El juez de familia de Sevilla, Francisco Serrano, sometido a investigación del Consejo General del Poder Judicial, es sin duda uno de los grandes jueces de este país. No por razones ideológicas, por más que se empeñen sus detractores, sino por su elevado concepto de la misión del juez. Impartir justicia es algo más, mucho más, que administrar las decisiones de derecho: es someter a crítica diaria los hechos y las normas, y ser capaz de inspirar seguramente la innovación del derecho (que no es más que el derecho sirva sin pausa a la realidad de su tiempo). También es un gran juez por su coraje al enfrentarse a los poderosos (el poder aparece más como una atmósfera mental, más que como fuerza bruta) y su vigilancia de los prejuicios ("lo políticamente correcto"), porque el prejuicio es el enemigo del juez imparcial.
Reproduzco aquí parte de un artículo del profesor de la hispalense Francisco Contreras publicado hoy en el Abc (los tres, el juez Serrano, el profesor Contreras, y un humilde servidor, que somos de la misma quinta, compartimos bancas en la facultad, a ver si se me ha pegado algo del mérito de los compañeros):
"Serrano se había convertido en bestia negra de la prensa de izquierdas y las organizaciones feministas (la Federación de Mujeres Progresistas ya pidió hace meses que se le expedientara «por su ideología» [SIC], no por el asunto de la Asociación) desde que proclamó un secreto a voces: que la Ley contra la Violencia de Género (2004) ha dado lugar a innumerables abusos: denuncias falsas (sólo un 6.57% de las 480.660 interpuestas en los tres primeros años de vigencia de la Ley culminaron en sentencia condenatoria); recurso habitual a las acusaciones de maltrato en los procesos de separación… Pero es que Serrano no se limita a la fenomenología judicial, sino que profundiza hasta las raíces político-ideológicas: «hay un feminismo del resentimiento y del oportunismo que lucha por una nueva era de discriminación por razón de sexo basada en la ideología de género»; «más de 130.000 personas viven hoy en España de la llamada política de género».
Francisco Contreras: "Las verdades del juez Serrano" [Abc].
Paco Serrano, es un gran amigo mío, y le respeto mucho.
ResponderEliminarGran persona, grande.
Saludos.
Me alegro de verdad, Javier.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Joaquín. En efecto, los que conocemos a Paco Serrano desde la juventud sabemos que es un hombre cabal, y aborrecemos tanto más la persecución sectaria a que está siendo sometido.
ResponderEliminarMe permito copiar aquí la parte final del artículo. A ver si cabe:
Más revelador resulta, sin embargo, el concepto mismo de “violencia de género”. Teóricas como Celia Amorós insistieron en que el concepto “violencia doméstica” fuese sustituido por el de “violencia de género”: el primero es neutro y abarca cualquier agresión cometida en el hogar (con independencia del sexo del agredido); el segundo es un término ideológicamente cargado: presupone que la mujer es víctima por definición, y que la causa de la violencia estriba en las “relaciones de dominación patriarcal”. El art. 1 de la Ley define así la “violencia de género”: “la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas [por sus maridos o compañeros sentimentales]”.
El ultrafeminismo es, a su modo, heredero del marxismo: sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos. La idea se repite en las principales teóricas del movimiento. Kate Millet definió la relación hombre-mujer como “una relación de poder”; Shulamith Firestone pensaba que la lucha entre los sexos es el motor de la historia, que las mujeres debían relevar al proletariado como sujeto revolucionario, y que el matrimonio y la familia eran formas de “violencia institucionalizada”, diseñadas para mantener a la mujer en la sumisión. Es frecuente, también, la conceptuación de la masculinidad como agresiva y opresora: la mujer es “el sexo que engendra”; el varón, “el sexo que mata”. “Los hombres aman la muerte” (Andrea Dworkin); “el macho humano es un animal depredador” (Germaine Greer).
Pero el ultrafeminismo yerra en su diagnóstico de la violencia doméstica. Si su causa estribara en la “mentalidad machista” y las “estructuras patriarcales”, ¿cómo explicar que las tasas de feminicidio en Finlandia (9.35 por millón en 2000-2006) o Austria (9.40) sean casi cuatro veces superiores a la de España (2.81)? Si la tesis feminista fuera cierta, habría que esperar más violencia doméstica en los países mediterráneos y católicos en los que aún colean la supuesta “mentalidad machista” y la odiosa “familia tradicional”. Pero ocurre exactamente lo contrario: mueren más mujeres en los muy secularizados y liberados países nórdicos y centroeuropeos (Francia, 5.22; Gran Bretaña, 4.20).
Quien se interese por la verdad, y no por dogmas sectarios, que busque otra correlación. Los países más feminicidas son los países con menor tasa de nupcialidad, los países en los que el matrimonio ha sido desplazado por la cohabitación. Y la cohabitación resulta ser un “factor de riesgo” de primer orden en la violencia doméstica: según un estudio del INCAS-CIDE, en 2001, la tasa de feminicidios en España fue de 0.31 por 100.000 en las parejas casadas y de 3.19 en las parejas de hecho; en 2002, de 0.30 y 3.13 respectivamente; en 2003, 0.39 y 4.21 … La mayor parte de los crímenes se producen en el proceso de ruptura de la pareja. Y las parejas de hecho se rompen mucho más fácil y frecuentemente que los matrimonios. La Federación de Mujeres Progresistas puede ya pedir que me inhabiliten a mí también por “mi ideología”.
Gracias, Curro, he puesto el link al pie del texto, para acceder a tu artículo del Abc.
ResponderEliminarUn abrazo.