Cuando me he decidido a escribir sobre los milagros (más que nada para aclararme las ideas), me ha llamado la atención que la gente corriente no hable de si ha sido testigo de algún milagro, o de si tal o cual curación es milagrosa, sino que pregunta simplemente: ¿crees en los milagros? El sentido común sitúa lo milagroso, no en la evidencia, ni en los testimonios, sino en las creencias. No deben ser los milagros, piensa la gente, algo que suceda a la vista de todos, sino algo en lo que se cree o no.
Los milagros, por sus propios rasgos maravillosos, pueden ser objeto de supersticiones, e incluso una oportunidad de negocio. Pero como objeto de reflexión es un problema discutido muy en serio, leída la entrada que le dedica la Stanford Encyclopedia of Philosophy [enlace]. Tampoco es necesario encarecer la importancia que el milagro tiene para el cristianismo. En las causas de santos, es relevante la fama signorum (la opinión de los fieles sobre gracias y favores recibidos), y toda la teología católica se funda en dos hechos milagrosos: el nacimiento virginal, y la resurrección. Así que es asunto que obliga a circunspección.
La definición insuperada de milagro, o hecho maravilloso, es la de Santo Tomás (S.Th. 1, q.110 a.4): aliquid dicitur esse miraculum, quod fit praeter ordinem totius naturae creatae (un milagro es lo que se produce fuera del orden de toda la naturaleza creada). Desde aquí discuten los filósofos la circunstancia praeter ordinem naturae (esto es, "fuera de las leyes naturales"). En tales términos, ¿son posibles y creíbles los milagros?
Me parece instructivo que nos asomemos a la variante de esta definición clásica, que ofrece el apologeta inglés C.S. Lewis, precisamente de su libro Miracles (1947): I use the word Miracle to mean an interference with Nature by supernatural power ("empleo la palabra milagro para expresar una interferencia en la naturaleza de un poder sobrenatural") [Harper Collins]. Un milagro, para Lewis, es una interferencia sobrenatural. Con lo cual nos guía a su propósito apologético, que es defender que, de hecho, lo sobrenatural es ordinario, y que tales interferencias se dan en nuestro mundo.
Es curiosa la palabra interferencia. Según el diccionario de la Academia, en castellano es un préstamo del inglés [drae], que lo tomó del francés medio enterferer, y en último término del latín ferire (golpear, herir). Por eso, en la mente de Lewis, el milagro es como una herida, una violencia en la naturaleza. Una ilustración humorística de lo milagroso tomado en este sentido, es la película de Bill Murray "El día de la marmota" (Groundhog Day, 1993), en que los días no se suceden, sino que el mismo día se repite una y otra vez todas las mañanas, cuando el protagonista despierta.
No hay dificultad en afirmar que Dios está en todo, o según Santo Tomás: Deus est in onmibus rebus... non solum quando primo esse incipiunt, sed quandiu in esse conservatur (S.Th. 1. q.8 a.1), tesis que ilustra con una bella imagen: sicut lumen causatur in aere a sole quandiu aer illuminatus manet ("como la luz que el sol provoca en el aire se mantiene mientras el aire está iluminado"). Pero esa presencia sobrenatural, sustentadora, ¿interfiere milagrosamente en alguna ocasión?
Se me ocurren dos objeciones. La primera radica en una limitación en nuestra capacidad de observación (el principio de incertidumbre, que el mismo Lewis menciona). Lo sobrenatural no puede manifestarse en la naturaleza más que como natural (por eso el Niño Dios es a los ojos de los pastores un niño). No es concebible una intromisión sobrenatural en lo natural, porque son dimensiones inconciliables. Desde nuestra perspectiva de individuos inscritos en la naturaleza (como peces en el agua) no podemos reconocer intromisiones sobrenaturales. En este punto, no ignoro que Lewis defiende que los fenómenos mentales son sobrenaturales, opinión que se antoja muy discutible; con eso estaría resuelta para él la intromisión ordinaria de lo sobrenatural en lo natural. Pero el hecho de que lo mental no sea reducible a lo material, no se sigue que lo mental sea sobrenatural. C.S. Lewis tiene una idea mal fundada de lo sobrenatural (porque confunde a mi juicio lo natural y lo material: la materia es natural, pero no toda la naturaleza es material).
Si ahora volvemos a Santo Tomás, encontraremos que el auténtico problema de su definición: quod fit praeter ordinem totius naturae, radica en sus dos primera palabras: quod fit, lo que se hace o se produce. No cabe un fiat sobrenatural que irrumpa en la naturaleza (y por eso tampoco es propio hablar de un "instante creador": el acto creador, el fiat lux, no se adhiere a la secuencia natural). Si las leyes naturales se interrumpiesen por intromisión sobrenatural (praeter ordinem naturae), tal hecho milagroso no podría ser reconocido por observadores naturales como nosotros somos.
