30 julio 2009

¿Fuma Obama, todavía?


La pregunta does Obama smoke? arroja en Google más de 11 millones de resultados. Es una pregunta malévola que le dirigen sus adversarios políticos, que le acusan de hipócrita cuando recomienda a los jóvenes: Don't start smoking [Does President Obama Still Smoke?]. Por mi parte, continúo sin fumar, casi cuatro meses después. Aaaah...

(Fotografía: Lisa Jack, Time).

26 julio 2009

Sevilla cervantina (2): plaza de San Salvador

En nuestro recorrido caótico, aunque previsible, por los lugares cervantinos de Sevilla, llegamos a la plazuela que hemos llamado de toda la vida plaza del Pan, aunque la ciudad oficial se ha empeñado en que se la llame ahora plaza de Jesús de la Pasión.

El profesor Morales Padrón (canario de nacimiento, sevillano de adopción) ha inventado la curiosa teoría de que las plazas sevillanas, unas son para pasar (v.gr. la plaza de San Francisco) y otras para estar, sentarse y contemplar el mundo (v.gr. la plaza Nueva). Pues bien, según esta terminante taxonomía, para mí que la plaza del Pan es lugar de paso (de la Cuesta del Rosario a la Encarnación, o de El Salvador a la Alfalfa), y del otro lado de la iglesia, la plaza de El Salvador (de la que hablamos hace unos días:
a taste of London) es plaza de descanso y estancia.


La placa conmemorativa dice que en la antigua plaza de San Salvador "ocurrió uno de los más donosos episodios" del Rinconete y Cortadillo. Es difícil decirlo, porque esta novelita está repleta de sucesos llenos de gracia y donosura. Con todo, aquí en la plaza del Pan es donde comienzan a ganarse la vida Rincón y Cortado en la gran ciudad, como así lo cuenta la novela:

"Avisóles su adalid de los puestos donde habían de acudir: por las mañanas, a la Carnicería y a la plaza de San Salvador; los días de pescado, a la Pescadería y a la Costanilla; todas las tardes, al río; los jueves, a la Feria. Toda esta lición tomaron bien de memoria, y otro día bien de mañana se plantaron en la plaza de San Salvador; y, apenas hubieron llegado, cuando los rodearon otros mozos del oficio, que, por lo flamante de los costales y espuertas, vieron ser nuevos en la plaza; hiciéronles mil preguntas, y a todas respondían con discreción y mesura. En esto, llegaron un medio estudiante y un soldado, y, convidados de la limpieza de las espuertas de los dos novatos, el que parecía estudiante llamó a Cortado, y el soldado a Rincón. "

24 julio 2009

Sevilla cervantina (1): Plaza de San Francisco


No he dicho hasta ahora que, para un sevillano, leer las Novelas ejemplares es algo así como la lectura del libro nacional. Es la fiesta de la ciudad, escenario de miles aventuras reales, inventadas o esperadas. Hoy puede hacerse en Sevilla un paseo literario cervantino, recorriendo las hermosas cerámicas, o barros vidriados, que se colocaron en el tercer centenario (1916) del tránsito del Príncipe de los Ingenios Españoles, Miguel de Cervantes.

Ya hemos andado por Santa Paula, y nos proponemos dirigirnos ahora a los demás loci cervantini que nos acordemos que fueron señalados en la ciudad, comenzando, tal vez de modo arbitrario, por la plaza "llamada un tiempo de San Francisco", que por cierto es el nombre que ostenta desde los tiempos de la Reconquista (siglo XIII), y aún nos gusta llamarla así a los sevillanos.

El polígrafo Santiago Montoto ha anotado que la plaza ha ostentado multitud de nombres, según los vaivenes políticos: de la Constitución, Real de Fernando VII, del Rey, de Isabel II, de la Libertad (1873)... De niño recuerdo que la plaza se ha llamado un tiempo de la Falange Española, aunque los sevillanos nunca hemos cesado de nombrarla como de San Francisco.

(La placa de la foto está en el "arquillo" del ayuntamiento, lugar poco visible si no se cae en la cuenta, pasando a propio intento).

