13 febrero 2011

Juan del Río en el SARUS

El personaje de la fotografía, de camuflaje y boina azul, que mira a la cámara, es ni más ni menos que el arzobispo castrense español, Juan del Río Martín [zenit]. La imagen puede ser de alguna visita a tropas españolas destacadas en oriente medio (dice él que su feligresía llega hasta Afganistán). Juan del Río es un hombre de iglesia muy apreciado en Sevilla, y de la universidad hispalense, de la que ha sido primer director del Servicio de Asistencia Religiosa (el SARUS). Pues resulta que al SARUS (ahora dirigido por el joven cura Álvaro Pereira) se acercó el viernes a dar una conferencia, que fui a escuchar. Me gustó tanto que se me ha ocurrido, ya que tengo blog, contar algo aquí de lo visto y oído.

La destartalada aula 103 de Geografía e Historia, en el Rectorado, estaba repleta de público universitario, el rector incluído. La conferencia iba sobre "Iglesia y cultura mediática" [archisevilla]. Se me perdonará el abrupto arranque de sinceridad, si digo que a mí las lectiones magistrales comienzan a provocarme bostezos. En la conferencia de Juan del Río hubo desde luego magisterio, pero también esos detalles de buen orador que agradecen los oyentes: recuerdos, anécdotas, impresiones y chascarrillos. Fueron los momentos que levantaba la vista de los folios para improvisar, los que más disfruté. Y en uno de esos instantes dijo que algunos católicos tienen la idea equivocada de que a las misas se va a sufrir y a pasarlo mal, evocando por el contrario que el mismo Jesús, cuando predicaba, daba consuelo y contento (y daba de comer) a la muchedumbre que lo seguía.

Decía Juan del Río que la iglesia católica española promueve mucho el voluntariado en la catequesis o en la beneficencia (Cáritas), pero menos en la esfera cultural (incluídas las redes sociales). Tiene razón; para muestra, por casualidad he ido a parar, buscando reseñas de la película El discurso del rey, a la excelente página de crítica cinematográfica de la United States Conference of Catholic Bishops [USCCB], que en su homóloga española parece tener una réplica oficiosa y menos visible [Pantalla 90] (pues no está alojada, como la norteamericana, en el sitio oficial de la Conferencia Episcopal, ni se atreve a dar la calificación moral de cada película reseñada). Debiera tal vez revisarse (esto es nota mía) si los obispos españoles últimamente se han empleado a fondo en la moral sexual y familiar, en que el encontronazo con la mentalidad corriente está asegurado, y sin embargo no hayan sabido librar batallas en el campo de la cultura y de las ideas, donde se precisa un mayor espíritu liberal y tolerante.

La iglesia española tiene la asignatura pendiente de la comunicación, que es su razón de ser (puesto que evangelizar es dar una noticia, la buena nueva). En las diócesis, explicaba Juan del Río, los obispos prefieren mandar a sus curas a hacer estudios tradicionales (dogmática, liturgia, y cosas así) y se resisten a enviarlos a estudiar comunicación. Contaba de él mismo que, siendo joven, en el arzobispado de Sevilla pensaron enviarlo a cursar estudios de Communication a la universidad de los jesuítas de Washington, pero que entonces el cardenal Bueno Monreal sentenció: "¡este chico, antes de comunicar, lo que tiene es que llenar de ideas la cabeza!", y lo destinó a la Gregoriana de Roma. La anécdota me parece simpática, significativa, y nada lejana del magisterio platónico del diálogo Gorgias (donde Sócrates enseña que el orador no ha de dejarse llevar por las ideas corrientes, ni limitarse a ser diestro en la polémica, sino que debe enseñar la verdad, no lo que convenga o agrade al público de las asambleas).

También tuvo gracia Juan del Río cuando aludió a los malos modos de esos profetas cabreados, los "profetas de calamidades", que dan un pésimo cariz a la presencia de la iglesia en los medios (y en internet, donde proliferan esos orates). Contó otra anécdota, de una de sus intervenciones en la plenaria de la conferencia episcopal, cuando, después de pedir la palabra, se limitó a decir: "aprendamos de la manera de enseñar de su santidad Benedicto". Juan del Río pone al papa Benedicto XVI como ejemplo del modo recto de comunicar la verdad, con sabiduría y mansedumbre. Jamás se habrá oído al papa, decía, transmitir sus enseñanzas con un tono desabrido, única forma de hacerse escuchar por el mundo sin ser aborrecido al primer intento.

Con esa misma manera sabia, y mansa, me ha parecido que habla hoy monseñor Juan del Río. La tarde del viernes, durante su conferencia, he tenido la clara percepción de que es una estrella ascendente en el episcopado español. Pero no estoy vaticinando, en absoluto, que le aguarden superiores destinos. Tan sólo espero que crezca su ascendiente, y que se imponga, como auténtica necesidad, la línea de magisterio sabio y misericordioso en la iglesia española, de la que Juan del Río es ejemplar.

2 comentarios:

  1. Precisamente el recuerdo que me quedó de D. Juan del Río es el de un auténtico public relations.
    De la extendida costumbre clerical de comunicar "en negativo" cualquiera puede poner varios ejemplos, pero hay ciertos olmos a los que no se les puede pedir según que peras.


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  2. Bueno, si yo sé quien es este señor... Fue el Obispo de mi "pueblo" durante un tiempo, pero no me dió tiempo a conocerlo en profundidad. Yo me fui de allí, justo cuando el entraba. Le he escuchado varias veces, aunque curiosamente en ninguna homilía.
    Creo que fue un buen Obispo, lo que pasa es que al lado del anterior, costaba algo de trabajo acostumbrarse a su forma.
    Rafael estuvo mucho tiempo, y era tan sencillo que paseba por Jerez como si fuese un párroco más. Además, fue el que me confirmó, con lo que le tengo especial cariño,incluido el cachete que me dió en ese Sacramento.
    Pero volviendo a Juan del Rio, yo notaba que le venía pequeño el sitio. Creo que quizá ahora esté en un lugar más acorde a su forma de ser, su estilo y su preparación.
    Espero que haga un buen trabajo, no me cabe duda.

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