Hablando de memoria, sobre las hermosas Confessions of an english opium eater, de Thomas de Quincey (obra de lectura inexcusable) [gutenberg], recuerdo el pasaje en que cuenta el personaje que viajaba tan sólo con un maletín con sus objetos personales, y en un bolsillo el libro de un poeta inglés, y en el otro las nueve tragedias de Eurípides. Tendríamos que preguntarnos qué libro nos llevaríamos en el bolsillo, en caso de huída precipitada. ¿La Biblia? ¿El Quijote? ¿El Código civil? ¿Una guía de Barcelona...? La casa Seat ha tenido la humorada de medir la capacidad del maletero de un Seat León, contando los libros que caben, unos 1000 [Abc]. Mis amigos libreros de viejo, me cuentan que cuando van a comprar una biblioteca de, digamos, unos 3000 libros, se llevan una furgoneta para el traslado. Verdaderamente es una penitencia llevar a cuestas una biblioteca, como si fueran las cadenas de un galeote, y así se explica que en cualquier mudanza perezcan los libros por el camino.
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