20 julio 2009

Paseo literario a Santa Paula

En Sevilla existe el general convencimiento de que la mejor forma de combatir el calor es salir a la calle. Pues eso hemos hecho esta tarde especialmente calurosa. Cuando me dirigía con el coche a la Macarena, oía por la radio el comienzo de la retransmisión del quinto concierto de los Proms de este año, con el programa de la novena sinfonía de Mahler, dirigida por el octogenario Bernard Haitink. Presentaba en radio clásica José Luís Pérez de Arteaga. Inmediatamente antes habíamos escuchado por la emisora la transcripción para piano, de Lizst, de la novena sinfonía de Beethoven. Aparcado, o más bien abandonado, el coche en la calle fray Isidoro de Sevilla, nos encaminamos a la calle San Luís, entrando por el arco de la Macarena...


A esta hora del ocaso de una tarde de verano, en los bares riegan las terrazas, y han abierto las freidurías de pescao frito. Atravesado el territorio comanche de la plaza del Pumarejo, alcanzamos la altura de la iglesia de San Luís...


Alcanzado San Marcos, doblamos a la izquierda, al convento de Santa Isabel, donde están montado a esa hora una barrilada de cerveza (pero no sucumbimos a la tentación, todavía...).


Y pasamos adelante, a la recoleta calle de Santa Paula, donde el monasterio de Santa Paula.


Y aquí mismo, enfrente, uno de los famosos loci cervantini, la casa que dicen de la española inglesa...


Una muestra de arte suburbano...


Y para terminar, ahora sí, una cruzcampo en la afamada "Casa Manolo" (con establecimientos abiertos en todas las ciudades, pueblos y lugares de España...).


Al recoger el coche, indemne el pobrecito, aún me dio lugar para escuchar el cuarto y último movimiento de la novena de Mahler. Pérez de Arteaga destacó, al concluir el concierto, que los promers guardaron un cuasi religioso silencio de diez segundos entre la última nota del infrapianísimo final, y el primero de los aplausos...

Link (audio): BBC-Proms 2009: novena sinfonía de Mahler
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19 julio 2009

Espíritu de la letra


Los camioneros dicen cuando los acusan de conducir muy rápido: si corro yo, más corren las letras. Éso me lo contaba uno, hace más años de los que quisiera, y no sé si las multas de tráfico han logrado ya que corran menos. Pero bueno, no quería yo hablar de camiones ni de la velocidad en carretera, sino de las letras, las letras de cambio, los papeles ésos que quien más quien menos ha firmado para comprarse un coche o un piso.

Uno de mis maestros en derecho civil, Manuel de Cossío, hijo del legendario catedrático Alfonso de Cossío, nos explicaba que los dos temas más difíciles de la carrera son la hipoteca y la letra de cambio. Habrá quien se haga cruces de que un documento tan corriente como una letra, que no digo que sepan rellenar hasta los niños, pero que quien está en el mundo entiende bien lo que significa (si la firmas, la pagas), los sabios y maestros digan que es asunto dificultoso, y así puede que sea, porque los jóvenes que se adiestran en las escuelas de comercio, en lo primero que se aplican es en rellenar la plantilla de una letra. Y lo mismo la hipoteca, porque el hipotecado está al cabo de la calle de que si no paga, el banco le quita el piso, aunque sea más complicado comprender los vericuetos de los registros.

Fácil parece firmar una letra en la notaría, o en el banco, aunque cuando se observa la cantidad de gente que trata de estos negocios, se empieza a ver claro su oscuridad. La venta de una moto es pan comido, porque se trata entre amigos (yo te vendo la moto, tú me la pagas). Pero en las letras, el número de firmantes puede ser amplio, indefinido. El papel no explica quién tiene que ver con quién, y el que acepta la letra desconoce a quién habrá de terminar por pagar. Se dice que la letra es un negocio abstracto porque, siendo certísima la deuda, no explica por qué se debe (pero los firmantes lo saben), y así las letras se emplean también en tratos nada limpios (como las deudas de juego), que se enmascaran bajo la inocente forma escrita de la letra. Es un documento en que más valen las apariencias que la realidad, del mismo modo que en los negocios se valora mucho la imagen, la fama y el prestigio, aunque sólo sea un bluf.

No conozco descripción más sencilla y elegante de la letra, y al tiempo didáctica, que la que encontré en el celebrado Curso de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues. Dice así, en las "nociones previas" del capítulo XX: "En esencia, la letra de cambio es una carta con unos requisitos formales que ya veremos. Esta carta (la letra de cambio) la expide y firma una persona denominada librador. Se le llama así porque libra o expide la letra de cambio. Esa carta (la letra) va dirigida a otra persona, llamada librado, al que se pide -ese es el contenido de la letra- que pague una cantidad determinada de dinero a una tercera persona, el tomador de la letra...".

