APROBACIÓN. Por comisión del señor Doctor
Gutierre
de Cetina, vicario general desta villa de Madrid,
corte de Su Majestad, he visto este libro de la
Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote
de la Mancha, por
Miguel de Cervantes Saavedra, y no hallo en él
cosa indigna de un cristiano celo
ni que disuene de la decencia debida a buen ejemplo
ni virtudes morales...
Certifico con verdad que en
veinte y cinco de febrero deste año de
seiscientos y quince, habiendo ido el
ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval
y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi
señor, a pagar la visita que a Su
Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que
vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus
príncipes y los de España, muchos
caballeros franceses de los que vinieron
acompañando al embajador, tan corteses como
entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a
mí y a otros capellanes del cardenal mi
señor, deseosos
de saber qué libros de ingenio andaban más
validos; y tocando a caso en este que yo estaba
censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de
Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas,
encareciendo la estimación en que así en
Francia como en los reinos sus confinantes se
tenían sus obras: La Galatea, que alguno
dellos tiene casi de memoria, la primera parte desta
y las Novelas. Fueron tantos sus
encarecimientos,
que me ofrecí llevarles que viesen el autor
dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos
deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su
profesión, calidad y cantidad. Halléme
obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y
pobre, a que uno respondió estas formales
palabras: «¿Pues a tal hombre no le tiene
España muy rico y sustentado del erario
público?». Acudió otro de aquellos
caballeros con este pensamiento, y con mucha agudeza,
y dijo: «Si necesidad le ha de obligar a
escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia,
para que con sus obras, siendo él pobre, haga
rico a todo el mundo».
Bien creo que está, para censura, un poco larga...
EL LICENCIADO MÁRQUEZ TORRES
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