Un par de semanas he estado enfrascado leyendo la biografía de San Juan de la Cruz, del padre carmelita José Vicente Rodríguez [San Pablo], un libro macizo de 1000 páginas (anexos incluídos), que se me han pasado en un suspiro, real y figurado. Este es un libro que, a pesar de la envergadura, que engaña, se lee con presteza y mucho agrado. Y la edición barata, en rústica, pesa poco, se puede tener entre las manos. El padre José Vicente debe ser el decano de los sanjuanistas españoles. Nonagenario y aún en pie, nació un 2 de enero de 1926 en la localidad de Monleras, provincia de Salamanca. Ha celebrado ya el 75º aniversario de la profesión en los Carmelitas Descalzos [ocd]. Se trata pues de una biografía escrita por una autoridad máxima del Carmelo. Y además con el acierto de ilustrar la cubierta del libro con la imagen del rostro del Santo, reconstruído por los forenses al reconocer sus restos sepultados en Segovia.
Biografías de la vida trepidante de San Juan de la Cruz son incontables. Modernas son, cada una con su particular enfoque, la de José María Javierre, Juan de la Cruz, un caso límite (1991) [Sígueme] y la de Carlos Ros, Juan de la Cruz, celestial y divino (2011). Mención singular merece la biografía póstuma del carmelita Crisógono de Jesús Sacramentado, la Vida de San Juan de la Cruz (1946), que sigue insuperable en sabor literario, pero que la B.A.C. no se decide a reeditar (la última edición, de 1997, está agotada) [bac].
La biografía del padre José Vicente Rodríguez sobresale por la amplitud que concede a los testimonios de cuantos conocieron a fray Juan de la Cruz, comenzando por Santa Teresa de Jesús. Con todos esos relatos en primera persona, recogidos muy pronto en los procesos de beatificación de San Juan de la Cruz, es posible montar una gran biografía como esta. Sólo que es una biografía externa. La vida íntima del Santo nos será siempre desconocida, más que para solo Dios, aunque pudieron imaginarla sus contemporáneos cuando le veían su actitud orante, o su modo de conducirse con el prójimo. Con el milagro de su poesía lírica pasa igual. Se sabe más o menos la data sus poesías, después de su prisión en Toledo, pero no el desarrollo místico de su lirismo, culto y popular. Pero hay que pensar que la vida del espíritu propiamente no tiene historia ni biografía.
El padre José Vicente se pregunta: ¿se podrá escribir la autobiografía de Juan de la Cruz? (pág. 46). Y se responde:
"Entre los jesuítas se estima mucho la que llaman Autobiografía de san Ignacio de Loyola. Y, como es sabido, no es una autobiografía escrita por él, como lo es el Libro de la vida de santa Teresa, escrito por ella misma. El origen de la autobiografía ignaciana data del 4 de agosto de 1553, en conversación con el padre Luís González de Cámara. Y fue escribiendo lo que el santo fundador le decía; tuvo varias interrupciones la toma de notas hasta que se dio fin a la escritura el mes de diciembre de 1555.
"He leído con toda atención todas las declaraciones de los testigos que conocieron y trataron a Juan de la Cruz y, ponderada seriamente la veracidad de aquellas en las que se dice: "Me lo contó", "me dijo", "lo oí de su boca", y otras expresiones similares, me pregunto: ¿no sería el caso de atreverse a escribir esa autobiografía de fray Juan de la Cruz? Entiendo que es difícil, pero no imposible. Yo la tengo ya bastante enhebrada y recogidos ya más de 300 testimonios y espero que sea útil y provechosa si un día se cree oportuno publicarla".
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La biografía del padre José Vicente Rodríguez sobresale por la amplitud que concede a los testimonios de cuantos conocieron a fray Juan de la Cruz, comenzando por Santa Teresa de Jesús. Con todos esos relatos en primera persona, recogidos muy pronto en los procesos de beatificación de San Juan de la Cruz, es posible montar una gran biografía como esta. Sólo que es una biografía externa. La vida íntima del Santo nos será siempre desconocida, más que para solo Dios, aunque pudieron imaginarla sus contemporáneos cuando le veían su actitud orante, o su modo de conducirse con el prójimo. Con el milagro de su poesía lírica pasa igual. Se sabe más o menos la data sus poesías, después de su prisión en Toledo, pero no el desarrollo místico de su lirismo, culto y popular. Pero hay que pensar que la vida del espíritu propiamente no tiene historia ni biografía.
El padre José Vicente se pregunta: ¿se podrá escribir la autobiografía de Juan de la Cruz? (pág. 46). Y se responde:
"Entre los jesuítas se estima mucho la que llaman Autobiografía de san Ignacio de Loyola. Y, como es sabido, no es una autobiografía escrita por él, como lo es el Libro de la vida de santa Teresa, escrito por ella misma. El origen de la autobiografía ignaciana data del 4 de agosto de 1553, en conversación con el padre Luís González de Cámara. Y fue escribiendo lo que el santo fundador le decía; tuvo varias interrupciones la toma de notas hasta que se dio fin a la escritura el mes de diciembre de 1555.
"He leído con toda atención todas las declaraciones de los testigos que conocieron y trataron a Juan de la Cruz y, ponderada seriamente la veracidad de aquellas en las que se dice: "Me lo contó", "me dijo", "lo oí de su boca", y otras expresiones similares, me pregunto: ¿no sería el caso de atreverse a escribir esa autobiografía de fray Juan de la Cruz? Entiendo que es difícil, pero no imposible. Yo la tengo ya bastante enhebrada y recogidos ya más de 300 testimonios y espero que sea útil y provechosa si un día se cree oportuno publicarla".
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