Ahora que este verano estoy releyendo las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, he encontrado una prodigiosa descripción de lo que es el trato de una letra de cambio. Se encuentra en la novela de La española inglesa. No me admira tanto la maestría del buen Cervantes en explicarnos gratis et amore cómo y por qué se expide una de estas letras, cartas o cédulas, lo que conocía muy bien de tantos negocios en que intervino en su asendereada vida, sino el acierto con que lo trae e incrusta en el hilo del relato, de manera que el lector no lo encuentra postizo sino muy a cuento. Y aquí copio el párrafito, como testimonio mío admirado del arte cervantino:

"La reina llamó a un mercader rico, que habitaba en Londres y era francés, el cual tenía correspondencia en Francia, Italia y España, al cual entregó los diez mil escudos, y le pidió cédulas para que se los entregasen al padre de Isabela en Sevilla o en otra plaza de España. El mercader, descontados sus intereses y ganancias, dijo a la reina que las daría ciertas y seguras para Sevilla, sobre otro mercader francés, su correspondiente, en esta forma: que él escribiría a París para que allí se hiciesen las cédulas por otro correspondiente suyo, a causa que rezasen las fechas de Francia y no de Inglaterra, por el contrabando de la comunicación de los dos reinos, y que bastaba llevar una letra de aviso suya sin fecha, con sus contraseñas, para que luego diese el dinero el mercader de Sevilla, que ya estaría avisado del de París."

Para que luego digan que la literatura no sirve para nada. Leyendo a Cervantes también se aprenden muchas cosas, sentado en tu habitación sin necesidad de asomarte a las inclemencias del mundo.

17 julio 2009

A taste of London (in Seville)


Este par de imágenes, que he shootado esta tarde, no son aunque parezca mentira de Piccadilly Circus, sino de la sevillanísima plaza de El Salvador. Aquí, reservorio de las esencias hispalenses y cofradieras, se reúne, igual que en las cercanas plazas de El Pan y de La Alfalfa, la juventud más o menos desinhibida de la ciudad. Aunque temo que no sea para beber gin sino unas vulgares cruzcampos...

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16 julio 2009

El juramento de Loaysa

"-Por cierto, señoras hermanas y compañeras mías, que nunca mi intento fue, es, ni será otro que daros gusto y contento en cuanto mis fuerzas alcanzaren; y así, no se me hará cuesta arriba este juramento que me piden; pero quisiera yo que se fiara algo de mi palabra, porque dada de tal persona como yo soy, era lo mismo que hacer una obligación guarentigia; y quiero hacer saber a vuesa merced que debajo del sayal hay ál, y que debajo de mala capa suele estar un buen bebedor. Mas, para que todas estén seguras de mi buen deseo, determino de jurar como católico y buen varón; y así, juro por la intemerata eficacia, donde más santa y largamente se contiene, y por las entradas y salidas del santo Líbano monte, y por todo aquello que en su prohemio encierra la verdadera historia de Carlomagno, con la muerte del gigante Fierabrás, de no salir ni pasar del juramento hecho y del mandamiento de la más mínima y desechada destas señoras, so pena que si otra cosa hiciere o quisiere hacer, desde ahora para entonces y desde entonces para ahora, lo doy por nulo y no hecho ni valedero.
Aquí llegaba con su juramento el buen Loaysa, cuando una de las dos doncellas, que con atención le había estado escuchando, dio una gran voz diciendo:
-¡Este sí que es juramento para enternecer las piedras! ¡Mal haya yo si más quiero que jures, pues con sólo lo jurado podías entrar en la misma sima de Cabra!
Y, asiéndole de los gregüescos, le metió dentro, y luego todas las demás se le pusieron a la redonda. Luego fue una a dar las nuevas a su señora, la cual estaba haciendo centinela al sueño de su esposo; y, cuando la mensajera le dijo que ya subía el músico, se alegró y se turbó en un punto, y preguntó si había jurado. Respondióle que sí, y con la más nueva forma de juramento que en su vida había visto.
-Pues si ha jurado -dijo Leonora-, asido le tenemos. ¡Oh, qué avisada que anduve en hacelle que jurase!"

