22 febrero 2013

Yo a la muerte, vosotros a la vida



Estaba en deuda con José Antonio Moreno Jurado (helenista, profesor, poeta, traductor, crítico [wiki]), de una reseña de su último libro poético, sus Últimas mareas [vid.]. Pues dicho y hecho: es un libro que trata del morir, un ars moriendi. Vamos todos hacia la muerte, que no es sino las ipsissima verba de Sócrates ante los jueces: Yo a la muerte * vosotros a la vida  (Apología 42a).

No sabemos qué es morir. Sólo conocemos el declinar hacia la muerte de todo lo que vive, el ir muriéndose (de los demás, y nuestro), pero no la muerte misma. No es exacto entonces decir que estos poemas de José Antonio Moreno Jurado traten del morir, sino del hecho universal de que todos nos encaminamos por pasos contados hacia la muerte.

Aunque no es el acto de morir lo que nos inquieta, sino que un día seamos, y al otro ya no. San Agustín, evocando la muerte de su madre, se preguntaba: Quid erat ergo, quod intus mihi graviter dolebat, nisi ex consuetudine simul vivendi dulcissima et carissima repente dirupta vulnus recens? [Confessiones, 9,12]. Porque no nos duele la muerte (que no es nada) sino que su herida acabe tan de repente con la costumbre de vivir juntos (consuetudo simul vivendi).

Aventuro que el motor de este último gran libro de poemas de José Antonio Moreno Jurado haya sido, no la muerte universal y abstracta, sino una muerte particular, próxima, precisamente la muerte de su madre. José Antonio lo explica con palabras sencillas: "solo tuve que cogerla tiernamente de la mano, sobre el lecho, para ayudarla a pasar el umbral impreciso de su muerte". Estas Últimas mareas son el resultado de un duelo, en que el poeta construye una reflexión, en poemas de tono mayor o tono menor, sobre lo que es ir hacia la vida y hacia la muerte.

La rememoración de la madre es un lugar común, un topos, ocasión para el poeta de ser honesto con su oficio, o para rendirse a la sensiblería, el sentimentalismo exagerado, trivial o fingido. Me he entretenido estos días buscando poemas de poetas modernos, que invito a leer y comparar:
Juan Ramón Jiménez, "El adolescente" (Segunda Antolojía Poética, 1898-1918).
César Vallejo, el Poema LXV de Trilce ("Madre, me voy mañana a Santiago") (1922).
Dámaso Alonso, "La madre" (Hijos de la ira, 1944);
Luís Rosales, La casa encendida (1949).
Pablo Neruda, "La mamadre" (Memorial de Isla Negra, 1964).
Jaime Gil de Biedma, "Barcelona ja no és bona o mi paseo solitario en primavera" (Moralidades, 1966).
Ángel González, "Confesiones de un joven problemático" (Muestra..., 1977). 
Me gusta el de Pablo Neruda, y es curioso porque no se lo dedicó a su madre (que murió a los pocos días del parto) sino a su madrastra, Trinidad Marverde, a la que quería como a una madre (Oh dulce mamadre / -nunca pude / decir madrastra...). Pero esto no es una clase de retórica, ni puedo detenerme a comentar con detalle estos poemas. Además, no creo que se pueda explicar la poesía. Se puede explicar los accidentes de un poema (que está escritó así o asá, y que dice esto o aquello), pero la sustancia de un poema, lo que el poema es, no se explica. Un buen poema es un individuo, un unicum, y su explicación sólo puede ser performativa (su lectura misma).

Y entonces, ¿qué puedo decir yo ahora del poema de la Madre de José Antonio Moreno Jurado, fuera del juicio vulgar de que me parece conmovedor? Me interrogo sobre el valor literario de un poema, que es la virtud que lo hace único, diferente, memorable, capaz de interesar a multitud de lectores remotos (como el de Pablo Neruda), incluso traducido a nuestra lengua (los de Yorgos Seferis, Odysseas Elytis). A esto llama José Antonio Moreno Jurado la estética del riesgo.

