09 noviembre 2008

Das Kapital

Sorprenden las manifestaciones del arzobispo de Munich, mons. Reinhard Marx, presentando su libro El capital (un nuevo Capital, de un nuevo Marx), en que somete a crítica, desde la ética cristiana católica, los principios del "capitalismo salvaje". Tengo gran interés en hacerme con su libro. Sus ideas me recuerdan, porque lo tengo visto hace poco, las opiniones de Santo Tomás de Aquino sobre la especulación inmoderada:

Dice Santo Tomás en la Suma Teológica (2-2 q.77 a.4) que si los intercambios que se hacen por necesidad son dignos de alabanza, los intercambios mercantiles lo son de vituperio [iuste vituperatur], porque sirven al afán de enriquecimiento, que es incolmable [quia deservit cupiditati lucri, quae terminum nescit sed in infinitum tendit]. Por eso los negocios son deshonrosos [negotiatio, secundum se considerata, quandam turpitudinem habet], aunque son lícitos si con ellos se atienden fines necesarios u honestos, como el de ganarse el sustento, o el de ayudar a los pobres [sicut cum aliquis lucrum moderatum, quod negotiando quaerit, ordinat ad domus suae sustentationem, vel etiam ad subveniendum indigentibus].

Más en el
Parvulario Tomista.

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11 comentarios:

  1. Sto. Tomás tendría bonísima intención, pero era un hombre del s. XIII que no podia imaginarse el s. XXI. Pero sus palabras deben traducirse al lenguaje de hoy.
    Un hombre que crea una empresa, y esa empresa da trabajo a cientos o miles de personas, ¿no está obrando ad subveniendum indigentibus?
    Traducir turpitudinem por deshonroso... no me parece.
    Y luego eso de "capitalismo salvaje". ¿En qué país existe eso? No conozco ninguno. Más bien conozco ejemplos de socialismo salvaje, eso sí.
    A este monseñor me parece que lo ha marcado demasiado el apellido...
    Con todos mis respetos para Marx (el obispo)y para el hospitalario autor del blog.

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  2. Pues dice la prensa, Enrique, que monseñor Marx (!!!), que sucede a Ratzinger en la sede de Munich, es muy apreciado por Benedicto XVI (personal e intelectualmente).

    P.S. "Turpitudo" supongo que puede traducirse por 'pecaminoso', aunque es obvio que me tomo algunas libertades al traducir (por eso pongo el texto latino, para que se pueda comparar).

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  3. La saga de los Marx continua sorprendiéndonos: Karl, Groucho y ahora, Reinhardt. Por favor, Joaquín, no dejes de comentar algo más acerca de este libro....

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  4. Algo más... Aunque no he querido entrar antes en las objeciones que planteaba nuestro amigo Enrique Baltanás...

    El libro de monseñor Marx acaba de aparecer en lengua alemana (sería muy deseable que lo viésemos también en lengua española), aunque al margen del guiño "marxista", supongo que se limitará, como de prelado tan notorio (por ocupar la misma sede que la del antiguo arzobispo Ratzinger), en reiterar la doctrina social de la Iglesia, con referencia a la coyuntura financiera mundial (que por otro lado no es tan novedosa).

    Enrique ha puesto el dedo en la llaga, sobre una objeción repetida a la doctrina tomista, y es que Tomás de Aquino hablaba a los hombres de su tiempo (siglo XIII) y que por tanto hoy diría algo distinto. Sobre eso respondo:

    1. El economista Joseph A. Schumpeter (puede verse en la entrada que enlazo) advertía que los escolásticos medievales pueden ser considerados, con toda propiedad, los fundadores de la ciencia económica. La razón es que el sistema capitalista (el lucro fundado en los intercambios de mercancías y dinero) estaba surgiendo ya en ese tiempo, en torno al Mediterráneo y las repúblicas de la península itálica (p.ej. Lombardía). Santo Tomás ya estaba observando fenómenos capitalistas, cuando los analiza desde una perspectiva moral (de vicios y virtudes). Por tanto sus tesis pueden ser válidas para nuestro sistema económico, capitalista todavía.

    2. Es posible que la "letra" de Santo Tomás puede haberse superado por los paradigmas vigentes, con los que comprendemos los fenómenos naturales. Pero mi intento es demostrar que el "espíritu" tomista rebasa todo tiempo y lugar, y que sus principios morales son universales.

    3. La calificación de Santo Tomás sobre el mundo de los negocios es muy matizada. Dice que son vituperables, y torpes (turpes) en sí mismos, pero los hace lícitos los fines honestos o útiles. Especialmente, subraya Santo Tomás (como en tantos casos) que el ánimo de lucro sea moderado, y persiga fines útiles u honestos, hoy diríamos "sociales" (p.ej., es cierto, la creación de empleo y bienestar general, pero también que las empresas contraigan compromisos de respeto al medio ambiente, de protección de la cultura, y de ayuda a los sectores más desfavorecidos).

