tempi e luoghi. La piacevolezza dello stile, l’ironia che pervade ogni pagina e il linguaggio semplice e popolare portano il futuro papa ad analizzare in modo chiaro e preciso il mondo in quegli anni difficili e tortuosi. Penelope, Mark Twain, Maria Teresa d’Austria, Charles Dickens, Pinocchio, Goethe e Gesù diventano così alcuni dei destinatari di molte lettere scritte dal futuro papa Giovanni Paolo I, soprannominato da tutti il papa del sorriso" [Zenit].

Cuando visité el norte de Italia, hace tres años, no se me olvidó traerme un ejemplar de los Illustrissimi, que compré en el lugar más insospechado, en la librería del Santuario de Santa Maria Ausiliatrice di Torino. De pasada, diré que la traducción castellana del título, Ilustrísimos Señores, me parece muy desacertada, no sólo porque el libro contenga una carta a Pinocchio, que no era un señor, sino un muñeco de madera ("Caro Pinocchio, Avevo sette anni; quando lessi la prima volta le tue Avventure. Non ti so dire quanto mi son piaciute e quante volte poi le ho rilette..."), sino porque también incluye las cartas que Albino Luciani dirigió (en sentido retórico) a Santa Teresa de Ávila ("Cara Santa Teresa, Ottobre è il mese della vostra festa: ho pensato che mi permettereste di intrattenermi per iscritto con Voi..."), o a Santa Teresa de Lisieux ("Cara piccola Teresa, Avevo diciassette anni, quando lessi la vostra autobiografia. Fu per me un colpo di fulmine. "Storia di un fiorellino di maggio" l’avevate definita. A me parve la storia di una "spranga d’acciaio" per la forza di volontà, il coraggio e la decisione, che da essa sprizzavano...").

Illustrissimi puede leerse en línea (aquí).

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21 noviembre 2012

Intermezzo

Rhyme 21























































What is poetry?, you say while you fix







in my pupil your blue pupil;

What is poetry! And you ask it to me?

Poetry... is you.




19 noviembre 2012

Pensamiento en bata de andar por casa


"...es especialmente necesario que la filosofía se convierta en una actividad sería. Para todas las ciencias, artes, aptitudes y oficios vale la convicción de que su posesión requiere múltiples esfuerzos de aprendizaje y de práctica. En cambio, en lo que se refiere a la filosofía parece imperar el prejuicio de que, si para poder hacer zapatos no basta con tener ojos y dedos y con disponer de cuero y herramientas, en cambio, cualquiera puede filosofar directamente y formular juicios acerca de la filosofía, porque posee en su razón natural la pauta necesaria para ello, como si en su pie no poseyese también la pauta natural del zapato. Tal parece como si se hiciese descansar la posesión de la filosofía sobre la carencia de conocimientos y de estudio, considerándose que aquella termina donde comienzan éstos...

"Cuando discurre por el tranquilo cauce del sano sentido común, el filosofar natural produce, en el mejor de los casos, una retórica de verdades triviales. Y cuando se le echa en cara la insignificancia de estos resultados, nos asegura que el sentido y el contenido de ellos se hallan en su corazón y debieran hallarse también en el corazón de los demás, creyendo pronunciar algo inapelable al hablar de la inocencia del corazón, de la pureza de la conciencia y de otras cosas por el estilo, como sí contra ellas no hubiera nada que objetar ni nada que exigir. Pero lo importante no era dejar lo mejor recatado en el fondo del corazón, sino sacarlo de ese pozo a la luz del día. Hace ya largo tiempo que podían haberse ahorrado los esfuerzos de producir verdades últimas de esta clase, pues pueden encontrarse desde hace muchísimo tiempo en el catecismo, en los proverbios populares, etc. No resulta difícil captar tales verdades en lo que tienen de indeterminado o de torcido y, con frecuencia, revelar a su propia conciencia cabalmente las verdades opuestas. Y cuando esta conciencia trata de salir del embrollo en que se la ha metido, es para caer en un embrollo nuevo, diciendo tal vez que las cosas son, tal como está establecido, de tal o cual modo y que todo lo demás es puro sofisma; tópico éste a que suele recurrir el buen sentido en contra de la razón cultivada, a la manera como la ignorancia filosófica caracteriza de una vez por todas a la filosofía con el nombre de sueños de visionarios. El buen sentido apela al sentimiento, su oráculo interior, rompiendo con cuantos no coinciden con él; no tiene más remedio que declarar que no tiene ya nada más que decir a quien no encuentre y sienta en sí mismo lo que encuentra y siente él: en otras palabras, pisotea la raíz de la humanidad. Pues la naturaleza de ésta reside en tender apremiantemente hacia el acuerdo con los otros y su existencia se halla solamente en la comunidad de las conciencias llevada a cabo. Y lo antihumano, lo animal, consiste en querer mantenerse en el terreno del sentimiento y comunicarse solamente por medio de éste.

