Guiándome por el principio de caridad, que tiende a conceder que el oponente pueda tener algún atisbo de razón, para discutírsela, he preferido emplear el muy descortés tratamiento ("Sr. Ratzinger") con que comienza el manifiesto del Observatorio de la laicidad, bajo el eslogan: "De mis impuestos, al Papa cero" [enlace], proferido con ocasión de la próxima visita de Benedicto XVI a la JMJ de Madrid. Voy a leer aquí con minuciosidad esta pieza ideológica, añadiendo a cada paso mis comentarios.
Dicen los laicistas: "A pocos meses de las visitas a Santiago y Barcelona, el Sr. Ratzinger -Benedicto XVI para los católicos-..."
Respondo: Y para los no católicos. Es Benedicto XVI para todos. El respeto al tratamiento protocolario es independiente de las creencias que se profesen.
"...porfiando en su idea de “reconquistar” un país que ve alejarse de sus propuestas morales y religiosas, vuelve ahora a Madrid."
"...porfiando en su idea de “reconquistar” un país que ve alejarse de sus propuestas morales y religiosas, vuelve ahora a Madrid."
R.- "Porfiar en la reconquista del país" es una interpretación partidista, ideológicamente sesgada. Lo cierto es que el Papa vuelve a Madrid en visita pastoral (se dice así, cualquiera que sean las creencias que se profesen). Quizá pudiesen estar acertados en su diagnóstico de que el Papa ve alejarse al país de sus propuestas morales y religiosas, pero si así fuese ¿acaso es malo porfiar?
"Desde el punto de vista del laicismo y de la democracia, nada habría que objetar a la reunión de un pastor espiritual con sus seguidores..."
R.- Una captatio benevolentiae que llega tarde, vista la rudeza con que han comenzado. De lo que no estoy seguro es de que la democracia y el laicismo (entendido como la oposición a las manifestaciones públicas de la religión) sean compatibles, como más adelante explicaré.
"Es evidente que, a pesar de la ambigüedad calculada de la convocatoria, la “Jornada mundial de la juventud” del próximo mes de agosto en Madrid pretende congregar a miles de jóvenes católicos en torno a las enseñanzas del papa..."
R.- ¿"Ambigüedad calculada"? Piensan que las convocatorias de la iglesia habrían de responder también, como hacen las izquierdas, a un cálculo político (ambiguo o no).
"Un acto que, cualquiera que sea su dimensión, no deja de tener carácter privado, como privadas son las creencias y sus manifestaciones..."
R.- Uso ventajista del concepto de lo privado. Si lo público se toma como lo propio del poder (los tribunales de justicia, las fuerzas armadas, las carreteras, los cementerios o el servicio de recogida de basuras...) es claro que hay muy poco, casi nada, que, estando en manos del pueblo, no sea privado. Todo sería privado, en este sentido. Pero es un concepto muy restringido, incluso técnico en extremo, del concepto de lo público. Lo público es también lo que interesa a la comunidad, esté o no en manos del poder. La religión no está en las democracias en manos del poder público, pero sus manifestaciones sí puede decirse que son públicas (las reuniones de fieles, o los actos de culto).
"Lo que sí es contrario a un Estado democrático que se declara aconfesional es mezclar los asuntos del estado y asuntos religiosos, los intereses generales con los intereses privados, las instituciones que representan a todos los ciudadanos con eventos que sólo conciernen a una parte, en este caso, a quienes comparten unas determinadas convicciones religiosas."
R.- La observación es impertinente, porque este no es un acto de Estado (¿no quedamos en que es un acto privado?). Por ningún lado veo que sea contrario al Estado democrático que multitud de jóvenes católicos españoles, y venidos de otros muchos países, se reúnan donde quieran. La JMJ sería una reunión contraria al Estado si llamase a la desobediencia civil, o a la sedición, u ocupase espacios públicos sin permiso. No es así. Ni tampoco veo que se confunda lo público y lo privado. Todos saben en qué consiste un encuentro religioso, de cualquier confesión. Precisamente el carácter aconfesional del Estado es el que garantiza que esas reuniones se celebren pacíficamente.
Si el Estado fuese laicista, no podrían celebrarse reuniones religiosas en lugares públicos, lo que no es el caso. Los actos públicos de las religiones no se oponen a la convivencia democrática, sino que la suponen. Por eso en los documentos internacionales, y en la misma Constitución española, se reconoce sin ambigüedad, y con énfasis, la libertad religiosa y de culto. Antes bien, cualquier constricción a la libertad religiosa sí sería contrario al Estado democrático.