La segunda objeción a la posibilidad de los milagros podría seguir la llamada paradoja de Fermi [wiki]: si la existencia de extraterrestres es tan probable, ¿dónde están? De algún modo también los extraterrestres son milagrosos, pero me quiero referir aquí al orden gnoseológico: si los milagros son posibles, ¿dónde están? La proliferación de causas de santos ha hecho proliferar también los testimonios de curaciones milagrosas. Pero en rigor se trata de curaciones que no son explicables a la luz de la ciencia médica presente, y por eso los peritos en estos procesos recurren a la cláusula de estilo: "curación científicamente inexplicable" (un médico nunca aseverará la existencia de un milagro). Nos encontramos por tanto con que los milagros, entendidos como hechos que violentan el orden de la naturaleza, no se nos aparecen. ¿Qué resta, entonces?
Con un poco de ironía, yo afirmo creer en los milagros... pero no en la definición de Santo Tomás. Sí, creo que los milagros se dan, pero que no son hechos maravillosos (como ver un burro volando). Después de lo dicho, los definiría como la revelación en la naturaleza y en la vida de la gente de un significado sobrenatural. El milagro no se manifiesta a nuestros sentidos, sino a nuestro entendimiento. Y no altera el curso natural de las cosas. El milagro es simbólico, no prodigioso. La visión de la noche estrellada sobre nosotros ya es milagrosa, porque nos manifiesta al Dios creador que está en todas las cosas.
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Y con esto, ¿no te cargas los milagros, como ayer te cargabas la Resurrección?
ResponderEliminarDigo yo.
Enrique, no diría que me hubiese cargado los milagros (existirán, en su caso, pensemos lo que pensemos).
ResponderEliminarYo diría que he rechazado (y lo digo explícitamente) la definición tomista de milagro como hecho 'praeter ordinem naturae' (y no digo nada de la definición más osada de C.S. Lewis, de milagro como 'interferencia sobrenatural').
Tampoco diré, como el primer Tomás, que si no veo, no creo. Creo en los milagros, de otro modo (igual digo de la resurrección).
Quizás no he comprendido bien tus argumentos, Joaquín (soy un lego en teología), pero lo que he creído entender no lo comparto. Volviendo sobre Lewis, ¿no habría que considerar una "interferencia de lo sobrenatural" la mera Encarnación, percibida como sea con las limitaciones de nuestros sentidos? En ese sentido, tu distingo entre 'resucitado' y 'aparecido' no me convence ¿Si se cree que Dios se hace Hombre, cómo pensar que no se podría manifestar a sus discípulos también en su "estado" de resucitado, o similar, como culminación de sus enseñanzas? Situar en planos tan excluyentes lo natural y lo sobrenatural haría inviable el Cristianismo. Los Evangelios son relativamente posteriores, y la primera comunidad cristiana era en gran parte -según creo que decía Lewis, y en eso radicaba su fuerza de convicción- la de los testigos de la Resurrección, se manifestara como se manifestase. En este aspecto, rechazar en bloque los testimonios evangélicos por no adaptarse a la mentalidad -estrechamente- cientifista de nuestro tiempo, no me parece un criterio, y valga la redundancia- científico. No sé, quizás esté confundido, y no te he entendido bien.
ResponderEliminarMuchas gracias de nuevo, Joaquín, por interesarte por mi salud.
Un fuerte abrazo.
Gracias, José Miguel, esa es justamente la tesis de Lewis, que la Encarnación es la gran inteferencia de lo sobrenatural en lo natural. El problema es nuestro (o más bien de los que soportamos una visión estrechamente cientifista), si realmente la Encarnación, tal cómo hoy todavía se explica, es creíble. Esa es también la propuesta de determinadas corrientes teológicas, de liberar de contenidos mitológicos las tradiciones cristianas que han llegado a nuestros días. Es verdad que nadie puede saber dónde termina lo mitológico, y comienza la verdad del Evangelio. Ese es el camino actual de la fe, discernir nuestra fe.
ResponderEliminarUn abrazo.
muy interesante. de esta manera todo es milagro... si tienes Fe.
ResponderEliminarsi no tienes Fe el milagro no existe.
todo depende la Fe, del cristal con el que se mira la realidad, y no tanto de la realidad misma.
un delincuente crucifiado Vs. Dios salvando el mundo.
para seguir hablando de Lewis, su descripcion de infierno en el ultimo libro de las Cronicas de Narnia... cuando los enanos estan en un prado espectacular pero ellos afirman y estan totalmente convencidos de encontrarse en un establo, amontonados, a oscuras, etc.
el estado subjetivo lo seria todo.
La condición objetiva del milagro (milagros verificables empíricamente), exigiría que fuese evidente para todos los observadores.
ResponderEliminarSin embargo, sigue en pie la réplica (un tanto chusca) de Fermi: si los milagros existen así, ¿dónde están?