30 octubre 2012

El tomismo en un pispás

He dicho, de manera un tanto simple, que Chesterton me parece un escritor chabacano, sin arte, o grosero y de mal gusto... Aunque para decirlo de manera más elegante y menos hiriente (con las palabras de mi amigo Juan José Delgado Utrera), es "su permanente andarse por las ramas, dar vueltas y más vueltas hasta culminar con una argumentación realmente brillante, pero para la que bastan dos líneas". Como muestra un botón, de su biografía de St. Thomas Aquinas (1933). Dejo el texto en inglés, confiando en que el curioso lector sabrá interpretarlo (no es tan difícil), y porque para juzgar su estilo, hay que leerlo en la lengua en que se expresó. Es del capítulo VI, "The approach to Thomism":

"... the philosophy of St. Thomas stands founded on the universal common conviction that eggs are eggs. The Hegelian may say that an egg is really a hen, because it is a part of an endless process of Becoming; the Berkeleian may hold that poached eggs only exist as a dream exists; since it is quite as easy to call the dream the cause of the eggs as the eggs the cause of the dream; the Pragmatist may believe that we get the best out of scrambled eggs by forgetting that they ever were eggs, and only remembering the scramble. But no pupil of St. Thomas needs to addle his brains in order adequately to addle his eggs; to put his head at any peculiar angle in looking at eggs, or squinting at eggs, or winking the other eye in order to see a new simplification of eggs. The Thomist stands in the broad daylight of the brotherhood of men, in their common consciousness that eggs are not hens or dreams or mere practical assumptions; but things attested by the Authority of the Senses, which is from God."

Como G.K. Chesterton era, a lo que parece, un guasón, creo que me perdonaría si dijese que esto es algo así como explicar el tomismo por huevos... Algo más en serio, párrafos como éste me decepcionan, en su perpetuo andarse por las ramas, porque el empeño, en principio plausible, pero en el fondo descabellado, de hacer entender Santo Tomás al hombre de la calle (lit. the man in the street), termina por subestimar al lector y tenerlo por un tonto, un dummy.

26 octubre 2012

Chesterton chabacano y un centón de libros

Un amigo malagueño, con buena intención me incitaba a retomar el blog, y a hablar de libros, más libros. Así que, rendido a la provocación amistosa, después de una larga temporada de silencio, vuelvo a hablar de libros, que no son más que un simulacro de amistad. El filósofo de Atenas decía que los libros defraudan, porque permanecen mudos a nuestros interrogantes. Los libros no nos hablan, no nos responden; no dicen más que lo que dicen: no conversan con el lector. La compañía de los libros, con ser tan valiosa, no pasa de ser un sucedáneo, subsidiario, de la compañía humana. Aunque los buenos libros me admiran porque transparentan el espíritu y la humanidad de sus autores, aunque sean muchos los siglos que hayan transcurrido desde su escritura (pero apenas un parpadeo, a escala cósmica).

Me he convencido de que G.K. Chesterton, con toda la fama que arrastra, es un escritor chabacano, que quiere decir (según el diccionario) "sin arte o grosero y de mal gusto". Le he dado una segunda oportunidad, y comencé a leer su biografía de St. Francis of Assisi, que a los cinco minutos se me cayó estrepitosamente de las manos, como antes me pasó con su biografía de St. Thomas of Aquinas. ¡Qué manera más estúpida, vulgar y ordinaria, como propia de periodista de café, de andarse por las ramas, en lugar de entrar por derecho en la biografía del santo! Dos libros que se me quedan inéditos, hasta que no lo vuelva a retomar con más paciencia y mejor intención. Entretanto, Chesterton seguirá siendo para mí el autor del simpático relato de The man who was Thursday.

La mejor compra que he hecho este año ha sido una edición antigua de la Vie de Jésus, de Ernest Renan, publicada en vida del autor (Paris,  Michel Lévy Fréres, 1863, Quatrième Éditión). Entre los libros nuevos, destaco la biografía de Marcelino Menéndez Pelayo, de Manuel Serrano Vélez (Córdoba, Almuzara, 2012), publicada en el centenario del montañés que está pasando, hay que ver, sin pena ni gloria.

Entre los libros que me aguardan, uno de título bien pensado, Erotismo y prudencia, la biografía intelectual de Leo Strauss (Madrid, Encuentro, 2012) del profesor Gregorio Luri. Estoy leyendo ahora el ensayo La crisis del Estado en la Edad Posmoderna (Cízur Menor, Navarra, Aranzadi, 2012) del profesor Francisco Carpintero (catedrático del campus de Jerez de la Frontera), con la atención dividida entre la Teoría Pura del Derecho de Hans Kelsen, el tratado de iustitia et de iure de Tomás de Aquino (es curioso que Kelsen dijese en su primer prólogo que hubiese sido acusado, alternativamente, de fascista, bolchevique, comunista, capitalista burgués... ¡y también de seguidor de Santo Tomás de Aquino!) y Niklas Luhmann.

Entre mis desiderata (ahora se dice Wish List) está el Analysis of Matter, de Bertrand Russell, y la traducción de la Eneida del poeta inglés John Dryden. El mejor regalo que he recibido este año, de un viajero en Berlín, Die Bibel: Luther Übersetzung (Deutsche Bibelgesellschaft).

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