Y así es, pues qué diferentes son los poemas que he traído a cuenta. Tres de ellos son una evocación (los de Neruda, Gil de Biedma, y el de Ángel González); otros dos son polos opuestos, un monólogo (de Luís Rosales) y un diálogo entre madre e hijo adolescente (de Juan Ramón Jiménez); y en fin otros dos son apóstrofes a la madre (de César Vallejo y Dámaso Alonso), con un verso inolvidable: Así, muerta inmortal. / Así.

Leyendo estos modelos se comprenderá la valentía, el riesgo de dar la voz a la madre que se muere, del insólito poema de José Antonio Moreno Jurado:
Pero lentamente  *  muy lentamente  *  apenas imperceptible  *  mente  *  voy aspirando mi propia degradación  *  momento a momento
y la emoción del ruego sencillo, repetido, de las simples palabras adivinadas por el hijo: no te vayas:
Y vuelvo a decirle  *  sólo con los ojos  *  no te vayas  *  mientras subo  *  fuera de mí  *  sin lágrimas posibles  *  hacia la muerte.
La voz inaudible de la madre, inseparable de la del hijo, el poeta que la interpreta (no te vayas), no es sino otra forma de expresar esa consuetudo simul vivendi dulcissima et carissima, de San Agustín.

La organización de los poemas en el libro, incluso su disposición tipográfica,  es muy compleja, y sigue el modelo de la poesía de Odysseas Elytis. Representan un teatro (diferentes espacios o momentos poéticos, como quiere el poeta en acotación) donde avanzan al escenario los personajes del drama: Copérnico, Juliano, Sócrates..., pero también el propio poeta (en confesión personal), la madre, y un cualquiera (que somos él, tú o yo); y hacen las veces de coro los poemas alternos de tono menor, en que habla la voz auténtica, no impostada, del poeta.

En este coro José Antonio recuerda la visita a los pinos de La Rábida del poeta cretense de finos dedos (Elytis): 
Vivía aún mi padre   pero no pudo presentir   que este mismo mar   este mismo cielo   tendrían que alimentarme a diario   con el paso del tiempo
Ni mi padre   ni el poeta   ni yo
Ni el poeta sabía de su muerte   ni mi padre   ni los miradores de La Rábida que dan a las rías y   después,   al mar
Una meditación, como la del Qohélet, sobre el sucederse de las generaciones bajo un mismo cielo, en que el poeta cumple de nuevo sus deberes de piedad filial. Qui honorat patrem, exorabit pro peccatis / et continebit se ab illis / et in oratione dierum exaudietur. / Et sicut qui thesaurizat / ita et qui honorificat matrem suam (Sirácida 3, 4-5).

El último poema ("Cualquiera"), desvela el mensaje final de este libro, que para mí no es otro que el del dístico socrático: yo a la muerte, vosotros a la vida. Porque este es un libro poético que tanto versa sobre la muerte, como su envés, la vida. Pero qué vida:
Nací para la hiel  *  el sufrimiento  *  desdeñado y vencido por cuanto me rodea  *  ni siquiera en mí naturaleza y vida

Da igual  *  si me encuentro desnudo de ternura  *  suplicando al cielo lo que nunca llega  *  en Biafra  *  en Auschwitch  *  en Sarajevo  *  en el París de los hugonotes  *  en Ruanda  *  en las brujas de Salem  *  en los tormentos demoníacos de la Inquisición  *  en la elegancia romántica de los últimos paganos
Cuando leo estas líneas, me entran ganas de gritar: Beati pauperes spiritu! (pero esto ya lo digo yo, de mi propia cosecha). He tenido la dicha en mi vida de conocer de cerca a un número de poetas eminentes, entre los que cuento a José Antonio Moreno Jurado. Con este último libro suyo, Últimas mareas, para mí ya ha ganado el laurel.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario