21 noviembre 2016

Memoria de don Antonio Domínguez Ortiz

La semana pasada ha muerto don Antonio Garnica, sacerdote, traductor de José María Blanco White [Abc]. Cumplimos años también para presenciar que el mundo se despuebla de nuestros maestros, hasta el día que nos marchemos nosotros también. Hoy quiero recordar al historiador sevillano don Antonio Domínguez Ortiz (1909-2003), de quien su amigo John Elliott ha dicho que ha sido uno de los grandes historiadores españoles del siglo veinte. El pretexto para hacer ahora una memoria de don Antonio, que continúa vivo en los estudios históricos, es que en la Feria del Libro Antiguo de este año, he repescado una biografía que se me quedó rezagada, escrita por el profesor Manuel Moreno Alonso, su discípulo: El mundo de un historiador. Antonio Domínguez Ortiz (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2009). Este fin de semana de lluvia en Sevilla, he estado embebido leyéndola con grandísimo interés.

Pero antes de hablar un poquito del libro, me gustaría echar mano de un recuerdo personal. Era el otoño del año 1986, don Antonio estaba ya en la raya de los ochenta años, y yo andaba imberbe en quinto curso de la carrera de derecho. Me enteré por el periódico que Domínguez Ortiz daba una conferencia en la UIMP (no recuerdo si en el Alcázar, o dónde). No tuve mejor idea que irme la tarde anterior a buscar un libro cualquiera suyo, en la librería Padilla (que entonces estaba en la calle Laraña, enfrente de la Anunciación). Y di en encontrar, al azar, su Política y hacienda de Felipe IV (Madrid, Pegaso, 1983), que resulta que es uno de sus libros más importantes. Y a la tarde siguiente allá me fui con el libro... para pedirle una dedicatoria. Entonces Antonio Domínguez Ortiz era un personaje famoso, que disfrutaba de los honores merecidos por su larga vida de historiador. Recuerdo que al final de la conferencia le alargué el libro, susurrándole mi nombre, y me lo devolvió firmado, echándome una mirada indulgente y cariñosa, que aún no he olvidado, pasados treinta años.

Y ahora vuelvo a la biografía, El mundo de un historiador, escrita por Manuel Moreno Alonso, catedrático de historia contemporánea en la Hispalense. El profesor Moreno Alonso es un reconocible personaje de nuestra ciudad, con su aire de sabio distraído, fumador en pipa. Ha escrito esta biografía con la ventaja de haber tratado estrechamente a don Antonio Domínguez Ortiz. Dice que las biografías de historiadores no son habituales aquí. Lo bueno hubieran sido unas memorias del propio Domínguez Ortiz; pero al menos esta biografía está bien documentada con testimonios del propio historiador, y contiene en anexo una valiosa transcripción de una larga conversación mantenida con Moreno Alonso en su casa de Granada el año 2002, a unos meses de su muerte.

Para quienes somos profanos, no se nos pasa por la cabeza que la biografía de un historiador, más todavía en el caso de Domínguez Ortiz, siempre encerrado en las aulas o en los archivos y las bibliotecas, pueda tener algún interés. El caso es que sí. Esta biografía es el relato del empeño paciente de don Antonio por seguir su vocación de historiador, y los hitos de su éxito profesional, marcados por sus publicaciones constantes. También asistimos a los debates historiográficos del siglo XX, y a algunas de sus polémicas, como la absurda que mantuvo con el historiador israelí Benzión Netanyahu (el padre del primer ministro), sobre la condición de los conversos y el origen de la Inquisición (¿motivo religioso, motivo político?). Leyendo esta biografía nos asomamos al peculiar mundo universitario (que le negó la cátedra a Domínguez Ortiz), y a los historiadores españoles contemporáneos, como Jaime Vicens Vives, o a los hispanistas ingleses o franceses con los que trató.

Las páginas de la biografía de don Antonio Domínguez Ortiz que más me han gustado, son las que describen sus años formativos en su ciudad natal (nuestra ciudad), Sevilla. Y su opinión de que la investigación histórica se justifica por la curiosidad humana. Pienso que su "testamento literario", España, tres milenios de historia, escrito con soberana claridad y sencillez, se benefició de sus grandes dotes pedagógicas.

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