Algunos, con cierta ira bíblica, se rasgan las vestiduras porque nuestro Joseph Ratzinger, en su nuevo libro sobre Jesús, se haya metido en discriminar posibles antinomias en los relatos evangélicos de la última cena del Maestro con sus discípulos. Otros, tal Gonzalo Puente Ojea, airean estas apolilladas discusiones sobre las contradicciones de la Escritura para intentar llevar el agua a su molino, diciendo: Dios es un invento, es el producto de la imaginación humana.
Uno, sin negar la evidencia, ni tampoco conceder, piensa que el asunto no es para tanto. Cualquier obra humana (y la letra bíblica lo es) no está libre de fallar, como es igual de posible que se derrame el café. Así pasó con el famoso episodio quijotesco del robo del burro de Sancho Panza, que desaparecía y volvía a aparecer como si tal cosa. Y en el derecho, ars boni et aequi, es todo un arte la resolución de las antinomias, inevitables colisiones entre normas, que unas parecen decir una cosa y otras lo contrario.
In principio, en el primero de los libros del Pentateuco, leemos por dos veces, y de maneras distintas, que Dios creó al hombre. ¿Antinomia? Ya sabemos a ciencia cierta que la Biblia es algo así como un popurrí de tradiciones religiosas, y que los compiladores de los textos sagrados del antiguo Israel no se curaron en ajustar al milímetro los dichos y hechos tradicionales. Porque el texto sagrado es portador de un sentido (la salvación esperada), pero no es un protocolo científico que haya de ser preciso en cada uno de sus pasos, ni ha de cuadrar en todas sus partes, como los asientos de cargo y abono de la partida doble.
Quienes buscan los tres pies al gato de las Escrituras, queriéndolas proclamar inválidas porque no son formalmente consistentes, ignoran que los textos bíblicos no son un discurso matemático, como si fuesen un tractatus logicus, en que una proposición debe llevar por fuerza a otra. Ni son tampoco un relato forense, en que todos los hechos deben obedecer a la ley de causalidad. El oyente del relato de la Creación no busca indagar una verdad precisa, matemática, sino encontrar un sentido a lo que escucha. Las contradicciones y antinomias del texto son como las arrugas y pliegues que revelan la belleza de fondo de la historia.
¡Qué bien lo has expresado!
ResponderEliminarPara mí la Biblia es un conjunto de escritos que expresan un único relato: el de los testigos que dicen cómo es el amor de Dios por el ser humano.
Algunos la llaman Historia de la Salvación. Yo preferiría otro título, algo así como "Así es Dios, (el) que camina con nosotros".