24 octubre 2018

Debate sobre la juventud, el dinero y la Ley

El evangelio de san Marcos (10,17-31) relata que por el camino se le acercó a Jesús uno (εἷς, quidam) que, cayendo de rodillas, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» El final del diálogo es conocido. Jesús le dijo: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres. «El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes». Este pasaje o perícopa se conoce popularmente como del joven rico. Es usual leerlo así en los epígrafes que incluyen los editores. Así, Augustinus Merk S.I., en el Novum Testamentum graece et latine, titula el pasaje: "Adolescens dives, de periculis divitiarum", y Nácar-Colunga, en la Vulgata latina: "Iuvenis dives, perfectionis cupidus". En cambio, La Bible de Jérusalem: "L'homme riche", y la Biblia de la Conferencia Episcopal Española: "El hombre rico".

Las finas pinceladas psicológicas de este relato magistral e imperecedero, persuaden de que el protagonista es un joven ingenuo, atropellado, que cae de rodillas ante Jesús para preguntarle casi tartamudeando. Llega a replicarle con cierta petulancia (hæc omnia conservavi a iuventute mea). Pero se nos cuenta que Jesús se enterneció al mirarle (Iesus autem intuitus eum dilexit eum, Ὁ δὲ Ἰησοῦς ἐμβλέψας αὐτῷ ἠγάπησεν αὐτὸν), aunque el joven, al oír la respuesta del Maestro, se marchó cabizbajo (contristatus in hoc verbo, abiit maerens). 

Cuando Jesús recordó al joven los mandamientos, le replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Esta frase, en su aparente sencillez (a iuventute mea, ἐκ νεότητός μου), presenta dificultades de traducción. El idioma de las edades no es una simple cuestión de cronología, sino que depende del contexto cultural. Por ejemplo, en la African Youth Charter, se ha convenido que joven es "cualquier persona entre los 15 y los 35 años" (youth or young people shall refer to every person between the ages of 15 and 35 years). La Organización de las Naciones Unidas entiende que joven es la persona con la edad comprendida entre que ha acabado la enseñanza básica hasta que encuentra su primer trabajo (“youth” is often indicated as a person between the age where he/she may leave compulsory education, and the age at which he/she finds his/her first employment) [unesco].

En el diccionario de latín de Lewis & Short se lee esta definición de jŭvĕnis: "one who is in the flower of his or her age (mostly of persons older than adolescentes and younger than seniores, i. e. between twenty and forty years), a young person, a young man, a young woman" [Lewis&Short]. Pero esta horquilla de edad entre los veinte y los cuarenta años, para la iuventus, es tan imprecisa que no puede ayudarnos a echarle años al joven rico.

¿Cómo se ha resuelto la traducción de la respuesta del joven, a iuventute mea? En francés y castellano, estas son las versiones que he visto:

dés ma jeunesse (Bible de Jérusalem)
desde joven (Juan Mateos SJ)
desde la adolescencia (J.L. Alonso Schökel SJ). 

Estas traducciones tienden a la literalidad, aunque con una variante de interés, propuesta por el biblista Alonso Schökel en la Biblia del Peregrino (en el pasaje paralelo de Mt, 19,20 se lee adolescens, νεανίσκος). Las traducciones inglesas que he podido consultar son también interesantes:

from my youth (King James Bible)
since my childhood (Mk) / since I was a boy (Lk) (New American Bible)
since I grew up (Knox Bible)

La versión de la King James Bible sigue a la letra la Vulgata (igual que la de Martín Lutero: von meiner Jugend). La opción de la New American Bible, since my childhood [usccb], es tan sugerente como la de Alonso Schökel, aunque plantea más problemas de los que resuelve: ¿qué es un niño (a child, a boy)? La Convención de los Derechos del Niño (1989) dice que "se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad" (a child means every human being below the age of eighteen years unless under the law applicable to the child, majority is attained earlier) [hr]. Aparentemente, tampoco nos ayuda que se nos diga que un niño es un menor de edad. En castellano, la niñez se extiende desde el nacimiento hasta la pubertad [dle], ¡pero nunca hasta los dieciocho! Sin embargo, la definición de las Naciones Unidas parece muy adecuada para las culturas en que la mayoría de edad se alcanza más pronto (unless majority is attained earlier). 

Resta la versión que me parece la más acertada, la de Ronald Knox (The Holy Bible: A Translation From the Latin Vulgate in the Light of the Hebrew and Greek Originals, 1945): Master, he answered, I have kept all these ever since I grew up [Knox]. El joven le dice al Maestro, en la versión de Knox, que ha guardado los mandamientos (hæc omnia observavi) "desde que me hice mayor", since I grew up. En nuestro idioma, esta respuesta sólo la puede dar un joven, no una persona adulta. ¿Cuándo se hizo mayor, este joven? En la cultura judía, el Bar Mitzvah significa "joven que observa los mandamientos de la Ley de Dios" (precisamente como el joven del evangelio). La ceremonia sinagogal del Bar-Mitzvah, no atestiguada en las Escrituras, se celebra cuando el niño cumple los 13 años, es decir en la pubertad. Por tanto, si quisiéramos hilar fino, diríamos que el joven le dijo al Maestro que observaba los mandamientos desde la adolescencia, cuando alcanzó la mayoría de edad entre los judíos. Era pues joven, cuando se encontró con Jesús. Y por eso la versión de Knox no puede ser más precisa.

