Los príncipes de los
filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios, y para
hacer grandes festejos. Ellos decían: «Nuestro dios nos ha puesto en las
manos a Sansón, nuestro enemigo». Y al verlo, la gente alababa a su dios,
diciendo: «Nuestro dios nos ha puesto en las manos a Sansón, nuestro enemigo, al
que devastaba nuestro país y multiplicaba nuestras víctimas». Cuando todos estuvieron muy
alegres, dijeron: «Llamen a Sansón para que nos divierta». Entonces trajeron a
Sansón de la cárcel, y él estuvo haciendo piruetas delante de todos. Después lo
pusieron de pie entre las columnas. Sansón dijo al niño que lo
llevaba de la mano: «Déjame palpar las columnas que sostienen la casa, para
apoyarme en ellas». El edificio estaba repleto
de hombres y mujeres. Allí estaban todos los príncipes de los filisteos, y en
la azotea había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían mirando a
Sansón. Entonces Sansón invocó al Señor,
con estas palabras: «Señor, acuérdate de mí y devuélveme la fuerza por esta
sola vez, para que pueda vengarme de los filisteos, de un solo golpe, por la
pérdida de mis dos ojos». Luego palpó las dos columnas
centrales que sostenían el edificio, y se apoyó contra ellas, poniendo sobre
una su brazo derecho y sobre la otra su brazo izquierdo. Y exclamó: «¡Muera yo junto
con los filisteos!». Después empujó con toda su fuerza, y el edificio se
desplomó sobre los príncipes y sobre toda la gente allí reunida. ¡Los que él
mató al morir fueron más numerosos que los que había matado en toda su vida! (Jueces 16 : 23-30).
Imagen: "Sansón destruye el templo de los filisteos" (1484), Bartolomeo Bellano, Basilica del Santo, Padova [via].
Y no podemos pedir un Sansón para la siguiente reunión del G-20?
ResponderEliminarEs una buena metáfora.
Sansón es un héroe inmortal.
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