Iba a seguir con el tostón de la parte teórica, más abstracta y abstrusa, de la encíclica Caritas in veritate, cuando se ha interpuesto la novedad de otro documento de los obispos españoles, una "Declaración ante la crisis moral y económica" [Conferencia Episcopal Española]. Me ha parecido que hacer un breve comentario de alguna de sus afirmaciones es una buena oportunidad para entrar en la materia de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, según el espíritu y la letra de la Caritas in veritate.
Lo primero que llama la atención, ya en el mismo título de la declaración de los obispos, es que se quiera hacer ver que la crisis económica coincide con una situación de crisis moral, sugiriendo una relación de causa a efecto. Por tanto, lo que debemos examinar es si realmente puede identificarse así, sin más ni más, crisis económica y crisis moral. O como digo al principio, en un intento de inocente provocación, "si la crisis es pecado".
Los obispos dicen: Somos conscientes de la gravedad de la situación en la que nos encontramos, por causas que tienen su origen en la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, que es raíz de todos los males, y la carencia de control de las estructuras financieras, potenciada por la economía globalizada. Esto es, la crisis económica es una manifestación de una crisis moral subyacente. ¿Es aceptable esta tesis? Creo que no, y me explicaré.
1. La palabra crisis se emplea en sentidos distintos en la misma frase. Tomada en sentido moral, por crisis parece aludirse a una situación de general deshonestidad pública, manifestada en la falta de honradez y codicia, y que supone un descenso o "pérdida de valores morales". Pero en sentido económico, el término "crisis" se refiere, de manera imprecisa, a las coyunturas de bajo nivel de actividad productiva y de empleo, combinado con la elevación de precios. Si la calificación de "crisis moral" implica emitir un juicio de valor, la "crisis económica" supone estrictamente la medición y diagnóstico del estado transitorio de una economía, y es una cuestión de hecho, no de valor. Por tanto, asociar crisis moral y crisis económica supone mezclar indebidamente consideraciones de hecho y de valor, que no son comparables. La declaración incurre aquí en la falacia is-ought.
2. Si aceptásemos una correlación entre los niveles de actividad económica, y el "nivel moral", llegaríamos a conclusiones absurdas. El mismo documento reconoce que las víctimas de la crisis económicas son los desempleados, los pequeños empresarios o comerciantes que cesan en su actividad, los inmigrantes abandonados a su suerte. Son a éstos a quienes el Señor llamó bienaventurados. Los perdedores son ganadores (hay un gran libro de Luís Cencillo sobre esta paradoja); luego la correlación apuntada no se cumple con los más débiles. Como he oído decir, no hay que olvidar que los pobres, el "Sur" de nuestro planeta (Asia, África, América latina) viven en una continua crisis, o depresión incesante, que es invariante del nivel moral que quiera reconocerse.
3. Los ciclos y fluctuaciones (incluso estocásticas) de la actividad económica, los apogeos y depresiones del empleo y la riqueza, son por principio extraños a consideraciones morales. Son dinámicas intrínsecas a los sistemas económicos (lo mismo da que sean economías liberales, capitalistas, o socialistas). Que la economía experimente alzas y bajas, es tan natural y fisiológico como la sístole y la diástole del corazón. La moralidad se refiere a las conductas humanas, no a los procesos naturales, físicos o mecánicos, como pueden ser los procesos y dinámicas económicas. De nuevo, sólo de manera metafórica, pero impropia, pueden analogarse crisis económica y crisis moral, porque pertenecen a órdenes extraños entre sí: el material y el moral.
4. Incluso si todos los "operadores económicos" (consumidores, empresarios, banqueros, la hacienda pública, los trabajadores y los comerciantes...) fuesen modelo de honradez, y se condujesen en sus actividades públicas y en su vida privada de manera honesta, liberal y bondadosa, no por eso nos evitaríamos sufrir depresiones y desigualdades, carestía y pobreza. De nuevo, la crisis económica no puede ser nunca signo de crisis moral.
Con el análisis de esta declaración, hemos observado que no se debe transferir sin más el mal físico (la crisis económica) al mal moral (el pecado, la deshonestidad, la criminalidad). El desempleo, la pobreza, la enfermedad, no son plagas bíblicas, que envía Dios como castigo por nuestros pecados. Responden a dinámicas intrínsecas de los sistemas materiales, independientes de la voluntad humana. En caso contrario, ¿los pobres, los enfermos, las víctimas, serían los más pecadores?
Benedicto XVI en la Caritas in veritate, ratifica este criterio. Me adelanto aquí al capítulo III de la encíclica, donde se lee: "La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas. De esta forma, se puede llegar a transformar medios de por sí buenos en perniciosos. Lo que produce estas consecuencias es la razón oscurecida del hombre, no el medio en cuanto tal. Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social. La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser sarticulada e institucionalizada éticamente" (n. 36) [los subrayados son míos].
