"Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin" (Ecl 3,10-11).
Las solemnes palabras del Eclesiastés o Qohélet parecerían invitarnos a desistir de más averiguaciones sobre el principio de todo, porque estuviese fuera de nuestro alcance. Muchos pretendieron demostrar que Dios existe (entre ellos Santo Tomás) y aún así todavía andamos buscando un argumento que haga fuerza para convencernos. Quizá el antiguo Predicador tuviese razón, ¿o es que no sabemos bien lo que perseguimos?
Pero las palabras del Eclesiastés pueden leerse también como una apelación a moderar nuestra ambición intelectual. De otro sabio de Israel, Jesús Ben Sirá, es la misma amonestación: altiora te ne quaesieris, et fortiora te ne scrutatus fueris. Y merece la pena leer como continúa: sed quae praecepit tibi Deus, illa cogita semper (Eccli 3,22).
Santo Tomás es también consciente de nuestra incapacidad. Reconoce que entre Dios y sus criaturas no hay medida [cum ipse sit infinitus et effectus finiti, finiti autem ad infinitum non est proportio], y por eso, contemplando la creación, no tenemos un conocimiento cierto de quién es Dios [non perfecte possimus eum cognocere], aunque podamos nombrarle (S.Th. 1 q.2 a.2).
Nuestra mente es limitada, como nuestra vista lo es. Nunca veremos un quark [wiki], aunque hayamos dado un nombre a esa realidad tan remota, y lo representemos con un diagrama: mediaciones simbólicas, como la del mismo nombre de Dios.
Las solemnes palabras del Eclesiastés o Qohélet parecerían invitarnos a desistir de más averiguaciones sobre el principio de todo, porque estuviese fuera de nuestro alcance. Muchos pretendieron demostrar que Dios existe (entre ellos Santo Tomás) y aún así todavía andamos buscando un argumento que haga fuerza para convencernos. Quizá el antiguo Predicador tuviese razón, ¿o es que no sabemos bien lo que perseguimos?
Pero las palabras del Eclesiastés pueden leerse también como una apelación a moderar nuestra ambición intelectual. De otro sabio de Israel, Jesús Ben Sirá, es la misma amonestación: altiora te ne quaesieris, et fortiora te ne scrutatus fueris. Y merece la pena leer como continúa: sed quae praecepit tibi Deus, illa cogita semper (Eccli 3,22).
Santo Tomás es también consciente de nuestra incapacidad. Reconoce que entre Dios y sus criaturas no hay medida [cum ipse sit infinitus et effectus finiti, finiti autem ad infinitum non est proportio], y por eso, contemplando la creación, no tenemos un conocimiento cierto de quién es Dios [non perfecte possimus eum cognocere], aunque podamos nombrarle (S.Th. 1 q.2 a.2).
Nuestra mente es limitada, como nuestra vista lo es. Nunca veremos un quark [wiki], aunque hayamos dado un nombre a esa realidad tan remota, y lo representemos con un diagrama: mediaciones simbólicas, como la del mismo nombre de Dios.
Joaquín, interesantes entradas, pero creo que serían de más aprovechamiento si tradujeras los latinajos para el vulgo que te lee.
ResponderEliminarSaludos.
Así lo haré a partir de ahora, Jaime. Algunas frases en latín no las he traducido a conciencia, para fomentar que los lectores hagan un esfuerzo de lectura (no es tan difícil). Cuando se trata de citas bíblicas, no tienes más que ir a cualquier edición castellana que tengas a mano.
ResponderEliminarSaludos.