En Portugal, el país hermano de España (un hermano separado, para los iberistas), se han celebrado hoy elecciones legislativas, que marcan tendencia, porque España y Portugal también están hermanadas por una grave coyuntura económica y financiera. Han ganado sobradamente las derechas, lideradas por Pedro Passos Coelho. ¿Qué está pasando? Yo tal vez sea un simple, en materia política, pero es que lo veo así de simple: la gente tiene miedo del futuro, y se ha vuelto conservadora, temerosa. No es tiempo de agitación anarquista, sino de regresar de la fiesta al refugio del hogar. Y lo mismo va a pasar, muy pronto, en España (no es fatalismo, es realpolitik).
La gente busca oráculos, y yo, que también soy gente, creo encontrarlo, no sé si por pedante, en el Platón de la Politeía (rehúyo el título tradicional de La República). Es un diálogo extenso, y sólo se entiende leído en panorámica, pero por ahora conduzco a los interesados a los textos conclusivos, los libros VIII y IX, donde se describen las formas corrompidas de gobierno. Todos tenemos en la cabeza una idea bastarda de corrupción (la del político que sisa del presupuesto, de variadas maneras creativas), aunque en la mente del griego la generación y la corrupción son las fuerzas que gobiernan el devenir de las cosas del mundo (genial intuición de lo que hoy conocemos como termodinámica). Claro que hay muchos que no tragan a Platón, porque pensaba que la democracia, el poder de los antojos del pueblo, es también otra forma corrupta de la política.
Dice Platón, por boca de Sócrates (544d): "¿Y sabes que es forzoso que existan también tantas especies de caracteres humanos como formas de gobierno? ¿O crees que los gobiernos nacen acaso de alguna encina o de alguna piedra y no de los caracteres que se dan en las ciudades, los cuales, al inclinarse, por así decirlo, en una dirección, arrastran tras de sí a todos los demás?"
La idea magistral de Platón es que la política se reduce a psicología colectiva, y en esto me manifiesto como platónico. Las estadísticas electorales, única forma objetiva de pulsar el estado emocional de la gente, en un instante, que sólo se dan en las democracias, donde rige el sufragio universal, traducen en signos (one man, one vote) lo que quiere y espera la gente de sus gobiernos. Y el pueblo no es tonto, ni se deja engañar constantemente: You can fool all the people some of the time, and some of the people all the time, but you cannot fool all the people all the time (Abraham Lincoln).
O en palabras del clásico: vox populi, vox dei.
[La traducción del pasaje de Platón es de José Manuel Pabón y Manuel Fernández Galiano]
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