"Pequeño, moreno, vestido de negro, con ojos interrogativos y melancólicos, la cara alargada por unas oscuras patillas de chispero. Siempre en la biblioteca del Ateneo, escribiendo los artículos diarios en que tiraba a la calle su talento, cuando no iba con su paso escurridizo atravesando el patio matinal de la universidad o camino del río en su cotidiano paseo vespertino. "No parecía tener casa, esas cuatro paredes donde encerrarse en soledad con los recuerdos y esperanzas. Si alta ya la noche se le encontraba alguna vez por las callejas, camino del caserón de otros bajo cuyo techo albergaba su sueño, iba vencido, triste y oscuro como nunca. Porque en aquella casa había de morir, tras unos días de no vérsele en parte alguna, con muerte definitiva; él, que como en una vida provisional, estaba acaso aguardando mejores tiempos.
"Su amor por la poesía, por la música, ¿cómo podía conllevar aquellas gentes que le rodeaban? Con menos talento y cultura, con inferiores cualidades espirituales, otros le han oscurecido frente al público español. ¿Por qué se obstinó alicortado en su rincón provinciano, pendón de bandería regional para unos cuantos compadres que no podían comprenderle?
"Hoy, distantes aquellos días y aquella tierra, creo que de todo fue causa un error de amor: el amor a la ciudad de espléndido pasado, cuyo espíritu acaso quiso él resucitar, dando para ello lo mejor que tenía, sacrificando su nombre y su obra.
"Bécquer y Machado la dejaron tras sí. José María Izquierdo nunca la abandonó. Después de todo, ¡quién sabe! Durante sus horas de recogimiento silencioso, escuchando la música o en sus atardeceres junto al río, mientras se perdía así entre el ruido de los otros bajo el cielo nativo, tal vez gozó gloria mejor y más pura que ninguna".
Luís Cernuda, Ocnos.
Semblanza: José Mª Izquierdo