16 marzo 2017

Los recuerdos de Fernando Villalón, de Manuel Halcón

El otro día, en la librería del joven librero de viejo Daniel Cruz, en la sevillana a más no poder calle Boteros, Daniel, que ya me había vendido algún tomo suelto de las obras completas de Jaime Balmes en la B.A.C., tuvo la gentileza de mostrarme unos elegantones tomitos de las obras completas del padre Coloma, publicados por Razón y Fe. Entonces la conversación echó a volar. Yo le conté que he sido lector muy tardío de Pequeñeces, a pesar de que desde la niñez he visto rodar en casa la novelita. Creo que, lector ya adolescente, me tumbaba el ambiente de cursilería que la novela transpiraba desde las primeras páginas, y yo prefería leer antes, qué sé yo, a escritores entonces de moda como Stefan Zweig, o Pearl S. Buck. Pero al final, todo libro tiene su momento, y siendo lector que ya peina canas, creo que lo he leído en el momento oportuno para comprenderlo. No ha pasado de moda. Con el librero de viejo de la calle Boteros estuvimos comentando que muchos autores de los últimos tiempo (pongamos por ejemplo a Jaime Balmes), se encuentran inmerecidamente situados en un segundo escalón, siendo lecturas espléndidas. Claro que hoy los chavales, digitales nativos, a duras penas leen libros del primer escalón (digo yo por ejemplo el Lazarillo de Tormes), mucho menos entonces los del segundo. Uno de estos pueden ser los deliciosos Recuerdos de Fernando Villalón, de Manuel Halcón, publicados por vez primera en los Talleres de Rivadeneyra de Madrid en 1941 [Ricardo Gullón]. El aristócrata y escritor sevillano Manuel Halcón y Villalón-Daoíz (1900-1989) era primo del célebre ganadero y poeta (o viceversa) Fernando Villalón-Daoíz y Halcón (1881-1930), muerto pronto. Este librito de Recuerdos (en que aparece fugazmente el bandolero "el Pernales"), ha hecho inmortal (digamos con esa módica y transitoria inmortalidad que procuran las letras) al poeta Villalón. Es un librito de lectura deliciosa e inolvidable, y no sé si, como en el caso del padre Coloma, está ya instalado en el purgatorio del segundo escalón literario. Cada cierto tiempo alguien se acuerda que merece una reedición. Hoy, leyendo el periódico con el café, me he desayunado con la noticia de que la editorial Renacimiento de Abelardo Linares, ha decidido reeditar también estos Recuerdos. En la cubierta de la nueva edición (igual que en aquella vieja de Alianza del año 1969) aparece la célebre fotografía de Villalón fumando descabalgado, con la garrocha en la diestra. En fin, termino con un sucedido muy curioso, ya que soy sensible a las casualidades muy poco casuales [Jung]. Hace tan sólo un par de días estuve sobando mi ejemplar de los Recuerdos de Fernado Villalón (un libro de bolsillo como el de la imagen), que me trae buenos recuerdos de lectura, e incluso me entretuve en forrarlo, pensando en conservarlo para volverlo a leer. Hoy precisamente me encuentro con que se reedita. Esto es una causalidad, no una casualidad.

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06 marzo 2017

Al Cielo iremos los de siempre

La principal razón de estudiar latín es que hemos recibido un legado de saberes escritos en esa lengua. Pensemos, en un rápido recorrido mental, en Lucrecio, Séneca, o Agustín de Hipona, o en Erasmo, Martín Lutero, Luís Vives, o incluso Isaac Newton; o en el Corpus Iuris Civilis (matriz del derecho vigente), o en la Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino; o en la Biblia latina (tan antigua como el cristianismo mismo). Conmueve recordar a un gran prosista de la lengua, el pbro. Jaime Balmes, que para asegurar la difusión en todo el orbe católico de una de sus obras (la Filosofía elemental de 1847), se esfforzó en preparar él mismo su traducción al latín, que no logró completar antes de su muerte prematura en 1848.