    En conclusión, creo que las opiniones de Santo Tomás son plenamente aplicables a un sistema fundado en la extracción de recursos naturales de países pobres, y su incremento de valor en los procesos de transformación y venta de un punto a otro, que "deslocalizan" el beneficio, a favor de las grandes empresas transanacionales. Desde este punto de vista, seguramente puede decirse que la economía mundial puede estar reposando sobre estructuras pecaminosas (pero doctores tiene la Iglesia).

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  5. Querido Joaquín: te recomiendo encarecidamente el libro de Thomas E. Woods: "Por qué el Estado sí es el problema: Una defensa católica de la economía libre" (Ciudadela, 2008). A mí me ha liberado de los últimos escrúpulos que pudiera alimentar acerca de la posibilidad de que un católico pueda defender ardientemente el capitalismo.

    Hasta donde yo sé, es en la "segunda Escolástica" (Escuela Española del Derecho Natural: Domingo de Soto, Tomás de Mercado, martín de Azpilcueta ...) donde se atisban algunos rudimentos de la teoría económica moderna ... y, por cierto, en una dirección que coincide que lo que después defenderá la Escuela Austríaca (Mises, Hayek).

    Las tesis económicas de Sto. Tomás son tan peregrinas como sus tesis embriológicas (todo eso de la "animación progresiva", y que el feto masculino recibe el alma antes que el de sexo femenino ...). Todo atribuible al escaso desarrollo de la ciencia (económica y médica) en la época, claro (no a estulticia del Aquinate, Dios me libre). Por ejemplo, Santo Tomás considera "usura" cualquier préstamo con interés ... Si se hubieran aplicado sus tesis, no habría existido el crédito ni su formidable papel creador de riqueza.

    En cuanto al obispo Marx, espero que el buen sentido de Ratzinger le mantenga alejado de cualquier posición de influencia. ¡Ahora que, por fin, desde la "Centesimus Annus" la Iglesia parecía haberse dejado de "terceras vías" y reconocía por fin las virtudes del capitalismo!

    El capitalismo ha sacado de la miseria a miles de millones de personas en los últimos 25 años. En China, en la India, en Indonesia, en Tailandia ... Si hubiesen aplicado antes recetas capitalistas, habrían prosperado antes (perdieron varias décadas con políticas autárquico-estatalizantes).

    Un saludo cordial, Curro.

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  6. Me temo que el el Excmº y Revmº Sr. Arzobispo de Münich esté muy lejos de Stº Tomás, para su desgracia y la de los demáa (la de los muniqueses, particularmente). Lo que late en el archiepíscopo es la resaca de la formación de sus años académicos, cuando en los seminarios y las facultades de teología se estudiaba más a Marx & cía. que a los SS.Padres y a los Escolásticos.

    Abochorna que se expecte desde cierta aproximación benevolente con el nefasto marxismo la aparición de un nuevo "sistema" no se sabe cómo, pero con una esperanza que parece más vuelta a la historia de los hombres que a la Historia Salutis.

    ¿O es que acaso el prelado bávaro no aguarda los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva y supone que advendrá el paraíso secundum Marx?

    Qué desgracia!

    .

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  7. Copio fragmento de un artículo de Woods:

    SUPERANDO EL DISTRIBUTISMO (Thomas E. Woods) (I)

    La gente decente de todos los países del mundo se alegró de la caída del Muro de Berlín y del colapso del imperio soviético. La planificación centralizada había quedado totalmente desacreditada y el capitalismo había triunfado sin ningún genero de dudas. Sin embargo, los enemigos del mercado seguían insistiendo en que el capitalismo no era la auténtica alternativa real: aunque el socialismo había fracasado, el mercado tenía sus propios problemas.

    Algunas de estas críticas provenían de algunos escritores católicos que se enmarcaban en la tradición distributista. El distributismo fue popularizado por los pensadores católicos de principios del s. XX, Hilaire Belloc y G. K. Chesterton, y es una variante del corporativismo, un sistema de economía política que nació con la Revolución Francesa y que buscaba la restauración de varios organismos corporativos que, como los gremios, habían sido suprimidos por la revolución. Los corporativistas pretendían controlar la competencia, a la que consideraban destructiva y desestabilizadora, agrupando a las empresas en asociaciones comerciales que se autorregularan y otorgar al Estado central un papel supervisor y coordinador sobre los empresarios y los trabajadores. De acuerdo con los distributistas, el mercado libre tendía a generar una enorme desigualdad económica y a arruinar a la gran mayoría de las personas, quienes carecían de medios de producción y tenían que depender de la buena voluntad de los empresarios. Los recortes continuos en los precios condenaban a quebrar a las pequeñas compañías y, en última instancia, facilitaban el surgimiento de monopolios. Estas injusticias, se pensaba, podían evitarse regresando a una economía medieval menos individualista, donde los medios de producción estuvieran equitativamente distribuidos, donde los gremios restringieran la competencia y donde se protegiera a los pobres y a los débiles". (CONTINUARÁ)

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  8. SUPERANDO EL DISTRIBUTISMO (Thomas E. Woods, continuación)

    "[...] Los argumentos que se ofrecían para defender este sistema, aunque podían parecer verosímiles desde un punto de vista superficial, no eran más que falacias lógicas y económicas, así como profundos errores sobre la historia europea. Así, por ejemplo, los distributistas acusan al libre mercado del endeudamiento generalizado de la población, cuando los auténticos responsables son los bancos centrales (creaciones gubernamentales) que hacen que el crédito sea artificialmente barato y por tanto más tentador (cuyas fatales consecuencias estamos sufriendo ahora). [...]

