Lo que son las cosas (aunque presumo de mis dotes de magician), hace nada más que año y medio dedicaba aquí una nota al "Ray Bradbury de Garci" [ver], relatando que tuve el golpe de fortuna de encontrarme en una librería la primera edición de Ray Bradbury, humanista del futuro (Madrid, Editorial Helios, 1971), de José Luís Garci. Terminaba la nota con esta esperanza: "Este libro de Garci, sobre Ray Bradbury, humanista del futuro,
voy a decir, empleando una expresión acuñada, que es "culturalmente
significativo", y debiera volverse a editar, con las debidas
actualizaciones. Pero no sé si la agenda, y las preferencias actuales de
Garci, se lo permitirán."
Pero sí, claro que sí, ya tenemos en librerías la reedición (en Hatari! Books). He visto un comentario interesante de Fernando R. Lafuente, de ayer mismo [Abc]. En mi nota también decía que nunca he sido adicto al género de la ciencia ficción (al margen de haber leído, como todo el mundo, un poco de Julio Verne, o de Poe). Pero el género me fascina, sobre todo como aficionado al cine. Nunca se me olvida la primera vez que vi, en la tele, los morlocks de El tiempo en sus manos (The Time Machine, George Pal, 1960). Y desde luego, filmes que son clave, como Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966, sobre la novela precisamente de Bradbury) o 2001, que sigue dandome tema para comentar [ver]. Yo diría que, como género imperecedero, donde se nos relata lo maravilloso, puede encontrarse también en los clásicos. Por ejemplo, el Persiles de Cervantes, que leí y comenté el verano pasado [ver].
Estos días, abandonando otras lecturas más espesas, he leído (casi diría que he absorbido) la Breve historia de la ciencia ficción [Nowtilus], que firma Luís E. Íñigo Fernández. Amena y escrita por alguien que parece dominar el género (en libro y en cine). Es el relato desde los más profundos antecedentes (Luciano, sin ir más lejos), hasta Julio Verne o H.G. Wells, alcanzando los últimos autores del género, a la altura del año 2017, incluyendo los españoles. Aunque es poco probable que vaya a dedicarle mucho tiempo a estas novelas (será que estoy desencantado, y ya no me trago las historias fantasiosas), he sido indulgente y me he hecho para el verano con dos clásicos: Solaris (1961), del polaco Stanislaw Lem, y Hacedor de estrellas (1937), del inglés Olaf Stapledon (en la edición de Minotauro, con prólogo de J.L. Borges). En perspectiva, en el inmediato futuro, H.G. Wells.