Estos días, el latín vuelve a ser noticia en España, con la entrada en vigor de la 3ª edición del Misal en castellano [C.E.E.], traducción del Missale Romanum de Pablo VI (1969) [vat]. No es mi oficio la liturgia, puesto que soy un simple feligrés que se limita a ir a misa los domingos y fiestas de guardar; pero no quiero ahorrarme un comentario sobre una de las novedades más llamativas de este misal en castellano. Se ha retocado la fórmula de la consagración. Aquellas palabras: "Hic est enim calix sanguinis mei... qui pro vobis et pro multis effundetur...", hasta ahora y, desde el primer misal de 1970, se decían así en castellano: "... que será derramada por vosotros y por todos los hombres...". Pero el nuevo misal las ha vertido así: "... por vosotros y por muchos...". Los fieles del montón, como soy yo, se pueden interrogar entonces si es que el Mesías sólo vino a salvar a los más listos o a los más bonitos, o es que, como decía aquella señora del célebre chiste de Mingote, "porque al Cielo, lo que se dice ir al Cielo, iremos los de siempre".

Esto no ha sido cosa de los obispos españoles, sino del que fue papa Ratzinger, y viene de largo [Carta]. A mí me parece que es una regresión litúrgica. José Manuel Bernal, en su artículo "Pro vobis y por multis", flaco favor a la renovación litúrgica", lo explica muy bien [aquí], y me dispensa de más comentarios. Aunque me gustaría añadir ahora un par de notas, producto de la compulsa de algunas versiones bíblicas.

Multi (lat.), oi polloi (gr.), harabim (hbr.), son expresiones que pueden significar "muchos" o "todos". En la traducción hay que tener presente si esas expresiones están empleadas predicativa o distributivamente, y que 'mucho' es un término ambiguo en castellano. Luego, no puede pretenderse una traducción exacta, o "literal" (¿existe la traducción literal?). Y no hay que confundir la traducción literal con la versión calcada. Traducir el latín 'multi' por el castellano 'muchos', tal vez no sea una traducción fiel, ni siquiera literal; a lo sumo es un mal calco, casi de latín macarrónico.

Algunas versiones modernas de la Biblia son receptivas, en el pasaje del profeta Isaías, 53, 11-12 (antecedente de la fórmula de la institución de la Eucaristía) a una traducción más conforme con el sentido bíblico originario. Hay que mencionar aquí la Bible de Jérusalem, en francés, y en castellano, la Biblia del peregrino (de J.L. Alonso Schökel), o la Biblia de Navarra ("llevó los pecados de las muchedumbres"). La Bibbia de la Conferenza Episcopale Italiana, publicada en el año 2003, traduce, como parece muy generalizado, "il giusto mio servo giustificherà molti" [CEI], aunque la edición impresa contiene una interesantísima nota al margen: "Il senso di 'molti' è discusso: alcuni pensano che debba essere riferito alla multitudine del popolo, altri, piuttusto, alla insieme delle nazioni".

La mayor de las sorpresas me la he llevado consultando la traducción de la Vulgata latina del P. Felipe Scío de San Miguel (Madrid, 1796). Poseo precisamente el tomo de la Prophecia de Isaías, que hace unos años tuve la fortuna de encontrar en un mercado de libros viejos. El P. Scío traduce Is 53,12 así: "Él cargó con los pecados de muchos, y por los trasgresores rogó". Hasta aquí, lo esperable. Lo sorprendente es la nota a pie de página, que invito a consultar, donde el P. Scío comenta: "Los pecados de muchos, de todos, como se usa freqüentemente en las Escrituras". Véase por tanto, que al menos un sabio escriturista de hace dos siglos ya tenía claro el sentido recto que debía darse al verso de Isaías: et ipse peccatum multorum tulit.

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