"El ejercicio literario, siendo conforme al genio, y no
excediendo en el modo, tiene mucho más de dulzura que de fatiga: luego
no puede ser molesto, o desapacible a la naturaleza, y por consiguiente
ni perjudicial a la vida. He puesto las dos limitaciones de ser conforme
al genio, y no exceder en el modo; pero éstas son transcendentes a toda
ocupación, pues ninguna hay que siendo, o en la cantidad excesiva, o
respecto del genio violenta, no sea nociva. ¿Qué cosa más dulce hay, que
estar tratando todos los días con los hombres más racionales, y
sabios que tuvieron los siglos todos, como se logra en el manejo de los
libros? Si un hombre muy discreto, y de algo singulares noticias, nos da
tanto placer con su conversación, ¿cuánto mayor le darán tantos como se
encuentran en una Biblioteca? ¿Qué deleite llega al de registrar en la
Historia todos los Siglos, en la Geografía todas las Regiones, en la
Astronomía todos los Cielos...?
Los que en materias más áridas estudian para
instruir a otros con producciones propias, tienen a veces la fatiga de
llevar cuesta arriba el discurso por sendas espinosas. Pero en ese mismo
campo desabrido, al riego de su sudor les nacen hermosas flores. Cada
pensamiento nuevo que aprueban, es objeto festivo en que se complacen.
La fecundidad mental sigue opuesto orden a la Física. La concepción es
trabajosa, y el parto dulce. Es felicidad de los Escritores, que cuanto
discurren, les parece bien, y juzgan que así ha de parecer a los demás
que vean sus discursos en el libro, o los oigan en la Cátedra, y en el
Púlpito. Por esto en cada rasgo que dan con la pluma, contemplan
un hermoso hijo de su mente, que les hace dar por feliz, y bien empleado
el trabajo de la producción.
Con razón, pues, el otro amigo de Ovidio le aconsejaba a este Poeta, que aliviase sus males con el recreo del estudio: Scribis ut oblectem studio lachrymabile tempus. {Trist. l.5. Eleg. 12.}
Porque es ésta una diversión grande, y diversión que tiene en su mano
cualquiera. Empero es preciso confesar, que hay gran diferencia entre
el estudio arbitrario, y el forzado. Aquél siempre es gustoso: éste
siempre tiene algo de fatigante; y mucho más en uno, u otro apuro
violento, como de una Lección de oposición, o de un Sermón cuasi
repentino. Mas estos casos son raros. Y en el estudio forzado se logra
el deleite de adelantar, y aprender: lisonja común de todo racional.
Fuera de que todos los de ventajoso ingenio están exentos de la mayor
parte de aquella fatiga, siendo poco el tiempo que han menester para
cumplir con la precisa tarea."
Benito Jerónimo Feijóo : "Desagravio de la profesión literaria" : Teatro crítico universal • Tomo primero • Discurso séptimo [filosofia].
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