Miguel de Cervantes, El celoso extremeño.

13 julio 2009

Vidriera y los malos poetas

"-¡Qué es ver a un poeta destos de la primera impresión cuando quiere decir un soneto a otros que le rodean, las salvas que les hace diciendo: «Vuesas mercedes escuchen un sonetillo que anoche a cierta ocasión hice, que, a mi parecer, aunque no vale nada, tiene un no sé qué de bonito!» Y en esto tuerce los labios, pone en arco las cejas y se rasca la faldriquera, y de entre otros mil papeles mugrientos y medio rotos, donde queda otro millar de sonetos, saca el que quiere relatar, y al fin le dice con tono melifluo y alfeñicado. Y si acaso los que le escuchan, de socarrones o de ignorantes, no se le alaban, dice: «O vuesas mercedes no han entendido el soneto, o yo no le he sabido decir; y así, será bien recitarle otra vez y que vuesas mercedes le presten más atención, porque en verdad en verdad que el soneto lo merece». Y vuelve como primero a recitarle con nuevos ademanes y nuevas pausas. Pues, ¿qué es verlos censurar los unos a los otros? ¿Qué diré del ladrar que hacen los cachorros y modernos a los mastinazos antiguos y graves...?

"Otra vez le preguntaron qué era la causa de que los poetas, por la mayor parte, eran pobres. Respondió que porque ellos querían, pues estaba en su mano ser ricos, si se sabían aprovechar de la ocasión que por momentos traían entre las manos, que eran las de sus damas, que todas eran riquísimas en estremo, pues tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jazmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y algalia; y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza. Estas y otras cosas decía de los malos poetas, que de los buenos siempre dijo bien y los levantó sobre el cuerno de la luna."

Miguel de Cervantes, El licenciado Vidriera.

12 julio 2009

La española inglesa


Para este verano, patrocino entre mis amigos la lectura de las maravillosas Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. Son la aventura en estado puro. Lo tienen todo, y no hay página, ni casi párrafo o línea que no deje boquiabierto de contento y gozo al lector. Esta mañana me he leído la historia de la española inglesa, en que de nuevo se juega con las apariencias, como nos comentaba Jesús. En este relato tampoco nada es lo que parece (unos ingleses que son católicos, y una inglesa que es española...). Muchos detalles me han fascinado (como el ritual de entrada de los buques en puerto), pero dejo que los descubráis leyendo esta historia tan simpática, que termina, ¡cómo no! en Sevilla y con un happy ending. Tan sólo me ha decepcionado la moraleja del último párrafo, que de tan moralizante casi no me parece de Cervantes, sino adventicio: Esta novela nos podría enseñar cuánto puede la virtud, y cuánto la hermosura, pues son bastantes juntas, y cada una de por sí, a enamorar aun hasta los mismos enemigos; y de cómo sabe el cielo sacar, de las mayores adversidades nuestras, nuestros mayores provechos.

05 julio 2009

Los caballeros poetas

"Acuérdome, amigo Mahamut, de un cuento que me contó mi padre, que ya sabes cuán curioso fue, y oíste cuánta honra le hizo el Emperador Carlos Quinto, a quien siempre sirvió en honrosos cargos de la guerra. Digo que me contó que, cuando el Emperador estuvo sobre Túnez, y la tomó con la fuerza de la Goleta, estando un día en la campaña y en su tienda, le trujeron a presentar una mora por cosa singular en belleza, y que al tiempo que se la presentaron entraban algunos rayos del sol por unas partes de la tienda y daban en los cabellos de la mora, que con los mismos del sol en ser rubios competían: cosa nueva en las moras, que siempre se precian de tenerlos negros. Contaba que en aquella ocasión se hallaron en la tienda, entre otros muchos, dos caballeros españoles: el uno era andaluz y el otro era catalán, ambos muy discretos y ambos poetas; y, habiéndola visto el andaluz, comenzó con admiración a decir unos versos que ellos llaman coplas, con unas consonancias o consonantes dificultosos, y, parando en los cinco versos de la copla, se detuvo sin darle fin ni a la copla ni a la sentencia, por no ofrecérsele tan de improviso los consonantes necesarios para acabarla; mas el otro caballero, que estaba a su lado y había oído los versos, viéndole suspenso, como si le hurtara la media copla de la boca, la prosiguió y acabó con las mismas consonancias."

Miguel de Cervantes, El amante liberal.