"As you see, I have chosen to write in Greek, because Greek, I believe, will always remain the chief literary language of the world...". Así dice el emperador Claudio, I, Tiberius Claudius Drusus Nero Germanicus This-that-and-the-other... (o esto, lo otro y lo de más allá) al comenzar el relato de su vida, que es la ficción de Robert Graves de 1934.
La BBC adaptó I, Claudius como serie de televisión en 1976. Se estrenó en nuestra TVE en 1979. Yo era entonces un adolescente de quince años, y no me perdía ni un capítulo. Ahora que es verano la he vuelto a ver en DVD de pe a pa. Me sigue impresionando el gran plantel de actores ingleses, que con igual maestría representan a un emperador o a un liberto: la voz de trueno de Augusto, o la sutilidad con que Claudio (Derek Jacobi) va perdiendo o dominando su tartamudez conforme pasa el tiempo.
"As you see, I have chosen to write in Greek". Esta me parece una de esas magias parciales de las que hablaba J.L. Borges. Como vemos, Claudio se dirige a nosotros en inglés, no en griego. Pero es que el inglés (aquí está la ironía de Graves) es el griego de nuestros días, "the chief literary language of the world". Es una expresión aguda, esa de Claudio. Toda la novela (y la serie de TV) se funda en una manera nueva de ver la antigüedad, que no es una visión arcaizante, sino actualizante.
En una concisa nota introductoria, Robert Graves explica por qué decide referirse en la novela a 'France' en lugar de 'Transalpine Gaul'. Para un lector o espectador español, es chocante leer u oír a personajes romanos antiguos, vestidos de toga, que van o vienen de 'Spain' (nombre magnético para británicos como Graves, residente por elección, después de la Gran Guerra, en la isla Maiorica), no Hispania. Y para un lector inglés (ya se lo hizo notar T.E. Shaw, esto es Lawrence of Arabia) es del mismo modo perturbador el uso de la voz bereber assegai (por jabalina, como la de los zulúes) en un contexto latino [Merriam-Webster].
Todo es lo mismo. Robert Graves, según voy ahora leyendo en esta historia, quiso mostrarnos que la antigüedad no es antigua, sino que fue protagonizada por hombres y mujeres que sufrían o gozaban como nuestros contemporáneos, y por los mismos motivos. La novela histórica tiene muchos padres y muchos precedentes (algo así era la novela bizantina, que también practicó nuestro Cervantes), pero hay que reconocer en Robert Graves el establecimiento de un modo nuevo, modus hodiernus, de ver la historia.
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