"Compro libros y libros como si me asegurasen tiempo infinito para leerlos". La viñeta de Máximo de hoy, en el diario Abc, da que hablar. Los libros son una excrecencia de los hombres, indicio de morada humana (vestigios de discreción, los llamaba Gracián), como la tierra roturada o un vertedero. Pero son objetos singulares (suerte de mecanismos de excitación mental), que a algunos nos da por coleccionar. La gente corriente cree que los libros se compran para leerlos de inmediato, y no sospecha que los bibliófilos se complacen tan sólo con verse rodeados de tantas promesas de lectura. El tiempo es la otra cara del libro (el transcurso de componerlos, y el de leerlos). Y los libros no leídos tienen igual condición que tantas personas que no conocimos, o tantos caminos que no transitamos: posibilidades incumplidas. La sentencia chistosa de Máximo encierra una notable verdad, y es que los lectores contenemos en nuestro pecho (como cualquier otro hombre) una aspiración incolmable a la eternidad. El coleccionismo de libros es también signo de la esperanza, que al cabo se frustará, de que habremos de disponer de tiempo infinito para leer todos los libros que poseemos. Yo no renuncio.
Un compañero del Instituto Teológico dice siempre:"éste me lo dejo para la eternidad, allí tendré más tiempo". Y la verdad es que tiene mucha razón. Son muchos los libros que hemos de dejar para después.
ResponderEliminarCuánta razón tienes, Joaquín, es que nos gusta vernos rodeados de libros aunque sean "promesas incumplidas". Seguramente es algún tipo de debilidad psicológica, no lo sé, pero necesito tener libros, aunque no exista el tiempo para su lectura... Pero, ahora que lo pienso, los libros son un remedio contra la falta de tiempo, contra la muerte. Leer, les digo a mis alumnos, es resucitar. Resucitan las palabras muertas en el interior del libro y resucita el alma del hombre al leer. Los libros son lo único que quedará de nosotros cuando hayamos muerto.
Un abrazo.
Uno más bruto diría que reunir tantos libros es una variante del síndrome de Diógenes.
ResponderEliminarMagnífico, leer es resucitar: es querer escapar del tiempo.
Hablar de "tiempo (infinito) para leer", es no haber comprendido en qué consiste la lectura.
Si pensar es "el diálogo del alma consigo misma", leer es "el diálogo del alma con otras almas".
¡Qué curioso! Esta mañana vio la viñeta mi mujer y me dijo: esto lo podías poner en el blog. Recuerdo de un comentario tuyo en mi blog esa idea de que los libros, aunque no los leamos, ya nos llenan con su promesa de lectura. Cuando se imponga el libro electrónico esa es una de las cosas que vamos a perder.
ResponderEliminarYa das por hecho que se va a imponer el libro electrónico, Pseudópodo...
ResponderEliminarNo tengo argumentos sólidos para defender el libro físico (que obviamente prefiero), pero caigo en la cuenta que es como la pintura: no es lo mismo contemplar la "Rendición de Breda" en el Prado, que en una pantalla líquida.
Creo que combinar libro y soporte digital, no deja de ser un hibridismo. La esencia del libro es su tangibilidad (el dispositivo del ebook es tangible, pero las hojas que se "pasan", no).
Por nosotros que no quede, Joaquín. Aunque sepamos de su imposibilidad, nadie nos podrá reprochar en un futuro que fuimos incorfosmistas y no pusimos empeño en tratar de alcanzar en vida la eternidad.
ResponderEliminarYo tampoco renuncio, amigo Joaquín, y no pierdo la esperanza de leer la pila de libros que se me acumula, aunque sea a destiempo. Pues dicen que hay épocas de la vida idónea para algunos libros.
ResponderEliminarUn abrazo.
Alejandro, el asunto este de la inmortalidad (que es algo distinto de la eternidad) me recuerda ese cuento de Borges, en que una colonia de inmortales se aburrían tanto, que ya no les apetecía hacer nada, sino estar todo el rato tumbados, tomando el sol.
ResponderEliminarJosé Miguel, la viñeta de Máximo parece dar en la diana, repitiendo el conocido "mal de la letra escrita". Un lugar común que se repite desde Séneca y Quevedo...
Genial. He tenido esa sensación con los libros desde pequeño (sobre todo lo de promesas incumplidas, aventuras e intrigas esperando ser descubiertas...). Mi mujer se ríe de mi cuando me acerco a la biblioteca, y me quedo mirando un libro y otro, y luego otro. Alguno lo saco, le paso las hojas. Ella me pregunta. Y le contesto: Me están hablablando. Me chillan para que los lea.
ResponderEliminarAlguno me suplicó (como Oliver Twist), otros se me insinúan (como Ultimas tardes con Teresa), otros me miran soberbios (como Crimen y Castigo). Cada vez que termino de leer un libro, y voy a por otro, veo mi biblioteca agitarse, para colocarse en el trono de mi mesita de noche. Afortunadamente, casi siempre reina más uno...
Experiencia compartida, gracias Paco.
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