En la entrada anterior, en que se trataba del así llamado problema del mal, o del sufrimiento [link], mencionaba justamente al archiconocido escritor inglés C.S. Lewis, y su libro The problem of pain. Sus libros son muy valiosos, y es vano que yo añada algún motivo nuevo para leerlos. Puedo decir, para los lectores no ingleses, que leído en su lengua nativa su pensamiento es transparente. La prosa de C.S. Lewis es clara y ordenada como sus mismos razonamientos. La última vez que estuve en Londres me traje un puñado de sus libros, que compré en la librería de la CLC de Holborn Viaduct, entre otros su magistral A grief observed.
Ahora que lo estoy trayendo a colación, leyendo a Santo Tomás, descubro que las ideas de C.S. Lewis, como Jano bifronte, miran a los antiguos y a los modernos. Su discurso arranca de los teólogos de escuela, dialoga con la ciencia moderna, y logra ser muy fecundo en el pensamiento teológico de nuestro tiempo. Nada más alejado de un simple vulgarizador: se aprende mucho leyendo a C.S. Lewis. Para comprobarlo, voy a comentar ligeramente uno de sus argumentos sobre la "Divine omnipotence" (capítulo 2 de El problema del dolor), en un párrafo que copio y traduzco (con torpeza), donde replica a la objeción de que Dios no sería todopoderoso (almighty), puesto que no ha evitado el dolor en el mundo:
"If the fixed nature of matter prevents it of being always, and in all its dispositions, equally agreeable even to a single soul, much less is it possible for the matter of the universe at any moment to be distributed so that it is equally convenient and pleasurable to each member of a society (...) This is far from being an evil: on the contrary, it furnishes occasion for all those acts of courtesy, respect and unselfishness by which love and good humour and modesty express themselves. But it certainly leaves the way open to a great evil, that of competition and hostility. And if souls are free, they cannot be prevented from dealing with the problem by competition instead of courtesy. And once they have advanced to actual hostility, they can them exploit the fixed nature of matter to hurt one another. The permanent nature of wood which enables us to use it as a beam also enables us to use it for hitting our neighbour on the head...".
"Si la fijeza de la materia impide que sea siempre, en todas sus disposiciones, igualmente agradable para un sólo individuo siquiera, mucho menos posible es que la materia del universo se distribuya a cada momento de manera que convenga y guste por igual a todos los individuos (...) Esto está muy lejos de ser un mal; por el contrario, ofrece ocasión para todos aquellos actos de cortesía, respeto y generosidad por los que se expresan el amor, el buen ánimo y la modestia. Pero es cierto que abren la puerta a un gran mal, el de la rivalidad y la hostilidad. Y si los individuos son libres, no se les podrá impedir que afronten sus conflictos rivalizando, en lugar de siendo amables. Y una vez que pasen a las hostilidades, tendrán en su mano emplear la fijeza de la materia para agredirse. La naturaleza permanente de la madera, que nos permite usarla como viga, también nos consiente emplearla para darle un porrazo en la cabeza al vecino...".
Porque el mundo es así, y somos libres, podemos jugar a ser buenos o malos. El universo, indiferente, ofrece las mismas oportunidades para hacer el bien o el mal, para ser amigos o enemigos. Dios, concibiendo otro mundo, tal vez hubiese podido impedir el mal, a costa del mismo bien y de la misma libertad de sus criaturas. Pero hay mal, porque hay bien.
Observa Santo Tomás de Aquino que los opuestos se conocen el uno por el otro, como la tiniebla por la luz [sicut per lucem tenebra] (S.Th. 1 q.48 a.1). Y lo mismo el mal se conoce por el bien [quid sit malum, oportet ex ratione boni accipere]. Pero, ¿de dónde viene el mal que encontramos en el mundo? Intentar una respuesta a esta pregunta nos ayudará a entender las tesis de C.S. Lewis a la luz de Santo Tomás.
Se encuentra en la Suma Teológica (1 q.47 a.2) la importante pregunta (quaestio) de si Dios ha creado la desigualdad en las cosas (unas buenas y otras, malas o menos buenas) [utrum inaequalitas rerum sit a Deo], donde Tomás discute las tesis del teólogo alejandrino Orígenes expuestas en los principios, de principiis o peri archon.
Sostenía Orígenes que en el principio Dios creó las cosas dotadas de razón, y todas iguales [Deus primo creavit creaturas rationales tantum, et omnes aequales], y la desigualdad en las cosas provino de la libertad [primo exorta est inaequalitas ex libero arbitrio], por la que las criaturas se inclinaron (conversis) o se apartaron (aversis) de su Creador.
Tomás rechaza esta tesis, porque es contraria a la bondad de Dios con el mundo [secundum hoc, universitas corporalium creaturarum non esset propter bonitatem Dei communicandam creaturis], ni conviene con lo que dice el libro del Génesis: "Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno".
Tomás recurre a Aristóteles para afirmar que las cosas se distinguen porque son desiguales [distinctio formalis semper requirit inaequalitatem], y así en la naturaleza se manifiesta un orden gradual (minerales, plantas, animales, hombres), en que se ve que unas especies son más perfectas que otras [in singulis horum una specie perfectior aliis invenitur] (aunque hoy se prefiera hablar de diversidad, o de complejidad, en lugar de perfección).
Fundándose en el orden físico, Tomás afirma que la sabiduría divina es la causa de la diversidad y de la desigualdad. No sería perfecto el universo si las cosas no fuesen unas mejores o peores que otras [non enim esset perfectum universum, si tantum unus gradus bonitatis inveniretur in rebus].
A primera vista, C.S. Lewis parece separarse de Santo Tomás, por pensar que la materia, el universo, no sea peor ni mejor, sino simplemente así. Tomás, por el contrario, es dependiente de una metafísica gradual y comunicativa, donde el mal quedaría definido, por su opuesto, como ausencia de bien [quaedam absentia boni]. Por eso, como ya habíamos avanzado, donde Tomás dice malum, C.S. Lewis prefiere decir sufrimiento, suffering, dependiente de nuestra libertad, y que padecemos o hacemos padecer a otros. El universo físico, diremos contra Tomás, no es ni bueno ni malo, porque sólo descubrimos su bondad con ojos metafísicos (vidit Deus cuncta quae fecerat, et erant valde bona). Pero la visión metafísica no resuelve de inmediato la evidencia experimental, tangible y carnal, del sufrimiento y el dolor.