04 octubre 2010

El problema del sufrimiento

Es el problema clásico de la teología, y la gran objeción contra Dios: el mal, o quizá preferible llamarlo así, el problema del sufrimiento. El mal connota un problema moral (bonum et malum), y se dice de un objeto, de algo o alguien que es bueno o malo. Mientras que el sufrimiento, que es soportar o sobrellevar (sufferre) un dolor o padecimiento, se dice del sujeto que sufre. Que en el mundo haya algo malo, no es realmente un problema: porque el mundo es así, y lo malo es algo que le atribuímos o predicamos. Lo que decimos que es malo, es una anécdota, a escala cósmica. El universo es indiferente a la maldad. En cambio, el sufrimiento es innegable para el que sufre, y eso sí que es un problema. Con buenas razones, el publicista inglés C.S. Lewis optaba por tratar del daño y el dolor tangible y observable (The problem of pain, 1940), y no del mal, en abstracto.

Santo Tomás de Aquino, siguiendo a los maestros, habla del mal (malum). Pero antes de entrar en materia, vamos a hacer números. Tengo encima de la mesa la "edición leonina" de la primera parte de la Suma Teológica (Madrid, B.A.C., 1995, quinta editio). Es la parte que trata de Dios, de la Trinidad, y de la Creación. Ocupa en esta edición 816 páginas, de letra chica, a doble columna, y calculo unas 80.000 líneas, en números redondos. Para hacernos una idea, la angelología, o tratado sobre los ángeles, ocupa en esta edición unas 94 páginas, más del 10% del total (que por algo se le llama Doctor Angélico, que no es porque escribiese como los ángeles...). Al problema del mal, por el contrario, no lo trata siquiera por separado, sino como mera objeción a la tesis de la existencia de Dios (q.2 a.3), despachándolo, si no he contado mal, en apenas 17 líneas. Insólito esfuerzo de concisión para un asunto que aún distrae a las mentes, y sigue esgrimiéndose lo mismo en debates de altura que en discusiones de barra de bar. Comprender la respuesta del Aquinate pasa, antes que nada, por explicar su extrema parquedad. Vayamos primero a la objeción, que discurre escuetamente así:

1. El nombre de Dios se dice de algo [quodam] que es bueno sin límite [bonum infinitum]. 2. Así pues, si Dios existiese, no habría mal [nullum malum inveniretur]. 3. Sin embargo, en el mundo hay mal [invenitur autem malum in mundo]. 4. Ergo Deus non est.

Si el mal existe, Dios, que sería el sumo bien, no existe. Ésta es la objeción clásica, y la gran acusación contra el nombre de Dios. Tomás responde con Agustín, y aún extracta la respuesta en una simple sentencia: Es propio de la bondad infinita de Dios, permitir que haya males, para hacer de los males, bienes [ad infinitam Dei bonitatem pertinet, ut esse permittat mala, et ex eis eliciat bona].

Parece que Santo Tomás no entra al trapo, y es que para él, el mal no es un problema. No puede contradecir [contrarium] al sumum bonum, porque si hay mal en el mundo (lo que es evidente para nosotros), también Dios existe (aunque no nos resulte evidente). Luego, no es que el mal pusiese en cuestión que Dios exista, sino que hay que cohonestar el mal con el sumo bien. Y éso sólo cabe pensando que Dios también haga bien por mal [ut bene faceret etiam de malo]. O como dice nuestro refrán, "no hay mal que por bien no venga".

En cierto modo, Santo Tomás invierte los términos del problema. Si partimos de la evidencia del mal, negaremos a Dios. Pero si afirmamos que Dios existe, el problema del mal se disuelve. Es un "pseudoproblema". Esto no lo dice, pero se colige de la ligereza con que el Aquinate pasa página a la objeción. En puridad, el dato del mal no tiene ninguna explicación, viene a decirnos, más que no es contrario a la bondad de Dios. Amén, así sea.

