Eso de escoger los libros que uno se llevaría a una isla desierta, me ha parecido siempre una chorrada. Primero, porque no nos vamos a ir a ninguna isla desierta. Segundo, como todo el mundo sabe, porque en las islas desiertas no hay libros. Tercero, porque si hubiera libros en la isla, no nos apetecería leerlos, sino que sólo querríamos dormitar a todas horas y soñar despiertos. Y cuarto, porque en los naufragios no se salvan libros buenos. Robinson Crusoe logró rescatar una Biblia en el suyo, pero nosotros, por simple cálculo de probabilidades, no podríamos aspirar más que a algún libro infumable del estilo de las novelas de Ken Follet. Pero bueno, ya un poco más en serio, lo de la isla desierta es eso que llaman un experimento mental, con que nos imaginamos qué libros nos gustan más. Auque la perspectiva de habitar una isla desierta es tan horrorosa como la de alcanzar la inmortalidad en la tierra, como en el relato de Borges (El inmortal). Si dispusiésemos de tiempo ilimitado, nos dedicaríamos a sestear, con las sienes apoyadas en el puño (ver el grabado del Robinson), y no ambicionaríamos leer nada. Todo se nos olvidaría, igual que en aquel cuento borgiano Homero se olvidó de sus cantos. Queremos hacer cosas, y entre ellas, leer libros, porque el tiempo apremia. Por eso carece de sentido decir que no se lee "porque no tengo tiempo". En realidad, habría que decir justamente lo contrario, que se lee porque no hay tiempo. En fin, he decidido aceptar el reto, y listar esos cinco hipotéticos libros que me llevaría a mi isla desierta. Estos son, y los comento:
1. La Biblia.
2. Las Confesiones de San Agustín.
3. La Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino.
4. El Quijote.
5. El Criticón de Baltasar Gracián.
La Biblia no es un libro, es una suma de libros, de todos los géneros y ciencias. Sola representa la tradición filosófica, espiritual y poética de un pueblo, de todos nosotros. Las Confesiones es otra selección obligada. Obra singular, única, que reúne todas las perspectivas posibles (lo interior y lo exterior, los hechos y las ideas). La Suma Teológica de Santo Tomás, como dice su título, reúne el saber filosófico y teológico más avanzado de su tiempo. En sus páginas hablan también los antiguos griegos, Platón y Aristóteles. Y es una obra cumbre de la mente y de la expresión verbal, en latín. El Quijote es el relato de la vida en camino (on the road), que nos procura felicidad a ratos. Para cerrar el número de cinco, hoy escogería El Criticón, máxima obra de letras y de saberes morales. Con todo, prefiero vivir a leer, aunque la lectura es parte de la vida.
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Me quedo con los 2 primeros....
ResponderEliminarSan Agustín va por delante de Santo Tomás por razones estríctamente cronológicas. Last but not least...
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