El estrés me fuerza a liberarme de algunos compromisos, como este mismo de bloguear, y dedicarme sólo a los deberes y devociones más apremiantes. Por una temporada, de extensión incierta, no publicaré otro post nuevo. Mi apagón bloguero incluirá, de propósito, no visitar otros blogs ni, por fuerza, comentar en ninguno. Aunque sí leeré furtivamente vuestros comentarios, que me llegan por correo electrónico. Pero volveré pronto, espero que renovado. En estos últimos meses (¡sólo unos meses!) he aprendido mucho de vosotros. A algunos os deseo que abandonéis ya las lecturas ñoñas, y que os atreváis a saber... (¿Pero quién diría eso?). Por ejemplo, que leáis el librito de Paul Lafargue, yerno de Marx, El derecho a la pereza (1880):
"Si la clase obrera, tras arrancar de su corazón el vicio que la domina y que envilece su naturaleza, se levantara con toda su fuerza, no para reclamar los Derechos del Hombre (que no son más que los derechos de la explotación capitalista), no para reclamar el Derecho al Trabajo (que no es más que el derecho a la miseria), sino para forjar una ley de bronce que prohibiera a todos los hombres trabajar más de tres horas por día, la Tierra, la vieja Tierra, estremecida de alegría, sentiría brincar en ella un nuevo universo... ¿Pero cómo pedir a un proletariado corrompido por la moral capitalista que tome una resolución viril?"
Hasta muy pronto.
"Si la clase obrera, tras arrancar de su corazón el vicio que la domina y que envilece su naturaleza, se levantara con toda su fuerza, no para reclamar los Derechos del Hombre (que no son más que los derechos de la explotación capitalista), no para reclamar el Derecho al Trabajo (que no es más que el derecho a la miseria), sino para forjar una ley de bronce que prohibiera a todos los hombres trabajar más de tres horas por día, la Tierra, la vieja Tierra, estremecida de alegría, sentiría brincar en ella un nuevo universo... ¿Pero cómo pedir a un proletariado corrompido por la moral capitalista que tome una resolución viril?"
Hasta muy pronto.