.
Lo primero que llama la atención, ya en el mismo título de la declaración de los obispos, es que se quiera hacer ver que la crisis económica coincide con una situación de crisis moral, sugiriendo una relación de causa a efecto. Por tanto, lo que debemos examinar es si realmente puede identificarse así, sin más ni más, crisis económica y crisis moral. O como digo al principio, en un intento de inocente provocación, "si la crisis es pecado".
Los obispos dicen: Somos conscientes de la gravedad de la situación en la que nos encontramos, por causas que tienen su origen en la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, que es raíz de todos los males, y la carencia de control de las estructuras financieras, potenciada por la economía globalizada. Esto es, la crisis económica es una manifestación de una crisis moral subyacente. ¿Es aceptable esta tesis? Creo que no, y me explicaré.
1. La palabra crisis se emplea en sentidos distintos en la misma frase. Tomada en sentido moral, por crisis parece aludirse a una situación de general deshonestidad pública, manifestada en la falta de honradez y codicia, y que supone un descenso o "pérdida de valores morales". Pero en sentido económico, el término "crisis" se refiere, de manera imprecisa, a las coyunturas de bajo nivel de actividad productiva y de empleo, combinado con la elevación de precios. Si la calificación de "crisis moral" implica emitir un juicio de valor, la "crisis económica" supone estrictamente la medición y diagnóstico del estado transitorio de una economía, y es una cuestión de hecho, no de valor. Por tanto, asociar crisis moral y crisis económica supone mezclar indebidamente consideraciones de hecho y de valor, que no son comparables. La declaración incurre aquí en la falacia is-ought.
2. Si aceptásemos una correlación entre los niveles de actividad económica, y el "nivel moral", llegaríamos a conclusiones absurdas. El mismo documento reconoce que las víctimas de la crisis económicas son los desempleados, los pequeños empresarios o comerciantes que cesan en su actividad, los inmigrantes abandonados a su suerte. Son a éstos a quienes el Señor llamó bienaventurados. Los perdedores son ganadores (hay un gran libro de Luís Cencillo sobre esta paradoja); luego la correlación apuntada no se cumple con los más débiles. Como he oído decir, no hay que olvidar que los pobres, el "Sur" de nuestro planeta (Asia, África, América latina) viven en una continua crisis, o depresión incesante, que es invariante del nivel moral que quiera reconocerse.
3. Los ciclos y fluctuaciones (incluso estocásticas) de la actividad económica, los apogeos y depresiones del empleo y la riqueza, son por principio extraños a consideraciones morales. Son dinámicas intrínsecas a los sistemas económicos (lo mismo da que sean economías liberales, capitalistas, o socialistas). Que la economía experimente alzas y bajas, es tan natural y fisiológico como la sístole y la diástole del corazón. La moralidad se refiere a las conductas humanas, no a los procesos naturales, físicos o mecánicos, como pueden ser los procesos y dinámicas económicas. De nuevo, sólo de manera metafórica, pero impropia, pueden analogarse crisis económica y crisis moral, porque pertenecen a órdenes extraños entre sí: el material y el moral.
4. Incluso si todos los "operadores económicos" (consumidores, empresarios, banqueros, la hacienda pública, los trabajadores y los comerciantes...) fuesen modelo de honradez, y se condujesen en sus actividades públicas y en su vida privada de manera honesta, liberal y bondadosa, no por eso nos evitaríamos sufrir depresiones y desigualdades, carestía y pobreza. De nuevo, la crisis económica no puede ser nunca signo de crisis moral.
Con el análisis de esta declaración, hemos observado que no se debe transferir sin más el mal físico (la crisis económica) al mal moral (el pecado, la deshonestidad, la criminalidad). El desempleo, la pobreza, la enfermedad, no son plagas bíblicas, que envía Dios como castigo por nuestros pecados. Responden a dinámicas intrínsecas de los sistemas materiales, independientes de la voluntad humana. En caso contrario, ¿los pobres, los enfermos, las víctimas, serían los más pecadores?
Benedicto XVI en la Caritas in veritate, ratifica este criterio. Me adelanto aquí al capítulo III de la encíclica, donde se lee: "La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas. De esta forma, se puede llegar a transformar medios de por sí buenos en perniciosos. Lo que produce estas consecuencias es la razón oscurecida del hombre, no el medio en cuanto tal. Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social. La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser sarticulada e institucionalizada éticamente" (n. 36) [los subrayados son míos].
.
Estoy de acuerdo en gran medida, y mi sensación es que se quiere tomar parte en un debate falaz que se está produciendo y se entra por la puerta falsa.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Gracias Capitán! ¡Qué madrugador en el comentario!
ResponderEliminarUn abrazo,
¿Pecado?
ResponderEliminarNunca.
Es derecho y deber.