Había comenzado el año pensando en exhibir en el blog los libros que compro o que rara vez me regalan (porque los libros son como las corbatas). Pero hay libros de los que me arrepiento de haber comprado a eso del cuarto de hora, así que he pensado que mejor me callo y me los guardo al coleto. Aunque ¿por qué no contar ahora, así como de pasada, que me he hecho en estos tres meses que van del año, con un espléndido volumen de biografías (la de Tiberio el resentido, o la de El Greco en Toledo), de Gregorio Marañón; o una monumental y apetitosa edición de la Real Academia, del Guzmán de Alfarache, del egregio sevillano Mateo Alemán...? Pues sí, por qué no contarlo. En ocasiones me figuro que mi ángel tutelar, o bien mi diablo de
guardia, me echan a los ojos los libros a los que estoy dándole vueltas
en la cabeza. Hoy estoy contento, y me dirán que con poca cosa me contento. Esta mañana me di una vuelta por la Casa del Libro de la calle Velázquez, aquí en Sevilla, y me dio por subir a los infiernos de la tercera planta, donde los "libros raros", y echar un ojo a los libros en inglés. Y si no lo veo, no lo creo. Me esperaba allí un ejemplar de obras selectas del gordo G.K. Chesterton, The Everyman Chesterton, la edición de Ian Ker de 2011 [Everyman]. En origen cuesta unas 12,99 libras esterlinas, y la Casa del Libro me lo ofrece ahora de importación por unos 15,67 euros, tiráo. Realmente muchísimo más barato que cualquier obra suelta en castellano. Por ejemplo, El hombre eterno (The Everlasting Man) cuesta en librería 20,80 euros [Cristiandad], y Ortodoxia (Orthodoxy), 22 euros [Acantilado]. Ambas obras, incluídas en el elegantón volumen de Everyman´s Library (hay que hojear algún libro de esta editorial, para enterarse de cómo es un libro bien hecho). La antología incluye, además de estos dos títulos polémicos, las biografías de Charles Dickens (Orwell pensaba que era la mejor del autor) y St Thomas Aquinas, algunos ensayos literarios, y algunas de las historias de Father Brown y poemas, incluído Lepanto. Pero no The man who was Thursday, que el editor no aprecia como lo mejor de Chesterton. El librero que me atendió debe ser un chestertoniano embozado, porque me encareció el libro.
25 marzo 2013
15 marzo 2013
El papa Francisco
Reproduzco con su autorización la carta de la "parroquia de papel" del sacerdote sevillano Carlos Ros Carballar, cuando acaba de elegirse el nuevo papa Fracisco:
Mis queridos parroquianos: Habemus papam. Y acontecimiento tan importante en la vida de la Iglesia no puede quedar sin una reflexión de vuestro párroco, aunque sea la más humilde de las reflexiones de todas las que pululan por los medios de comunicación social.
Uno, que es algo leído, no solo ha consultado toda la prensa que ha podido, también ha chequeado algo de la italiana. Y en Corriere della Sera apareció en primera plana una viñeta que me ha hecho sonreír y que puede ser premonitoria. Está el papa rodeado de cardenales en la balconada de la basílica de San Pedro en la noche de su anuncio. El papa dice a la multitud:
—Mis hermanos cardenales me han dado una sorpresa.
Y añade a continuación:
—Pero eso no es nada con la sorpresa que les voy a dar a ellos.
Y creo como primera impresión que va a resultar así. Ya ha dado algunas pinceladas de ello. Y solo lleva un par de días de papa. La primera sorpresa: el nombre elegido. Inédito en la historia del papado. Francisco, como el Poverello de Asís.
Me ha hecho recordar cómo Francisco de Asís hizo una peregrinación a Roma en 1206. Ante la basílica romana —no la actual, sino la anterior, la constantiniana— se arremolinaba una legión de pobres mendigos, ciegos, paralíticos y lisiados. En solidaridad con aquellos desgraciados a los que él llamaba «nuestros hermanos en Cristo», cambió sus vestidos con uno de ellos y «cubierto de harapos, pasó todo aquel día en medio de los pobres con extraordinario gozo de espíritu». Cuando volvió a su tierra, Francisco visitaba con frecuencia el leprosario de San Lázaro, cercano a Asís.
Llegado el otoño, mientras se hallaba absorto en oración en la pequeña iglesia semiderruida de San Damián, oyó que el Cristo de la pared le hablaba:
—¡Francisco, ve y repara mi casa, que está a punto de arruinarse toda ella!
