¿Somos inmortales? ¿Algo de nosotros no perecerá? No puede saberse, porque la mente [animam humanam, quam dicimus intellectivum principium] no puede comprenderse a sí misma, reflexivamente, haciendo objeto propio del saber. No cabe demostración de nuestra inmortalidad, pero sí la conjetura argumentada. Santo Tomás de Aquino lo decía así: omne habens intellectum naturaliter desiderat esse semper. Naturale autem desiderium non potest esse inane (S. Th. 1, q. 75 a. 6 co. [Corpus Thomisticum]), nuestra propensión, nuestro deseo natural de vivir para siempre, no puede ser en vano, no puede ser "inane". Es un argumento tomístico profundísimo, que arraiga con la ciencia contemporánea: ¿por qué somos así, por qué pretendemos ser inmortales? Pero hay otra forma de verlo, que Tomás pasa por alto. No todos creen en la posibilidad de una transvida, de una inmortalidad. Ni siquiera Sócrates estaba seguro. Pero sí es una experiencia universal que la vida es demasiado corta (vita brevis) y que cuando se acerca el final, nos inquieta la posibilidad de que hayamos perdido el tiempo. Esta impresión de una vida derrotada tampoco puede ser inane. El sufrimiento ha de ser compensado. De otro modo la vida sería inexplicable, lo que sería un sinsentido.
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Estoy leyendo el libro apologético de G.K. Chesterton, El hombre eterno (The everlasting man, 1925). Su biografo, el fraile dominico Ian Ker [Oxford], ha escogido para la edición de Everyman's Library [review] la segunda parte de esta obra, "On the man called Christ". Chesterton se propone defender la divinidad de Jesús, adoptando la posición del materialista, para desestimarla por absurda o irracional: "in the first section I often treated man as merely an animal, to show that the effect was more impossible than if he were treated as an angel. In the sense in which it was necessary to treat man merely as an animal, it is necessary to treat Christ merely as a man...". A partir de aquí, trata de encontrar en el texto evangélico las frases y gestos intrigantes que apuntarían a la divinidad de Jesús.
En mi opinión, Chesterton parte de unos supuestos erróneos. El primero, que los evangelios, y las palabras de Jesús, puedan valorarse como "más que humanas". Los evangelios (los escritos de los evangelistas) son siempre palabra humana, destinada a la escucha de los hombres y mujeres de este mundo. No hay nada de "divino" en ellos, entendido como "más que humano". Por otro lado, Chesterton da por supuesto que la divinidad de Jesús hubiera de manifestarse de alguna manera extravagante: "When Jesus was brought before the judgement-seat of Pontius Pilate, he did not vanish [como sí hizo Apolonio de Tyana en un trance parecido]. It was the crisis and the goal; it was the hour and the power of darkness. It was the supremely supernatural act, of all his miraculous life, that he did not vanish" (¿por qué supone Chesterton que Jesús hubiera podido milagrosamente desvanecerse como un mago, si no era más que un hombre?). El Jesús de Chesterton, en pasajes como este, parece de tan divino, tan divino, un personaje ridículo.
No puedo entretenerme en destripar todos los argumentos de Chesterton (como que Jesús fuese "the author of the Parable of the Prodigal Son"; más bien lo fue el redactor de ese evangelio, Lucas). Chesterton es muy confuso, ignora la crítica textual, y monta un batiburrillo evangélico en que tiene igual valor veritativo la adoración de los magos de oriente, las bodas de Caná o la predicación en el Jordán. Lo que me ha sorprendido es la primera conclusión a la que llega Chesterton: "Even on the purely human and sympathetic side, the Jesus of the New Testament seems to me to have in a great many ways the note of something superhuman; that is of something human and more than human." Si Jesús se nos presentase en los evangelios como "más que humano", es decir, sobrehumano (un superhombre), su figura no nos parecería ni entrañable, ni digna de ser escuchada. Nos interesa Jesús por ser hombre, no por ser una cosa que nadie sabe qué significa, que fuese "divino", o "más que humano". Chesterton no entiende qué es la divinidad (lo divino es lo distinto completamente a lo humano, no algo que sea "más que humano"). Por lo demás, su proposición suena herética. Jesús, según la declaración dogmática, es verdaderamente hombre (Hominem vere). Si hubiese sido "algo más que humano", no hubiera sido verus homo. En general, los argumentos de Chesterton son penosos y teológicamente dudosos, y no tengo más remedio que dejarlo aquí, por si alguien quiere examinarlos con más detenimiento.
Frente a la confusa argumentación chestertoniana, en que parece que no se tiene una idea clara del significado humano (y divino) de la figura de Jesús, el Mesías, me produce más alegría anunciar la publicación del Jesús de Hans Küng, una "cristología desde abajo" [Trotta].
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