Ocurrió en Pinos Puente. Los obreros de una fábrica comenzaron a injuriarle y a blasfemar. Se acercó a ellos fray Leopoldo y les dijo:
-Soy fraile, podéis injuriarme y decirme lo que queráis, pero a Dios, no. No pronunciéis su nombre sino para bendecirlo y alabarlo.
En otro lugar le gritaron:
-Fraile, tenemos hambre.
Y fray Leopoldo echó mano a su zurrón y les dijo:
-Aquí llevo un pan. Os daré la mitad y guardaré la otra mitad para mis frailes.
Por aquel entonces se asustaba a los niños con el Tío Manteca. Apareció a la entrada de un pueblo fray Leopoldo, con la pinta que llevaba. Y los niños corrieron a sus casas gritando:
-¡Que viene el Tío Manteca...!
Hubo quien corrió hacia él con no buenas intenciones. Pero le paró la venerable presencia del frailecico.
Pasa por una siega y oye un insulto:
-¡Fraile, gandul!
Fray Leopoldo se acercó, pidió una hoz y recordó sus años mozos de labrador. Y todos quedaron contentos y amigos de aquel humilde fraile.
Pasó por la plaza de un pueblo y los muchachotes comenzaron a tirarle piedras. Fray Leopoldo se puso de rodillas con los brazos en cruz y cesó la lapidación.
Carlos Ros: Vida de fray Leopoldo de Alpandeire (1996)
Carlos Ros: Vida de fray Leopoldo de Alpandeire (1996)
Gracias Joaquín por traernos a la memoria anécdotas de la vida de este gran hombre, tan querido por muchos.
ResponderEliminarDificilmente pasa un día que no lo recuerde en mi interior con el amor que le profeso.
Un saludo con afecto
Me gusta mucho leer este tipo de biografías, basadas en hechos reales pero con un toque novelado.
ResponderEliminarSanto curioso.
Un abrazo.
Gracias, Morgenrot, Javier. Lo curioso es que fray Leopoldo no es "santo" (todavía). Y también lo maravilloso de leer un relato de su vida, es que apenas tiene nada que contar, a menos que la gran admiración que se le tenía aún en vida, hasta nuestros días.
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