Francisco lo entendió como el arreglo de aquella ermita ruinosa que será conocida como la Porciúncula. Con algunos amigos se puso a la loca aventura de su reconstrucción.
Un tiempo más tarde, el 24 de febrero de 1208, oyendo misa en la Porciúncula, unas palabras del evangelio de Mateo se le clavan en su mente:
—Proclamad que el reinado de Dios está cerca, curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde. No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas ni sandalias ni bastón, que el bracero merece su sustento...
A Francisco se le aclaró de golpe su vocación. Con una vestimenta de saco y una cuerda a la cintura, comenzó a predicar en Asís y alrededores. El 16 de abril, el noble Bernardo de Quintavalle decide repartir sus riquezas entre los pobres y se hace compañero de Francisco. En esa primavera de 1808 se le unen otros compañeros. Y etcétera. Nace el franciscanismo en la Iglesia, con una señal específica de testimonio de la pobreza en el mundo.
¿Será verdad que esta Florecilla de san Francisco se haga realidad siglos después?
Creo que el papa Francisco, por los datos biográficos que he podido leer, tiene visos de ser un nuevo Poverello que se ha sentado en la mismísima silla de San Pedro.
¡Dios lo quiera y nosotros lo veamos!
El Espíritu Santo, que guía a la Iglesia, le ha tenido que susurrar:
—¡Francisco, ve y repara mi casa, que está a punto de arruinarse toda ella!
Una segunda sorpresa de esta primera hora es la edad del nuevo papa: 76 años, cuando se esperaba un papa más joven, allá por los sesenta. Benedicto XVI fue elegido con 78 años y le ha durado el vigor del cuerpo ocho años. El papa Francisco es un pelín más joven, y con medio pulmón menos. Echémosle también otros ocho años, más que suficientes para poner a la Iglesia en ese nuevo clima de austeridad, de sencillez, de voz que viene del fin del mundo, como él mismo dijo, del hemisferio sur, donde anidan las masas más grandes de pobreza, frente al hemisferio norte con sus riquezas. Creo que el Espíritu Santo ha obrado como el que es y se ha reído de todos los pronósticos, quinielas y demás augurios de todos nosotros, que esperábamos un papa más joven. Y los tiempos, yo creo, no está para ello, todo es ya inmediato y no hay cuerpo humano que resista la ingente labor que se acumula a la mesa de un papa. Una media de ocho años me parece muy bien. El Espíritu es sabio.
Por último, el papa, cosa inédita también, ha pedido que antes de bendecirnos él, le bendigamos nosotros a él. Pues hagámoslo, queridos parroquianos, pidamos por el papa, porque seguro estoy que no solo a los cardenales, también a la Iglesia y al mundo, va a dar más de una sorpresa esperanzadora.
.
—Mis hermanos cardenales me han dado una sorpresa.
Y añade a continuación:
—Pero eso no es nada con la sorpresa que les voy a dar a ellos.
Y creo como primera impresión que va a resultar así. Ya ha dado algunas pinceladas de ello. Y solo lleva un par de días de papa. La primera sorpresa: el nombre elegido. Inédito en la historia del papado. Francisco, como el Poverello de Asís.
Me ha hecho recordar cómo Francisco de Asís hizo una peregrinación a Roma en 1206. Ante la basílica romana —no la actual, sino la anterior, la constantiniana— se arremolinaba una legión de pobres mendigos, ciegos, paralíticos y lisiados. En solidaridad con aquellos desgraciados a los que él llamaba «nuestros hermanos en Cristo», cambió sus vestidos con uno de ellos y «cubierto de harapos, pasó todo aquel día en medio de los pobres con extraordinario gozo de espíritu». Cuando volvió a su tierra, Francisco visitaba con frecuencia el leprosario de San Lázaro, cercano a Asís.
Llegado el otoño, mientras se hallaba absorto en oración en la pequeña iglesia semiderruida de San Damián, oyó que el Cristo de la pared le hablaba:
—¡Francisco, ve y repara mi casa, que está a punto de arruinarse toda ella!
Francisco lo entendió como el arreglo de aquella ermita ruinosa que será conocida como la Porciúncula. Con algunos amigos se puso a la loca aventura de su reconstrucción.
Un tiempo más tarde, el 24 de febrero de 1208, oyendo misa en la Porciúncula, unas palabras del evangelio de Mateo se le clavan en su mente:
—Proclamad que el reinado de Dios está cerca, curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde. No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas ni sandalias ni bastón, que el bracero merece su sustento...