¿Por qué nos parece tan importante definir la edad del joven rico? Volvamos a leer la respuesta del Maestro al joven: Unum tibi deest... «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Seguramente esta invitación a desprenderse de todo: quæcumque habes vende, et da pauperibus, sólo puede dirigirse a un joven. Santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologica (Iª-IIae q.40 a.6), recurriendo a la Retórica de Aristóteles, dice que los jovenes son animosos y de gran corazón (iuvenes, propter caliditatem naturae, habent multos spiritus, et ita in eis cor ampliatur. Ex amplitudine autem cordis est quod aliquis ad ardua tendat. Et ideo iuvenes sunt animosi et bonae spei). Sólo a los jóvenes, por su naturaleza, se puede pedir que se desprendan de todo.

Por eso Ronald Knox anotó en este pasaje: "Our Lord may simply have been testing the young man’s resolution, or he may have been calling him to the special vocation of poverty. He does not make this demand of all, as we see in his treatment of Zacchaeus (Lk. 19.8)". Knox tiene razón, el Maestro no pide a todos que vendamos los bienes y los demos a los pobres (Our Lord does not make this demand of all), porque esta liberalidad extrema puede hacer daño a las personas que nos son más próximas. Pero Knox sólo tiene razón en parte, porque hay algo de lo que dice Jesús que sí toca a todos: Unum tibi deest... «Sólo te falta una cosa» ¿Qué nos habría dicho el Maestro a cada uno de nosotros, jovenes o mayores? ¿Qué es ese unum que falta, además de cumplir con la Ley de Dios? Hay una lección evidente: cumplir y observar los mandamientos no es bastante (unum tibi deest).

Cuando el joven le dijo al Maestro que cumplía los mandamientos desde que se hizo mayor (hæc omnia observavi a juventute mea) sitúa el debate en el cumplimiento, en la obediencia a la Ley, o en sus contrarios, la inobediencia y la transgresión, es decir, el pecado (peccatum). Santo Tomás de Aquino (que recurre aquí a la autoridad de San Agustín) define el pecado como dictum vel factum vel concupitum contra legem aeternam [Iª-IIae q.71 a.6]. Para entender de modo aún más amplio la desobediencia, hay que advertir que todas las leyes, en tanto sean racionales, derivan de la ley eterna (omnes leges, inquantum participant de ratione recta, intantum derivantur a lege aeterna), y obligan ante el "tribunal de la conciencia", in foro conscientiae [Iª-IIae q.96 a.4].

Si la obediencia a la Ley está en nuestra conciencia, la inobediencia debe tener el mismo origen. No son pues las riquezas las que estorban el cumplimiento de la Ley, sino la actitud interior. Santo Tomás de Aquino repite una enseñanza antigua: quod dicit apostolus, I ad Tim. ult., radix omnium malorum est cupiditas [Iª-IIae q.84 a.1], la codicia, el afán excesivo de riquezas (appetitus inordinatus divitiarum), es la raíz de todos los males. Explica Santo Tomás: "Videmus enim quod per divitias homo acquirit facultatem perpetrandi quodcumque peccatum, et adimplendi desiderium cuiuscumque peccati, eo quod ad habenda quaecumque temporalia bona, potest homo per pecuniam iuvari". Y resume el argumento citando al Eclesiastés: but money, it answers every need (Knox), el dinero todo lo puede, pecuniæ obediunt omnia. Con dinero, los hombres pueden perpetrar cualquier delito y cumplir todos sus caprichos, y desobedecer a las leyes.

No hay sin embargo que extraer una enseñanza tan amarga sobre el poder del dinero. Así lo explicaba el apóstol san Pablo en la primera carta a Timoteo: "A los ricos de este mundo, recomiéndales que no sean orgullosos. Que no pongan su confianza en la inseguridad de las riquezas, sino en Dios, que nos provee de todas las cosas en abundancia a fin de que las disfrutemos. Que practiquen el bien, que sean ricos en buenas obras, que den con generosidad y sepan compartir sus riquezas. Así adquirirán para el futuro un tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida."

Refiere el evangelio que el joven que se acercó a Jesús, al oír las palabras del Maestro, "se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes." Habríamos de pensar que el joven se marchó contristado, no porque tuviese mucho dinero, sino porque no entendió por qué habría de vender sus bienes y dárselo a los pobres. Carecía de experiencia sobre peligro de presumir de riquezas, la superbia vitae o jactancia de dinero. Pero era su juventud, no su dinero, lo que le nublaba el entendimiento.

Para terminar esta visita a paso ligero a la doctrina tomista, habría que recordar un dato interesante. La Summa Theologica se escribió pensando precisamente en los jóvenes, a los que Tomás llama, en el prólogo o prooemium [cth], principiantes (incipientes) que se estrenan en el estudio de la teología (novitios).

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