27 agosto 2008

Humilitas

Estos días se cumple el trigésimo aniversario del pontificado de Albino Luciani, Juan Pablo I, que tan sólo se extendió durante treinta y tres días. Una gran impronta en tan breve tiempo debió dejarnos cuando aún le recordamos y lloramos, nostálgicos de una Iglesia menos comprometida con los poderes de este mundo. También quiero compartir con vosotros un texto muy hermoso que le recuerda, leído aquí en internet:

"Hace treinta años se lloraba a Paulo VI y Dios entregó a la Iglesia un papa bueno y fiel. Mucho se ha especulado sobre el destino de la Iglesia si no hubiera muerto de forma inesperada; sin embargo, el mensaje del papa Albino es actual y vigente para la Iglesia que se ve sacudida por las tempestades del escándalo, del cisma, de la reprensión y falta de testimonio. El breve pontificado de Juan Pablo I tuvo directrices contundentes: sencillez, humildad y santidad. Era un mensaje para que la Iglesia se bajara de su aire imperial y hacerse una con el mundo, sin ser del mundo, para volver a la sencillez del Evangelio y guardar, para siempre, la tiara del poder temporal. Juan Pablo I será recordado por sus palabras sencillas que escondían la más grande de las elocuencias; por su imagen frágil que guardaba la voluntad férrea sostenida por el poder del Dios Eterno; por la sinceridad de la sonrisa del sucesor de Pedro que transparentaba la sonrisa del rostro del rabí de Nazareth que extendió la mano al pecador arrepentido.

"Y hoy en este mundo donde parece dominar la soberbia, donde muchos quieren aparecer como los únicos y con la autoridad precisa e indiscutible en sus dichos, resplandecen las palabras del papa Juan Pablo I, como lección a todos los que creemos en Cristo, en el tercer milenio que necesita del testimonio sencillo y poderoso de cada bautizado: “A nadie le dan ganas de creerse casi un santo o medio ángel cuando sabe que ha cometido faltas graves. El Señor lo ha recomendado insistentemente: sed humildes. Aunque hayáis hecho grandes cosas, decid: somos siervos humildes."


Guillermo Gazanini:
26 de agosto de 1978, “Tempestas magna est super me”

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