22 septiembre 2017

Bibliofilia jurídica, teoría y práctica

Mi serial sobre libros del rastro sevillano de El Jueves, que puede leerse en este [enlace], quedaría manco, es decir, defectuoso o falto de alguna parte necesaria, si no me refierese a otro clásico de los libros de barato, que son los libros de leyes, en su más amplio sentido; esos libros que los estudiantes, cuando termina el curso, mandan sin miramientos a la basura o, como dice la canción "Triste y sola", empeñaban en el Monte de Piedad. Los libros jurídicos caducan muy pronto, y hoy su valor informativo está muy relativizado con la potencia de las bases de datos electrónicas. El libro jurídico, en su sentido clásico, aquel que se lee y se estudia, debe estar más ligado a las humanidades, a la reflexión, y por tanto se ha de valorar la antigüedad. Los juristas de todos los tiempos sabían que el derecho es mudable, y así lo dice Santo Tomás de Aquino: lex recte mutari potest propter mutationem conditionum hominum (S.Th. I-II, q. 97, a. 1 [Corpus]). Luego si mudan las leyes, los libros de leyes, que son objetos físicos, quedarán siempre atrás, designio que disgustaba al antijurista Julius Hermann von Kirchmann. Parece que nada hay más mostrenco que un viejo código caducado, o un libro jurídico de tiempos pasados. El bibliófilo jurídico conoce esta condición pasajera, efímera, del libro de leyes, y la valora, porque también es hermoso el espectáculo del derecho moviéndose y cambiando a lo largo del tiempo, y sin embargo permaneciendo en su esencia (valga esta expresión refinada).

En el mercado de El Jueves, desde luego, hay de todo lo que pueda imaginarse en materia de leyes, y algunos ejemplares buenos he encontrado, sin haber pretendido hallar ninguna pieza de valor desmesurado en el mercado del libro antiguo. Por ejemplo, un Code civil anoté d'aprés la doctrine et la jurisprudence (Paris, Librairie Dalloz, 1925), que Luís Andújar, un clásico del mercado [Diario], me vendió "de regalo" (yo lo creo) por 5 euros. O la primera edición del Derecho agrario (Revista de Derecho Privado, 1965), del notario Ballarín, que ha muerto el año pasado [EuropaPress], incluso unas Instituciones de derecho mercantil (Madrid, Imprenta de Aguirre, 1943) de Joaquín Garrigues, o el Derecho internacional privado (Barcelona, Labor, 1936) de Martin Wolff. Un panorama muy variado en el que el bibliófilo jurista puede entretenerse.

Mis últimas adquisiciones jurídicas en El Jueves me parecen muy interesantes, e ilustran bien, pienso, el sentido y valor del libro jurídico antiguo. Uno es la monografía sobre El Adulterio, del Dr. M. Enrique de Carmona (Barcelona, Dux Ediciones, 1955?), que en su quinta parte contiene una curiosa "casuística del adulterio" (adulterios históricos, casos curiosos, o jurisprudencia desde 1871 a 1954). Hoy se comete adulterio como en el pasado, aunque tenga ya un valor jurídico más limitado (hoy no es delito, por ejemplo, al menos en España). Es un ejemplo de "libro jurídico antiguo". El otro libro es La bipartición del proceso civil romano, tesis doctoral por José Aparici Díaz, "profesor auxiliar de derecho romano en la Universidad de Sevilla" (Sevilla, Imprenta Suárez, 1946). "Leída esta Tesis para el grado de Doctor, el día 18 de octubre de 1945, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid...". De D. José Aparici tengo un recuerdo entrañable, pues fue el primer profesor del que recibí una lección en la facultad, allá por el primer curso de 1982, y siempre repito el primer aforismo juridico latino que nos enseñó: pacta sunt servanda.

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