18 diciembre 2012

Suicidio por desalojo

Esta mañana, a eso del canto del gallo, mientras  desayunaba con café negro, oía por la radio la noticia de otro que ya llaman suicidio hipotecario, por desahucio en situación desesperada. El diario argentino Clarín (porque estas noticias ya han cruzado el Atlántico) lo refiere así: "Otro suicidio por la ola de desalojos en España. La víctima tenía 47 años y fue encontrado ahorcado. Llevaba más de dos años desocupado, al igual de su mujer. El viernes pasado, una mujer se arrojó por el balcón de su vivienda en Málaga..." [Clarín].

Se me ocurre que al divus Joannes se le olvidó mencionar en su revelación que "las hipotecas", como el dinero, son otro engaño poderoso que esclaviza a la humanidad, y la tiene presa de enredos. El pueblo hace números (la cosa más abstracta que hay) y se olvida de la verdad de verdad, que nos tenemos que morir, es de esperar que no por propia mano. Y como por abuso de la banca, los plazos de amortización de los préstamos se extienden a edades desmesuradas, comienza a ser cierto que la muerte libera de las deudas (al menos para el deudor, si no para sus causahabientes). Tal vez los consultores ya estén recomendando el suicidio del padre de familia como la mejor opción para la economía doméstica en tiempos de crisis.

Si las hipotecas son como una soga al cuello, parece lógico que supongan un riesgo mortal, y de ahí que los cucos de los bancos impongan también al hipotecado que asegure su vida. Pero tan siquiera sugerir, por vía de titulares de prensa, que la causa de las autolisis sea los impagos y desalojos, me suena a esa falacia que los retóricos llaman post hoc propter hoc, y que Ricardo García Damborenea, en su utilísimo diccionario de falacias, llama simplemente falacia de la falsa causa [ver]. ¿Un suicidio, de un desalojado? ¿El desalojo fue la causa del suicidio?

En España hay millones de hipotecas vivas, y los desahucios se cuentan por millares. ¿Todo el que pase por un apuro ha de matarse, entonces? Se me ocurre también que estas muertes por defenestración o ahorcamiento son como un consuelo de tontos para las familias que malviven arrastrando del cuello una hipoteca. En realidad, clases medias modestas, eternas aspirantes al confort, que ignoran lo de verdad bueno y malo de la vida. Ignoran qué es la pobreza (como la que refirió Orwell en su crónica The Road to Wigan Pier), y que tenemos muy cerca, casi al doblar la esquina; e ignoran, no sé si será muy sentimental el decirlo así, las pequeñas alegrías que sólo se disfrutan cuando se tiene poco.

Hoy por lo visto me he levantado, no sé si muy senequista o muy ignaciano...

Actualización (20 de diciembre): "El obispo de Segovia, Ángel Rubio, afirmó ayer que no cree que exista relación entre los suicidios ocurridos en las últimas semanas y los desahucios y reclamó a los medios de comunicación que «no manipulen la verdad», ya que, según dijo, las estadísticas en España demuestran que son muchas las muertes voluntarias que no son causadas por situaciones de este tipo." [Via].
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10 diciembre 2012

Un buen libro sobre un cardenal bueno

Hará diez años, en el acto de presentación en público de su biografía de Mañara, reté amistosamente a Carlos Ros a que escribiese sus recuerdos del cardenal de Sevilla José María Bueno Monreal (1904-1987), sucesor del cardenal Segura, que fue el arzobispo de mi niñez. Es una modesta, humilde satisfacción, que al cabo del tiempo don Carlos Ros, prolífico escritor de hagiografías, "me haya hecho caso", y acabe de publicar en la editorial San Pablo su Semblanza de un cardenal bueno, José María Bueno Monreal, que "fue más bueno que monreal" [8 euros]. "La evocación más cotidina que queda del cardenal Bueno Monreal, en aquellos que le quisimos, es que hizo honor a su apellido Bueno. Verdaderamente el cardenal fue un hombre bueno. Y humilde". Una semblanza valiosa, hecha por quien fue un cura joven con Bueno Monreal (como le tocó hacerla al canónigo Gil Delgado del cardenal Segura, el contrapunto).

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