Otra anécdota de facultad, de hace veintipico años. Uno de nuestros viejos maestros (que aún vive), amigo de contar chascarrillos finos para hacer más saladas las lúgubres lecciones, nos contó un día una anécdota del Rector Ramón Carande... Explicaba un día la moneda y el crédito. Un alumno levantó la mano: "Don Ramón, ¿por qué el Banco de España no imprime más billetes, para repartirlos entre todos, y así acababa con la pobreza? Y el profesor Carande, repuesto de la sorpresa, le contesto: "Hijo mío, que Dios le conserve la inocencia...". Y así este viejo maestro, discípulo de Carande, nos inculcaba la importancia para un jurista de obedecer sobre todo, antes que a las leyes, sentencias y doctrinas, al sentido común.
Ese juez que aparece en una de las inmortales planchas de Daumier, resume para mi la actitud contraria al buen sentido: la insensatez de los juristas. El juez, repantingado en su sillón, a la vista del ladrón atado de pies y manos, que acaba de excusarse porque no tenía qué comer, le está contestando: "Tenías hambre... tenías hambre... Ésa no es una razón. Yo también tengo hambre todos los días, y no por eso robo".
Un gran profesor de derecho, Álvaro d'Ors, enseñaba: "Para un jurista, basta el sentido común. El sentido común es la verdadera filosofía de los juristas. Y el sentido común no se determina por estadísticas plebiscitarias, sino por una simplicidad de la razón individual de cada uno: no es el sentir de las multitudes, sino el de cada hombre no-demente con el que nos podemos encarar...".
Estaba yo tentado a hacer eso que llaman "crónica de tribunales", al hilo de las insensateces de las que nos informan las primeras planas de los periódicos. Pero entre el miedo reverencial, y el comprender que no tienen mucho recorrido las ocurrencias de vuelo gallináceo de nuestras altas magistraturas, he preferido dar esta modesta lección sobre un principio áureo de la práctica forense: tener la cabeza sobre los hombros. Porque no son justas las leyes y las sentencias que contravienen el sentido común, esto es lo que puede entender la gente de la calle mediante su sentido primario de lo que es recto y justo, por mucho que se apoyen esas leyes y esas sentencias, como decía el jurista d'Ors, en las "estadísticas plebiscitarias".
(¡Shsssssssss...!).
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Ese juez que aparece en una de las inmortales planchas de Daumier, resume para mi la actitud contraria al buen sentido: la insensatez de los juristas. El juez, repantingado en su sillón, a la vista del ladrón atado de pies y manos, que acaba de excusarse porque no tenía qué comer, le está contestando: "Tenías hambre... tenías hambre... Ésa no es una razón. Yo también tengo hambre todos los días, y no por eso robo".
Un gran profesor de derecho, Álvaro d'Ors, enseñaba: "Para un jurista, basta el sentido común. El sentido común es la verdadera filosofía de los juristas. Y el sentido común no se determina por estadísticas plebiscitarias, sino por una simplicidad de la razón individual de cada uno: no es el sentir de las multitudes, sino el de cada hombre no-demente con el que nos podemos encarar...".
Estaba yo tentado a hacer eso que llaman "crónica de tribunales", al hilo de las insensateces de las que nos informan las primeras planas de los periódicos. Pero entre el miedo reverencial, y el comprender que no tienen mucho recorrido las ocurrencias de vuelo gallináceo de nuestras altas magistraturas, he preferido dar esta modesta lección sobre un principio áureo de la práctica forense: tener la cabeza sobre los hombros. Porque no son justas las leyes y las sentencias que contravienen el sentido común, esto es lo que puede entender la gente de la calle mediante su sentido primario de lo que es recto y justo, por mucho que se apoyen esas leyes y esas sentencias, como decía el jurista d'Ors, en las "estadísticas plebiscitarias".
(¡Shsssssssss...!).
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Precisamente veía ayer una necrologica de Alvaro D´Ors, al hilo del seguimiento de la pagina web de su hija sobre Xenius.
ResponderEliminarY se alababa su figura y se hacía un apunte precioso de don Eugenio sobre la Maestría. Distinguiendo al profesor del Maestro.
Poco se habla de esto hoy en día, y agradezco el recordatorio que haces hoy.
Sobre la injusticia de algunas leyes algo tiene también el gran Juan Iglesias, uno de los mejores romanistas de nuestro siglo XX,
Gran abrazo
Magnífica la anécdota. Eso de conservar la inocencia es cada vez más difícil en este mundo.
ResponderEliminar¿Los jueces? Pues como todos los gremios. Antes se decía que "el hábito no hace al monje". Ahora parece que sí: cualquier cretino es juez, notario, presidente...
Un saludo
Joaquín, del sentido común habría tanto que hablar...
ResponderEliminarSiendo el menos común de los sentidos, habría que exigirlo, junto a la ecuanimidad, en las oposiciones a judicatura, pero no, y así quedamos al azar de qué juez nos " toque" en el caso, Dios nos libre, de tener un proceso judicial.
Saludos sin togas
¡ Ah ! Los Carande y mi familia materna eran conocidos y se apreciaban bastante.
Gracias, Morgenrot. También al profesor Carande lo he conocido de cerca. Recuerdo de niño verlo muchas veces ataviado con un poncho, ya anciano. Después, en la facultad lo pude escuchar en una tertulia (al día siguiente salió en portada del ABC, y mi abuelo se reía de que yo no hubiera salido en la foto, por vergonzoso...). Quizá la anécdota más curiosa que él mismo contaba, es haber visto pasar ¡al mismísimo Lenin!
ResponderEliminarSería bonito ver esa portada de ABC, aunque tu te evadieras...Y ahora no creo que seas muy vergonzoso.
ResponderEliminarLo de Lenin, muy entrañable.
Gracias por contarlo.