"Cuando se busca una calzada real que conduzca a la ciencia, no se cree que hay otra más segura que el confiarse al buen sentido, aunque, para ponerse a tono con la época y con la filosofía, se lean las reseñas críticas sobre las obras filosóficas e incluso los prólogos a ellas y sus primeros párrafos, que enuncian los principios universales sobre lo que se basa todo, del mismo modo que las reseñas, aparte de la información histórica, contienen además un juicio, el cual, precisamente por ser un juicio, trasciende sobre lo enjuiciado. Se marcha por este camino común con la bata de andar por casa, mientras el sentimiento augusto de lo eterno, lo sagrado y lo infinito recorre con sus solemnes ropas sacerdotales un camino que es ya de por sí más bien el ser inmediato en el mismo centro, la genialidad de las ideas profundas y originales y de los altos relámpagos del pensamiento. Pero, como esta profundidad no descubre aun la fuente de la esencia, estos destellos no son todavía el empíreo. A los verdaderos pensamientos y a la penetración científica sólo puede llegarse mediante la labor del concepto. Solamente éste puede producir la universalidad del saber, que no es ni la indeterminabilidad y la pobreza corrientes del sentido común, sino un conocimiento cultivado y cabal, ni tampoco la universalidad excepcional de los dotes de la razón corrompidas por la indolencia y la infatuación del genio, sino la verdad que ha alcanzado ya la madurez de su forma peculiar y susceptible de convertirse en patrimonio de toda razón autoconsciente."

G.W.F. Hegel, Fenomenología del Espíritu, Prólogo (trad. Wenceslao Roces).

08 noviembre 2012

Deus absconditus


This established order of things, in which we find ourselves, if it has a Creator, must surely speak of His will in its broad outlines and its main issues. This principle being laid down as certain, when we come to apply it to things as they are, our first feeling is one of surprise and (I may say) of dismay, that His control of this living world is so indirect, and His action so obscure. This is the first lesson that we gain from the course of human affairs. What strikes the mind so forcibly and so painfully is, His absence (if I may so speak) from His own world. It is a silence that speaks. It is as if others had got possession of His work. Why does not He, our Maker and Ruler, give us some immediate knowledge of Himself? Why does He not write His Moral Nature in large letters upon the face of history, and bring the blind, tumultuous rush of its events into a celestial, hierarchical order? Why does He not grant us in the structure of society at least so much of a revelation of Himself as the religions of the heathen attempt to supply? Why from the beginning of time has no one uniform steady light guided all families of the earth, and all individual men, how to please Him? Why is it possible without absurdity to deny His will, His attributes, His existence? Why does He not walk with us one by one, as He is said to have walked with His chosen men of old time? We both see and know each other; why, if we cannot have the sight of Him, have we not at least the knowledge? On the contrary, He is specially "a Hidden God;" and with our best efforts we can only glean from the surface of the world some faint and fragmentary views of Him. I see only a choice of alternatives in explanation of so critical a fact:—either there is no Creator, or He has disowned His creatures. Are then the dim shadows of His Presence in the affairs of men but a fancy of our own, or, on the other hand, has He hid His face and the light of His countenance, because we have in some special way dishonoured Him? My true informant, my burdened conscience, gives me at once the true answer to each of these antagonist questions:—it pronounces without any misgiving that God exists:—and it pronounces quite as surely that I am alienated from Him; that "His hand is not shortened, but that our iniquities have divided between us and our God." Thus it solves the world's mystery, and sees in that mystery only a confirmation of its own original teaching.

