04 diciembre 2017

O Guardador de Rebanhos

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Quando eu morrer, filhinho, 
Seja eu a criança, o mais pequeno. 
Pega-me tu ao colo 
E leva-me para dentro da tua casa. 
Despe o meu ser cansado e humano 
E deita-me na tua cama. 
E conta-me histórias, caso eu acorde, 
Para eu tornar a adormecer. 
E dá-me sonhos teus para eu brincar 
Até que nasça qualquer dia 
Que tu sabes qual é.
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Esta é a história do meu Menino Jesus. 
Por que razão que se perceba 
Não há-de ser ela mais verdadeira 
Que tudo quanto os filósofos pensam 
E tudo quanto as religiões ensinam ?

Alberto Caeiro, O Guardador de Rebanhos,
Ode VIII ("Num meio-dia de fim de primavera...") (últimos versos).

El poeta Fernando Pessoa sufría una profunda psicosis que se expresó en su poesía, que atribuyó a sus heterónimos, como Alberto Caeiro. Pessoa era oscurantista, alcohólico y de vida desordenada, pero fue un altísimo poeta en lengua portuguesa, y hoy está sepultado en el claustro de los Jerónimos de Belém. Su destino personal, muerto de dolencia hepática, no es muy distinto del de muchos artistas, poetas y filósofos geniales. Estos días estoy pasando mi particular invierno pessoano, leyendo la biografía que le dedicó el también poeta Ángel Crespo, La vida plural de Fernando Pessoa, publicada por primera vez en 1988. La Ode VIII de Alberto Caeiro es para lectores formados. Explícitamente es anticatólica. Pero quién sabe si Dios, para quien son dilectos los pobres, humildes y dolientes, habrá querido que ese Pessoa, verdaderamente digno de compasión, igual que los ciegos, tullidos y endemoniados de los evangelios, hubiese entrevisto alguna revelación de la vida divina. Estos últimos versos que he copiado, me parecen conmovedores, y muy apropiados para el Adviento que ha comenzado.

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