Lo que más admira de la lectura de la inmensísima novela El Criticón, de Baltasar Gracián, es su familiaridad, la sencillez con que puede leerse (pese a su altísimo nivel cultural), y que no acertemos a identificar a qué otro libro se parece. Es un libro único. Esto de encontrar semejanzas y pares a las obras literarias tiene su fundamento, porque nunca se escribe en el vacío. Gracián fue hombre de muchas lecturas. Dentro de su oficio jesuítico, además de predicador famoso (es lástima que no pudiésemos verle y oírle), fue maestro de Sagrada Escritura. Creo que aquí se encuentra una traza explicativa de El Criticón. Mi hipótesis es que se trata de una novela apocalíptica, es decir visionaria (lo que es evidentísimo para cualquier lector). Como en el libro de las revelaciones de San Juan el apóstol, está llena de monstruos, que son las bestias mundanas, y su propósito es consolar y reconfortar, y animar a la buena conducta. Aquí se encontraría la clave de que esta novela admirable nos parezca tan extraña y singular. Es una conjetura que me limito a anotar.
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