John Henry Newman : An Essay in aid of a Grammar of Assent (1870) [Newman Reader].

02 noviembre 2012

The philosophy of common sense

Lo que dice G.K. Chesterton sobre la filosofía de Santo Tomás de Aquino, me parece que no es de recibo. En el principio del capítulo VI de su biografia del Aquinate, "The approach to Thomism", dice: The fact that Thomism is the philosophy of common sense is itself a matter of common sense ("Que el tomismo sea la filosofía del sentido común, es por sí mismo de sentido común"). Pues no, en mi opinión ni el tomismo es "una filosofía de sentido común", ni esa afirmación puede ser aceptable, cuando menos, para la generalidad de la corporación de los filósofos (incluídos los filósofos tomistas).

Todos tenemos nociones elementales de cómo cuidar la salud (p.ej. que "cuando hace frío hay que abrigarse para no coger un catarro"), pero ni esas nociones forman una medicina de sentido común, ni nos hace médicos (que son quienes saben de medicina). Los enfermos, por sólo sentido común, no saben curarse, sino que procuran buscar a un médico, que es quien sabe medicina. ¿Por qué habríamos de admitir, en cambio, que la filosofía, que es otro saber (y no otro saber cualquiera, sino el saber supremo), habría de ser un saber corriente, de sentido común, y no más bien un saber especialísimo que requiere estudio, que no todos pueden alcanzar? Esto no es soberbia filosófica, sino, modestamente, la naturaleza de la cosa misma, la naturaleza del saber de los filósofos, que es tan peculiar y especializado como pueda serlo el saber de los médicos, el saber de los juristas o el saber de los arquitectos e ingenieros.

En realidad, toda la filosofía marcha en sentido opuesto al common sense, el sentimiento espontáneo de la gente corriente. No otra cosa quería decir Aristóteles, y toda la caterva de filósofos que le siguió, incluído Santo Tomás: Los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo... (Metafísica, A,2, trad. Valentín García Yebra). Muy por el contrario, el sentido común y espontáneo consiste en no sorprenderse de que las cosas sean como son. Ese saber espontáneo, común, acomodaticio, es lo que expresa nuestro refrán: "al pan, pan, y al vino, vino"; o como dice Chesterton, eggs are eggs. Por eso nunca podrá existir tal cosa como una filosofía del sentido común, porque mezclar filosofía y sentimiento espontáneo (o saber superior y saber común) es aberrante. Y desde luego la filosofía de Santo Tomás tampoco puede ser una philosophy of common sense, como pretendía vendernos G.K. Chesterton.

Y como Chesterton se ha empeñado en decir que el tomismo es de sentido común, la filosofía moderna, que al parecer se le opondría, no habría de ser más que paradójica ("opuesta a la común opinión y al sentir de las personas"). Dice Chesterton: "Since the modern world began in the sixteenth century, nobody's system of philosophy has really corresponded to everybody's sense of reality: to what, if left to themselves, common men would call common sense. Each started with a paradox: a peculiar point of view demanding the sacrifice of what they would call a sane point of view. That is the one thing common to Hobbes and Hegel, to Kant and Bergson, to Berkeley and William James".

