"Puesto que está llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombre en toda su riqueza de valores, compartida y comunicada. En efecto, la verdad es «lógos» que crea «diá-logos» y, por tanto, comunicación y comunión [...] La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lógos del amor: éste es el anuncio y el testimonio cristiano de la caridad" (Caritas in veritate, n. 4).
No sorprende que el antiguo profesor Ratzinger pretenda aquí intelectualizar el amor. El logos, o la lógica, del amor, sería algo más que su definición o reducción a concepto, sino la conversión del amor con la verdad: La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad (n.3). Pero ¿tienen estas afirmaciones algún sentido entendible, que trascienda la mera verbosidad abstracta? Pretender que el amor sea la verdad, es como pedirle a cualquier enamorado que explique su amor: nos diría que para él es inexplicable, que no tiene lógica, lógos. O como dice la letra de una soleá flamenca: en el querer no hay locura. Si es cierto que el amor tiene "su verdad", y que todos quieren amar "de verdad", no por eso verdad y amor pueden confundirse, o volverse lo uno en lo otro.
Los primeros párrafos de la encíclica Caritas in veritate contienen las ideas más arduas del texto, que demandan una demorada explicación, pero también las expresiones más hoscas y desagradables. Dice Benedicto XVI: "Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario" (n. 3). Y un poco más adelante: "Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales" (n. 4).
Cuando se piensa que el amor induce en hombres y mujeres pensamientos y ¿por qué no? sentimientos sublimes, e inspira bella literatura y obras de arte, no se puede más que mostrar decepción porque la encíclica insista en los modos más ruines del amor, y no acierte a mostrarnos su rostro amable, como hizo el apóstol Pablo. Me pregunto si la encíclica revela en esto ideas sombrías de senectud.
El logos del amor no puede significar que el amor se confunda con la verdad. Se impone distinguir cuidadosamente la amistad de la veracidad, aunque se haya acuñado una máxima: caritas in veritate, que violenta la letra de la epístola paulina. Ser veraces en el amor no tiene nada que ver con que el amor deba "ser verdad". Más bien habría que decir que sin amor la verdad sería "menos verdadera", menos creíble o confiable. Trataré de explicarlo en próximos posts.
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No sorprende que el antiguo profesor Ratzinger pretenda aquí intelectualizar el amor. El logos, o la lógica, del amor, sería algo más que su definición o reducción a concepto, sino la conversión del amor con la verdad: La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad (n.3). Pero ¿tienen estas afirmaciones algún sentido entendible, que trascienda la mera verbosidad abstracta? Pretender que el amor sea la verdad, es como pedirle a cualquier enamorado que explique su amor: nos diría que para él es inexplicable, que no tiene lógica, lógos. O como dice la letra de una soleá flamenca: en el querer no hay locura. Si es cierto que el amor tiene "su verdad", y que todos quieren amar "de verdad", no por eso verdad y amor pueden confundirse, o volverse lo uno en lo otro.
Los primeros párrafos de la encíclica Caritas in veritate contienen las ideas más arduas del texto, que demandan una demorada explicación, pero también las expresiones más hoscas y desagradables. Dice Benedicto XVI: "Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario" (n. 3). Y un poco más adelante: "Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales" (n. 4).
Cuando se piensa que el amor induce en hombres y mujeres pensamientos y ¿por qué no? sentimientos sublimes, e inspira bella literatura y obras de arte, no se puede más que mostrar decepción porque la encíclica insista en los modos más ruines del amor, y no acierte a mostrarnos su rostro amable, como hizo el apóstol Pablo. Me pregunto si la encíclica revela en esto ideas sombrías de senectud.
El logos del amor no puede significar que el amor se confunda con la verdad. Se impone distinguir cuidadosamente la amistad de la veracidad, aunque se haya acuñado una máxima: caritas in veritate, que violenta la letra de la epístola paulina. Ser veraces en el amor no tiene nada que ver con que el amor deba "ser verdad". Más bien habría que decir que sin amor la verdad sería "menos verdadera", menos creíble o confiable. Trataré de explicarlo en próximos posts.
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A mí, cuando se habla del Amor, siempre espero que sea sobre el sublime, es decir, el de " a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".
ResponderEliminarTengo tus entradas guardadas y leeré la Encíclica a su luz.
Un abrazo
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas (Mt 22,40).
ResponderEliminarMuchas gracias, es un estímulo. Un abrazo.
Un abrazo Joaquín, otro Capitán, y a los dos, gracias.
ResponderEliminarSe me hace durísimo ese texto. Parece cierto que hay un abuso del sentimentalismo a la luz del cual podría entenderse, pero considerar la reserva de buenos sentimientos (tal vez el territorio natural donde entenderse sin destrozarse) como "provechosos para la convivencia social, pero marginales". Uf, qué peligro en esa verdad tan cierta como fría.
ResponderEliminarNo sé, sólo es una impresión (seguramente errónea).
La entrada me ha animado a leerlo más detenidamente.
Saludos.
Aciertas, Olga, la verdad es siempre fría. Por eso habría que defender la veracidad en la amistad (o la verdad en el amor), antes que el amor en la verdad. Parece un trabaluengas, pero lo que está en discusión qué es más importante y es lo primero: si la verdad, o si el amor.
ResponderEliminarSaludos.