Dicen los laicistas, en fin, que es un evento que "sólo concierne a una parte de los ciudadanos". En el caso de la iglesia católica, sabemos que es una parte muy importante de los ciudadanos españoles; pero la libertad religiosa alcanza también a las minorías. No es un conflicto de cantidad ni de aforo, sino de calidad democrática.
"Por eso, resulta escandaloso que el Gobierno contribuya con 25 millones de euros -es decir, con dinero de los impuestos de todos- a la visita del papa y a la celebración de un acto confesional, a la vez que concede exenciones fiscales a las grandes empresas que han comprometido otros 25 millones."
R.- ¿Escandaloso, por qué? Está bien ordenado que el Gobierno de un país democrático, en que se protege la libertad religiosa, sostenga prudentemente, con fondos públicos, las grandes manifestaciones de fieles, y más cuando lo motiva el encuentro con el Sumo Pontífice de la iglesia católica, que es la confesión mayoritaria en España. Cualquier otro proceder hubiera podido haberse interpretado como una constricción a la libertad religiosa. En cuanto a los números, me suena, como decimos en España, a las cuentas del Gran Capitán. Si tuviéramos que escandalizarnos por el mal uso presunto de cada adarme del presupuesto, no ganaríamos para sustos.
Por otro lado, desde el punto de vista hacendístico, un experto diría que los beneficios fiscales, o los costes de los servicios públicos dedicados a la JMJ, no son dinero de los impuestos. Cuando el ciudadano paga sus impuestos, deja de ser dinero suyo, y comienza a ser dinero de todos, que se emplea en fines que interesan a todos sin distinción. Si cada grupo de ciudadanos con intereses particulares pretendiese reclamar qué destino se deba dar a sus impuestos, disolveríamos la comunidad política y entraríamos en una guerra fiscal de todos contra todos.
"Esa desviación de recursos públicos para fines privados tiene especial gravedad en un momento en que tanta generosidad para con la jerarquía católica (que ya recibe por distintas vías en torno a los 10.000 millones de euros anuales) entra en contradicción con las duras restricciones en el gasto público y prestaciones sociales que todos estamos sufriendo bajo pretexto de la crisis económica."
R.- Hablar en este caso de desviación de recursos públicos es una acusación muy grave y falaz. Cuando un ayuntamiento concede una subvención a una asociación privada, cultural o deportiva, no está desviando fondos públicos para fines privados, sino que está ayudando a las actividades interesantes de sus vecinos. Lo mismo cuando se trata de una reunión religiosa multitudinaria. También la religión es de interés social, en una sociedad democrática en que se protege la libertad religiosa y de culto. En una sociedad laicista o atea, contraria a la religión, y por tanto no democrática, el sostenimiento de los actos religiosos con fondos públicos tal vez fuese una malversación. En nuestro país, como en tantos otros, no.
En fin, no quede sin respuesta la despectiva expresión de "tanta generosidad para con la jerarquía católica". Ni la contribución a la iglesia católica procede del Presupuesto, sino de la asignación tributaria de los fieles católicos, ni sería caso de generosidad, sino de sostenimiento justo de la confesión mayoritaria del país, ni en ningún caso el destinatario sería la jerarquía católica (designada aquí con maldad) sino la iglesia, compuesta principalmente por los fieles. Los protagonistas de la JMJ serán las multitudes de jóvenes que se reunirán con el Papa, no los obispos (la jerarquía) que por allí aparezcan.
En fin, no quede sin respuesta la despectiva expresión de "tanta generosidad para con la jerarquía católica". Ni la contribución a la iglesia católica procede del Presupuesto, sino de la asignación tributaria de los fieles católicos, ni sería caso de generosidad, sino de sostenimiento justo de la confesión mayoritaria del país, ni en ningún caso el destinatario sería la jerarquía católica (designada aquí con maldad) sino la iglesia, compuesta principalmente por los fieles. Los protagonistas de la JMJ serán las multitudes de jóvenes que se reunirán con el Papa, no los obispos (la jerarquía) que por allí aparezcan.
"En este caso no vale el subterfugio de que son gastos y honores debidos a un jefe de Estado. El papa Benedicto XVI no viene en representación de los escasos habitantes del Vaticano que, por otra parte, nada tiene que ver ni por su origen ni por su configuración con un verdadero Estado democrático y de derecho."
R.- No es un subterfugio, S.S. el Papa Benedicto XVI (nótese que ya no es el Sr. Ratzinger) será además recibido con honores de Jefe de Estado, salva la consideración singular del Vaticano como Estado en las relaciones diplomáticas. En la iglesia católica lo de menos, hoy, es el estado vaticano. Aludir a "los escasos habitantes del Vaticano" delata ignorancia de las relaciones internacionales. Pero todo esto no está en discusión ahora, es tan sólo un subterfugio, una excusa.