Leyendo aquí a Chesterton me he acordado del pasaje del diálogo Teeteto, en que Platón se reía de los partidarios de Heráclito de Éfeso, porque de tanto sostener que "todo fluye, y nada permanece", habrían llegado al extremo de la mudez, porque con que tan siquiera dijesen que "esto o aquello es así o asá", ya se estarían contradiciendo. Esto es una manera un poco tonta de no haber entendido el heraclitismo. Pero la paradoja (del griego paradoxos) no es un juego, sino una posibilidad de la mente; y toda filosofía es paradójica, porque el saber filosófico se aparta conscientemente de la vida ordinaria en que estamos sumergidos como el pez en el agua (donde los huevos son huevos, y el pan, pan, y el vino, vino). El tomismo no es una excepción.

Afirmar, como hace Chesterton, que "the philosophy of St. Thomas stands founded on the universal common conviction that eggs are eggs", no sólo es una ordinariez, y una falta de respeto a Santo Tomás (desacato que no parecen advertir los chestertomistas), sino que delata que Chesterton no entendió a Santo Tomás, ni siquiera la materia de la filosofía. Se ponía como un ogro cuando le sugerían (leyendo los escritos del P. Martin D'Arcy) que el tomismo pudiese tener algún contacto o semejanza (likeness) con la filosofía de Hegel. Pero eso, señalar contactos, es ni más ni menos lo que con el tiempo ha hecho el P. Cornelio Fabro (1911-1995) [web], porque es forzoso que el Doctor Angélico, aún habiendo sido genial, no haya sido más que un eslabón de la cadena del pensamiento filosófico y teológico (lo que salta a la vista nada más que asomándose a sus escritos).

La filosofía de Santo Tomás de Aquino no es de sentido común, sino tan paradójica como pueda serlo la de Kant, Hegel, Bergson o William James. ¿Cuál sería, según mi parecer, la raíz última de la filosofía de Santo Tomás? No puede ser nada corriente, de todo los días (como sería decir "las cosas claras, y el chocolate espeso"), sino algo paradójico, lo que según la etimología es decir lo más apartado del common sense. Si nos guiásemos tan sólo por el sentido común (las cosas son lo que son, eggs are eggs), no llegaríamos más allá de un craso epicureísmo (manducemus et bibamus, cras enim moriemur).

La ligereza de Chesterton en calificar al tomismo como filosofía del sentido común, parece más bien movida por intereses propagandístico. Lo que a Chesterton parecía interesarle en el fondo no eran las que le parecían abstrusas doctrinas de Santo Tomás, que no tuvo tiempo de estudiar ("there are passages I do not in the least understand myself; there are passages that puzzle much more learned and logical philosophers than I am..."), sino sostener el sentido común de la gente corriente: "The only point I am stressing here is that Aquinas is almost always on the side of simplicity, and supports the ordinary man's acceptance of ordinary truisms".

Esta visión tan simplista no me parece aceptable. También sería una osadía por mi parte comprimir en un breve párrafo en qué consiste, según pienso, el tomismo. Pero hay que intentarlo. Si uno se asoma a la Suma Teológica, I, q.84, quomodo anima intelligit corporalia (que fue el objeto de la tesis de Karl Rahner, Geist in Welt. Zur Metaphysik der endlichen Erkenntnis bei Thomas von Aquin), tal vez comencemos a aceptar que el tomismo pueda ser tan paradójico, y tan apartado del sentido común, como el kantismo o el hegelianismo, y que reducirlo a afirmar que las cosas son como son (eggs are eggs) es una simplicidad que nada tiene que ver con su doctrina. En fin, sin más tiempo para discutirlo, yo compendiaría el tomismo en la idea de que el hombre es imagen de Dios (imago Dei), de la Suma Teológica, I, q.93 a.4, noción de estirpe platónica y agustiniana, y no es para nada  un truísmo ni nada evidente, que pueda aceptar la gente ordinaria. No es casual que la noción, procedente del psalterio, sea el lema de la Universidad de Oxford: Dominus Illuminatio Mea.

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