04 mayo 2016

De Trajano a Boteros


Algo se mueve en Sevilla. En poco tiempo, han abierto cinco librerías de libro viejo o reciclado en la ciudad (si no me olvido de alguna otra). Esta será mi crónica personal. Hace seis meses, hice un recorrido sentimental por las librerías de la calle Sierpes que conocí de niño [aquí]. Pues, qué poco se parecen las librería nuevas a las antiguas... 

Prior tempore, la librería de José Manuel Padilla (el impresor de la imagen) [fb], que se ha mudado de la calle Feria a la calle Trajano, ganando espacio para su taller, escuela y actividades culturales. Los más antiguos recordamos su vieja librería de la calle Laraña, enfrente de la iglesia de la Anunciación. Allí compré de viejo uno de mis libros más queridos, las Poesías del malogrado Alejandro Collantes de Terán (Patronato de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, 1949).

Un estreno prometedor es la librería Boteros, en la calle del mismo nombre, en una esquina estratégica (el local que fue antes sastrería) entre la Alfalfa y la plaza de san Ildefonso [fb]. La ha organizado Daniel Cruz a la antigua usanza, primando la estética y los valores vintage. Allí me he estrenado con una limpia edición, en la Revista de Occidente, del Catolicismo y protestantismo de José Luís L. Aranguren [Espuny].

Hace sólo cuatro días que ha abierto la Librería Rola (también de la saga de Padilla), en la calle Jáuregui. Le rendí visita, después de atravesar la plaza Ponce de León y el monumento al cantaor, saetero, José María Pérez Blanco, Pepe Peregil. Ya en la librería [Rola], estuvimos discutiendo los conceptos de libro antiguo (los centenarios), los viejos, y los de segunda mano. En Rola se dedican al libro "nuevo viejo" (voy a llamarlo así), que no es de librería de nuevo, pero que tampoco está sucio ni nada de eso. Pero en una rápida inspección, me encontré con un libro dedicado de José María Pemán, las Nuevas Poesías (1925), ejemplar que se vende allí por 65 euros.

Otro estreno sorprendente es una tienda franquiciada de Re-Read, librería low cost (1 libro, 3 euros; 2 libros, 5 euros; 5 libros, 10 euros). La cosa está inventada, pero le añaden una atmósfera cool. Abierta en pleno centro, en la calle Tarifa (enfrente de La Campana, a un paso de "Los gallegos", restaurante de comida casera buena y barata). El proyecto nació en Barcelona [ElPaís]. El paso crítico es el abastecimiento de la librería. Aquí en Sevilla compran a 20 céntimos la pieza; muy cicatero me parece, en Barcelona ofrecen, según leo, 1 euro. Veremos cómo logra competir en esta plaza. De momento, confieso que me he estrenado con un ejemplar sensacional, El evangelio según Juan, de Raymond Brown, dos tomachos por 5 euros, que de nuevo la editorial Cristiandad lo vende a 70 euros [Cristiandad]. El viejo todavía conserva el sello de la minúscula librería, ya desaparecida, de PPC en la calle Tte. Col. Seguí.

Y en fin, la última, La Isla de Siltolá Libros & Vinos (¿y por qué no "libros & cerveza", en una ciudad como la nuestra?), en la muy castiza y taurina calle de San Bernardo, extramuros de la ciudad, pero a la que se llega dando un paseo, atravesando Santa María la Blanca y el antiguo cuartel de Intendencia de la Puerta de la Carne. El local, truly impressive, está pensado como lanzadera de las novedades editoriales de Siltolá, y como depósito de sus fondos, que van siendo importantes.

Me entran ganas de contar mis aventuras en las viejas librería de viejo de la ciudad, pero ya será otro día. ¿Qué está pasando, entonces, en Sevilla? Digo de compra y venta de libros. Pues no lo veo claro, aunque el mercado de libros está mutando a ojos vista. La gran amenaza son los nativos digitales, estos jóvenes que ven un libro y parece que han visto al diablo, y no leen libros de papel ni a tiros. Como la prensa gratuita, esta oferta abundante de libro barato, low cost, no necesariamente muerde el mercado del libro nuevo (ese que dicen machaconamente que está muy caro), sino que protege a la clientela potencial. El lector de libro viejo también puede leer libro nuevo, hoy o mañana. Lo uno no quita lo otro. Así y todo, pienso que la verdadera señal de distinción cultural de una ciudad no son sus flamantes librerías de novedades, sino el amor con que cuida a los libros antiguos y viejos. El panorama librero sevillano no se parece ya, claro, al que conocí en mi juventud, donde aún subsistían librerías centenarias como las de Tomás Sanz o Pascual Lázaro. Pero es muy atractivo, y con futuro, para los que creemos en el valor de los libros.

(La imagen del librero Padilla, "pegando las cabezadas de un libro", [via]).

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