10 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario, Blues, veo que tratas con detenimiento este asunto en tu blog, que espero revisar con detenimiento. Seguimos...

    ResponderEliminar
  3. Thank you Ron, for the "just so" idea. I guess C.S. Lewis writes on pain with similar thoughts as that of Jung's.

    ResponderEliminar
  4. El problema del mal, lo prefiero como problema a como misterio porque el misterio nos llevaría muy cerca de Dios, es un problema "no resoluble" desde la perspectiva del pensamiento griego: léase dilema de Epicuro, porque se centra en atributos divinos provenientes de aquella cultura, cual son Omnipotencia, omniscencia y benevolencia. El Dios cristiano, que tiene más del semita, es un Dios que no se deja atrapar en esos atributos. Es un Dios que hace, no que es, es un Dios que se compromete, no que mantiene una pose, digamos, noética.
    Al Dios de Jesús hay que leerlo desde la concepción kenótica de la existencia, o, para decirlo "en griego", meontológica.
    El mal, por resumir mi posición, es la consecuencia necesaria de crear un mundo, es decir, algo distinto de Dios, y de crear seres libres, autónomos respecto de Dios. Todo lo demás se sigue de aquí.
    Epicuro, y con él Hume y tantos otros, no pueden salir de su aporía porque no salen de su propia concepción de Dios. Lo que ellos dicen es que si Dios es lo que han prefijado que es, ergo... Dios es el hijo de su pensamiento y no Dios verdaderamente.

    ResponderEliminar
  5. Excelente, Bernardo. En el aspecto al que apuntas, habría que concluir que Santo Tomás, como es sabido, hereda, para bien o para mal, esa "deriva noética" de la filosofía griega.

    ResponderEliminar
  6. Estáis haciendo un poco complicado el diálogo con ese nivel que habéis puesto.
    Córcholis, Bernardo, dilo claramente: el Abba de Jesús sufre el mal, llora con los que lloran y espera con los esperan que el mal sea superado. Y de ninguna manera se está quieto, como desea que nosotros tampoco lo estemos.
    Juntos Él y nosotros, venceremos al mal.

    Todo dicho al poco más o menos.

    ResponderEliminar
  7. Pues también, Miguel Ángel, esa versión es ya la del creyente, la del que confiesa la fe.

    P.S. Hoy he recibido por correo un ejemplar como nuevo del catecismo holandés.

    ResponderEliminar
  8. Lo único que se puede decir de Dios pasa por la propia experiencia, y aún así no dice nada del ser de Dios. Por eso Jesús es creíble, es el Dios-con-nosotros.
    Los judíos rezan el Shema, porque Dios entró en su historia y acompañó todos sus pasos, incluso cuando el pueblo rompió la alianza.
    Los cristianos sólo conocemos a Dios a través de su sacramento, Jesús de Nazaret. Y a partir de él, por el relato de sus testigos.
    Yo me acojo a la Dei Verbum, 2: «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.»

    En cuanto al catecismo, me alegro que lo tengas casi nuevo. Entonces mucha gente guapa lo compró para lucirlo en sus estanterías. La autoridad competente se encargó de ningunearlo. Y quienes lo leímos con interés, no hemos sido capaces de defenderlo. Eso sí, lamentos, a miles…

    ResponderEliminar
  9. No puedo explicarlo desde la historia de la filosofía, pero sé que el problema del mal me preocupa, de alguna manera me "sorprende" cada vez que me enfrenta a su existencia innegable. Tal vez yo siempre lo he enfocado como misterio y no como "problema filosófico", sus causas primeras, sus efectos, incluso su capacidad de seducción... pero tu texto y los comentarios, especialmente el de Bernardo, me abren interrogantes y a la vez me dan respuestas.
    Gracias.

    ResponderEliminar
  10. Gracias, Olga, eso intentamos (entre todos).

    ResponderEliminar