"Si viene a reunirse con sus adeptos en función del liderazgo espiritual que ellos en exclusiva le reconocen, en modo alguno procede el trato oficial y de privilegio dispensado por las Administraciones Públicas. Un trato que, evidentemente, no conceden a convocatorias promovidas por ciudadanos de otras creencias o convicciones ideológicas."
R.- Todo un párrafo plagado de prejuicios (como el de calificar a los católicos de adeptos, como si de una secta se tratase). El trato de honor, más que de privilegio, a S.S., es por razón de los numerosos ciudadanos del país que se declaran católicos. Que no se conceda este trato a representantes de otras confesiones, no es más que otro prejuicio infundado.
"Tampoco se le permitiría a ningún jefe de Estado la injerencia, incesantemente repetida por el Papa y la jerarquía católica, en asuntos políticos internos como son las propias leyes que un país se da de forma democrática (...). Pues no se limitan a dar consejos morales a sus fieles, cosa legítima, sino que pretenden convertir sus particulares visiones de la moral y de la sociedad en normas obligatorias para todos."
R.- El ordenamiento legal de las democracias se funda en la separación entre el derecho y la moral, si bien muchas veces puedan coincidir ambos órdenes (robar, injuriar, profanar y matar, son pecados mortales, pero también delitos civiles). Supuesta esta separación, que el Papa venga a hablar de moralidad ("cosa legítima", dicen los laicistas), incluso a criticar moralmente las leyes, no puede entenderse como una injerencia en los asuntos internos del Estado. El Papa no viene a legislar para nadie. Pero cuando predique, p.ej., sobre el mandamiento de no matarás, es cierto que pretende que sea una norma obligatoria para todos, porque el respeto de la vida humana es una verdad universal, valida para los hombres y mujeres de todo lugar y tiempo, no "una particular visión de la moral y de la sociedad". Pero recuérdese que Benedicto XVI es defensor de una laicidad positiva, donde la iglesia católica tenga la oportunidad de defender públicamente su visión de la vida y la dignidad humana.
"Por eso, las personas y organizaciones abajo firmantes, manifestamos nuestro rechazo a la confusión y connivencia de las instituciones públicas con una actividad de eminente carácter privado y confesional."
R.- La JMJ es un acto confesional, pero no privado, sino público, en el sentido que he explicado. No veo por ningún lado confusión y connivencia de instituciones públicas, manera harto despectiva de referirse al trato deferente que es debido a la confesión mayoritaria del país, y a su máximo representante, que es el Papa. Este trato distinguido en nada se opone, según creo, a la libertad religiosa, reconocida en la Constitución española y en la Declaración Universal de Derechos Humanos; antes bien, la protección y promoción de la libertad religiosa es uno de los deberes de los poderes públicos en una sociedad democrática avanzada, como es felizmente, aunque con claroscuros, la española.
"Llamamos a todos los ciudadanos que, con independencia de sus convicciones personales, reivindican un marco de convivencia en igualdad de derechos, a organizar actos en defensa de la democracia y laicidad del Estado y dirigirse a las distintas Administraciones Públicas para exigirles que obren en consecuencia y dejen de otorgar privilegios propios de épocas pasadas y herencias antidemocráticas."
R.- Si por laicidad se entiende la constricción de la libertad religiosa y de sus manifestaciones públicas, y la oposición a la protección pública del ejercicio de esta libertad, no es posible que pueda identificarse con una democracia en que deban estar protegidas las libertades civiles. Calificar al trato deferente a las manifestaciones católicas como "privilegio propio de épocas pasadas y herencias antidemocráticas", evidencia una falta absoluta de respeto hacia la confesión mayoritaria del país, por no hablar de que se opone a la Constitución española ("Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española"), si de algo vale este argumento.
La iglesia católica es hoy, en la escena internacional, un adalid de la libertad religiosa, que es un bien para todos los pueblos y todas las confesiones. La religión es una dimensión principal de la libertad y de la dignidad humana, reconocida así en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948.
El Concilio Vaticano II también declaró que "La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos." [Declaración Dignitatis Humanae, 1965].
Hoy, la lucha de la iglesia católica es la defensa de la dignidad y de la libertad humanas, y primariamente la libertad de adorar a Dios, confesando una religión. En esta causa, la iglesia hace suya la defensa de la dignidad de todos los hombres, cualquiera que sea su religión. No debe parecernos extraño entonces que los movimientos laicistas se enfrenten de manera singular a la iglesia católica, líder global de la defensa de la libertad religiosa.