A Francisco se le aclaró de golpe su vocación. Con una vestimenta de saco y una cuerda a la cintura, comenzó a predicar en Asís y alrededores. El 16 de abril, el noble Bernardo de Quintavalle decide repartir sus riquezas entre los pobres y se hace compañero de Francisco. En esa primavera de 1808 se le unen otros compañeros. Y etcétera. Nace el franciscanismo en la Iglesia, con una señal específica de testimonio de la pobreza en el mundo.
¿Será verdad que esta Florecilla de san Francisco se haga realidad siglos después?
Creo que el papa Francisco, por los datos biográficos que he podido leer, tiene visos de ser un nuevo Poverello que se ha sentado en la mismísima silla de San Pedro.
¡Dios lo quiera y nosotros lo veamos!
El Espíritu Santo, que guía a la Iglesia, le ha tenido que susurrar:
—¡Francisco, ve y repara mi casa, que está a punto de arruinarse toda ella!
Una segunda sorpresa de esta primera hora es la edad del nuevo papa: 76 años, cuando se esperaba un papa más joven, allá por los sesenta. Benedicto XVI fue elegido con 78 años y le ha durado el vigor del cuerpo ocho años. El papa Francisco es un pelín más joven, y con medio pulmón menos. Echémosle también otros ocho años, más que suficientes para poner a la Iglesia en ese nuevo clima de austeridad, de sencillez, de voz que viene del fin del mundo, como él mismo dijo, del hemisferio sur, donde anidan las masas más grandes de pobreza, frente al hemisferio norte con sus riquezas. Creo que el Espíritu Santo ha obrado como el que es y se ha reído de todos los pronósticos, quinielas y demás augurios de todos nosotros, que esperábamos un papa más joven. Y los tiempos, yo creo, no está para ello, todo es ya inmediato y no hay cuerpo humano que resista la ingente labor que se acumula a la mesa de un papa. Una media de ocho años me parece muy bien. El Espíritu es sabio.
Por último, el papa, cosa inédita también, ha pedido que antes de bendecirnos él, le bendigamos nosotros a él. Pues hagámoslo, queridos parroquianos, pidamos por el papa, porque seguro estoy que no solo a los cardenales, también a la Iglesia y al mundo, va a dar más de una sorpresa esperanzadora.
.
14 marzo 2013
Un papa poverello para el siglo XXI
Es el papa que la iglesia católica necesita. Un poverello, Jorge Mario Bergoglio SJ, que ha adoptado el nombre muy significativo de Papa Francesco. Han sido sus primeras palabras, en San Pedro: "Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de
Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de
fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros:
el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran
fraternidad". Esa es mi esperanza, una iglesia abierta al mundo, en espíritu pobre y fraterno. El diario británico The Guardian, lo ha definido muy bien: Pope Francis: the humble pontiff with practical approach to poverty [Guardian]. No le deseo larga vida, porque esta no es nuestra patria definitiva, sino que al menos tenga lugar a darnos testimonio auténtico del evangelio, en espíritu franciscano.
.
04 marzo 2013
¿Un Papa capuchino para el siglo XXI?
¿El cardenal de Boston, Mass., Sean O'Malley, capuchino?. Lo que más me gusta es que presidió en Granada, en la base de Armilla, la beatificación de fray Leopoldo de Alpandeire, en septiembre de 2010. O'Malley (que sabe español) lo contaba así, en su blog:
I first came to know of Fray Leopoldo through Sister Manuela, a
Carmelite sister of Vedruna who worked with me for many years in
Washington. She is from southern Spain, near Granada. She said her
family had a great devotion to him and she talked about pilgrimages to
Fray Leopoldo’s tomb.Interestingly enough, the next person to discuss Fray Leopoldo with
me was the wife of Jose Saramago. Jose was at UMass-Dartmouth after he
was awarded the Nobel Prize for Portugese literature and I was invited
to have lunch with him there. His wife is from Granada, and has great
devotion to Fray Leopoldo. They are expecting a huge celebration because of his 50 years of
going door-to-door in the city and being so close to many families. He
was certainly a figure very well known and beloved to the people of
Granada. In fact, one of our priests in the archdiocese is actually from Fray
Leopoldo’s very parish, Father Israel Rodriguez. He hopes to accompany
me and be present at the beatification as well.I will be very pleased to see the Archbishop of Granada, Francisco
Javier Martinez, who is a very dear friend of mine. I know him from his
time studying in Washington. Archbishop Martinez, who is very close to
the Communion and Liberation movement, has been very active in
interfaith outreach to the Muslims who are now very numerous in that
part of Spain.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)