El pasado domingo, en el dominical del Abc, he leído un espléndido artículo de Juan Manuel de Prada, en el que entre otras curiosidades, se atreve a cantar un elogio del libro de papel (aquí). Me ha parecido tan sentido y sincero, y tan acertado, que no dudo en reproducir aquí, con mi aplauso, los augurios sobre el libro de Prada:
"Ciertamente, se venden muchos menos libros que antaño, pues las
angosturas económicas y la rapacidad y avaricia editorial han causado
grandes estragos. Pero, después de dejarnos arrastrar por la fascinación
tecnológica, hemos vuelto a descubrir (como hijos pródigos) que la
lectura más grata y reparadora es la que hacemos en un libro y no en un
artilugio electrónico; y que los libros que amamos queremos guardarlos,
ocupando sitio en la biblioteca, porque son vigías del tiempo que velan
por nosotros y entre sus páginas se esconde nuestra biografía; porque,
bajo su apariencia inerte y muda, nos brindan compañía y consuelo, en
las tormentas de la vida; porque basta que abramos uno de nuestros
libros más queridos, leídos allá en la lejana juventud, para evocar el
clima espiritual que su lectura nos procuró; y, al evocar aquel clima
del pasado, se alumbra nuestro futuro, aunque ya lo arañen las garras de
la vejez."
Por mi parte, en una próxima nota me atreveré, de nuevo, a hacer predicciones sobre el libro, sobre los libros. Ya lo he hecho antes (aquí). Largo me lo fiáis, y dentro de cien años, todos calvos...
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