    Pese a que los distributistas venden sus propuestas como una manera de mejorar la situación económica y volverla más acorde con la visión católica, estos ejemplos deberían hacernos dudar de que sea así. Los pobres serían esquilmados con mayores precios sobre los productos básicos [si se pusiera en práctica la economía corporatista-"medievalizante" que propuso el distributismo]. Las barreras de entrada que construyen los gremios impiden que la actividad empresarial se desarrolle, y ésta es una de las maneras más efectivas y dignas de sacar a la gente de la pobreza. De hecho, estas barreras de entrada son contrarias a los llamamientos de Juan Pablo II para incentivar una completa participación de los necesitados en la economía, de modo que puedan "adquirir experiencia, participar en los círculos comerciales y desarrollar las habilidades que les permitan hacer un mejor uso de sus capacidades y recursos". (Centesimus Annus, no. 34).

    En un mercado realmente libre, nadie debería utilizar la coacción estatal para aprovecharse del prójimo [y en eso consisten los mecanismos redistributivos del Estado del Bienestar: el Estado quita el dinero coactivamente a unos para entregárselo a otros]. No se pueden realizar transacciones económicas sin el consentimiento de ambas partes. La economía de mercado, en definitiva, considera que los seres humanos son fines en sí mismos, un principio moral en el que la doctrina social de la Iglesia insiste reiteradamente.

    La economía de mercado es uno de los éxitos más remarcables de la civilización, pese a que casi siempre se instruya a la gente para que la odie. Cuanta menor atención prestemos a los eslóganes y a la propaganda anticapitalista y cuanto más estudiemos la cuestión según sus verdaderos méritos, más beneficioso nos parecerá el mercado. Todos los restantes sistemas económicos nos hacen promesas fantasiosas que en la práctica no pasan de ser desilusiones vacías y crueles. La teoría y la experiencia demuestran que sólo el mercado puede proporcionar una economía justa, humana y próspera".

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  9. Terzio, concedamos el beneficio de la duda a monseñor Marx, hasta tanto no tengamos el libro delante. Título y autor pueden ser tan sólo una pequeña ironía, fabulosa para el marketing.

    Curro, gracias. Me acabo de hacer con el libro de T. Woods. Es muy bueno, le voy a dedicar la próxima entrada del blog.

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  10. Estimado Joaquín;

    Tal y como te he comentado, he estado leyendo información alemana sobre el libro que citas. No he encontrado nada en un semanario de referencia como es " Die Zeit", tampoco en un periódico de la categoría del Frankfurter Allgemeine.

    He localizado una entrevista con R.Marx en " Der Tagesspielen ". Voy a traducir el titular y algunas frases del obispo que considero más destacadas. Aunque , como en casi toda entrevista, siempre hay una mediación ideológica del que publica.

    ¡ Ah! , ruego perdonen errores de traducción , pues con el alemán resulta fácil cometer más de uno, debido a tanta "partícula" y riqueza verbal.

    El Título es " El obispo Marx predica a Karl Marx "

    Sigue en negrita:
    " ¿ Debemos disculparnos con Karl Marx ?, porque nosotros lo hemos arrojado a la basura demasiado pronto. A él ( refiriéndose al clérigo ) va dirigida la pregunta. También se llama Marx, es arzobispo de München y crítico capitalista radical.Sin embargo, él no predica la revolución, sino la reforma.

    Palabras de R. Marx:
    " Yo no caigo nunca en la tentación. El marxismo ya está acabado. El lenguaje del "Capital" si es ya realmente ilegible. Sus frases adheridas suponen una tendencia al totalitarismo, y sin embargo, otra vez se vuelve a él.
    .../... El marxismo ya ha sido (debe interpretarse como ya ha acabado)"

    En definitiva, si se publica en España, una vez leído, se puede hacer una valoración.

    No obstante, me recuerda a escritos de Ratzinger en su libro " Jesus von Nazareth ", del que extraigo lo siguiente:

    " Después de las experiencias de los regímenes totalitarios, del modo brutal en que han pisoteado a los hombres, humillado, avasallado, golpeado a los débiles...
    Ante el abuso del poder económico de las crueldades del capitalismo que degrada al hombre a la categoría de mercancía, hemos comenzado a comprender mejor el peligro que supone la riqueza y entendemos de manera nueva lo que Jesús quería decir al prevenirnos ante élla."

    ¿ Acaso no hay una relación de identidad entre las máximas de uno y otro ?.

    Saludos cordiales

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  11. Gracias, Morgenrot, a esto se llama en español "estar al quite".

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