30 abril 2015

Un soneto a Roma

¡Oh grande, oh poderosa, oh sacrosanta,
alma ciudad de Roma! A ti me inclino,
devoto, humilde y nuevo peregrino,
a quien admira ver belleza tanta.
 

Tu vista, que a tu fama se adelanta,
al ingenio suspende, aunque divino,
de aquél que a verte y adorarte vino
con tierno afecto y con desnuda planta.
 

La tierra de tu suelo, que contemplo
con la sangre de mártires mezclada,
es la reliquia universal del suelo.


No hay parte en ti que no sirva de ejemplo
de santidad, así como trazada
de la ciudad de Dios al gran modelo.


MIGUEL DE CERVANTES

De Los trabajos de Persiles y Sigismunda, IV, 3.


En la edición de las Poesías de M. de C., de Adriana Lewis de Galanes (Zaragoza, ed. Ebro, 1972). Sobre Miguel de Cervantes, la ingente bibliografía se ha aumentado este año con una biografía excepcional, muy sobria y ceñida a los documentos, la del profesor de la universidad de Gerona, Jorge García López: Cervantes. La figura en el tapiz [el periódico].

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24 abril 2015

El profesor Calero, autor del Quijote


Una lección del relato de Borges "Pierre Menard, autor del Quijote", es que el autor de la obra literaria es lo de menos. Lo importante es lo que tenemos a la vista, el propio texto. Especular sobre el fondo de la autoría de un libro es, en el límite, una simple disquisición erudita. Qué más dará quién fuese Homero, quién el autor del Cantar del Cid, quién el del Lazarillo, que si William Shakespeare fue quien escribió o no escribió las comedias de Shakespeare..., o, en fin, quién se embozó bajo el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas.

Así las cosas, don Francisco Calero bien se merece ingresar en el parnaso de los autores, verdaderos o imaginarios, del Quijote. Nada extraño que la historia de un hidalgo que se volvió loco de tanto leer (¿igual que el mismo don Miguel de Cervantes de carne y hueso, en su villa de Esquivias?) continúe provocando tantos dislates.

Pero, ¿quién es don Francisco Calero? Desmentiría ahora a Borges, o a Pierre Menard, si me empeñase en explicar la vida de este autor. Pero se trata de una persona de verdad, y no inventada. Don Francisco Calero es catedrático emérito de filología latina de la Universidad Nacional de Educación a Distancia [UNED]. Estudioso de toda la vida del humanista Juan Luís Vives, ha traducido su tratado de subventione pauperum, publicado por el Ajuntament de Valencia [bivaldi]. Y en la Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.) ha editado el Diálogo de doctrina christiana [BAC].

Traigo ahora a colación al profesor Calero por un nuevo libro suyo digno de nota, que lleva el sorprendente título de El verdadero autor de los "Quijotes" de Cervantes y de Avellaneda [BAC]; un título que se autorrefuta, pues si se tratase de investigar la verdadera autoría del Quijote, ¿a qué mencionar a Cervantes y a Avellaneda? No tengo a la mano el libro, aunque me basta el prospecto de los editores para valorarlo [vid]. Ahí el profesor Calero dice que "Cervantes, aun gozando de la dignidad que tiene todo hombre, no pudo ser el padre del Quijote, porque no se lo permitió ni su formación ni el desarrollo de su vida".

Si me dejase llevar por el primer impulso en mi condición de amigo de Cervantes, habría de decir que la tesis del profesor Calero me sume en la más abismal de las perplejidades. Pero acogiéndome a la sentencia de Plinio el viejo, neque enim est ullus tam malus liber, qui alicui non placeat, parece más justo ponderar lo que de bueno pueda tener este libro del profesor Calero, si no leído, al menos presentido.

La tesis es descabellada. Porque no se trata de que Cervantes hubiera podido o no escribir el Quijote, sino que de hecho Cervantes escribió el Quijote, y por tanto pudo y quiso escribirlo. La vida de Miguel de Cervantes está de sobra documentada, y se conoce su educación literaria, su práctica de escritor, y su trato con muchísimos autores de su tiempo y con los príncipes y mecenas. Afirmar otra vez, injustamente, que Cervantes fuese un ingenio lego, son ganas de desconocer las noticias ya conquistadas sobre "el verdadero autor del Quijote".

Pero además, la persona se transparenta en el personaje. Desde la primera hasta la última línea de sus obras (basta acudir a los sublimes "prólogos") el texto cervantino es en todo coherente con ese español excepcional que fue Miguel de Cervantes (Cervantes, clave española, afirmaba Julián Marías). Claro que el Quijote, y todo lo demás, pudo escribirlo, y de hecho lo escribió, Miguel de Cervantes.

El libro del profesor Calero se parece a esos estudios de la filología española del tiempo de maricastaña (vale decir, de antes de Américo Castro), esto es de hace más de un siglo. Bueno como exhibición de los saberes humanistas de este profesor, pero no como aportación científica de nada. Y aguafiestas, porque en plenas celebraciones del cuatricentenario del Quijote de 1615, osa impugnar la autoría de Miguel de Cervantes, que Dios tenga en su gloria. Habría que contestar con las palabras del viejo soldado: "'¡Tate, tate, folloncicos! / De ninguno sea tocada; / porque esta impresa, buen rey, / para mí estaba guardada. Para mí sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno..."

A mí se me ocurre que esta pseudocuestión cervantina se parece mucho a la que pone en duda la verdadera existencia de Jesús de Nazaret [Christ myth theory]. Jesús el galileo no se hizo ninguna foto ni ningún retrato, ni se grabaron sus palabras en un magnetófono. Sin embargo, es impensable que todo el ruído que armó se hubiese de adjudicar a un personaje inventado por los judíos o griegos de Jerusalén y Antioquía. Lo mismo hay que decir de Miguel de Cervantes. Es un principio de la investigación científica recurrir a la hipótesis más simple, la menos rebuscada, y la más elegante. Todos los puntos están a favor de Cervantes como autor del Quijote, no de cualquier otro sujeto.

Para dejar un buen sabor de boca, termino con una noticia que sí merece nuestras albricias. La Real Academia Española ha publicado en sus "anejos de la Biblioteca Clásica", una nueva edición del Quijote de Avellaneda [RAE], del catedrático Luís Gómez Canseco. Argumenta este profesor, como buena razón para acercarse al Quijote de Avellaneda, que es «el propio libro: está bien escrito, se lee con gusto y sigue guardando interés para el lector actual. Esconde, además, información novedosa y atractiva para aquellos que quieran adentrarse por los entresijos que la literatura del Siglo de Oro guarda para los lectores del siglo xxi».

POST SCRIPTUM

Documentos que prueban que Cervantes escribió el Quijote: [aquí].

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Vademecum


Hablando de memoria, sobre las hermosas Confessions of an english opium eater, de Thomas de Quincey (obra de lectura inexcusable) [gutenberg], recuerdo el pasaje en que cuenta el personaje que viajaba tan sólo con un maletín con sus objetos personales, y en un bolsillo el libro de un poeta inglés, y en el otro las nueve tragedias de Eurípides. Tendríamos que preguntarnos qué libro nos llevaríamos en el bolsillo, en caso de huída precipitada. ¿La Biblia? ¿El Quijote? ¿El Código civil? ¿Una guía de Barcelona...? La casa Seat ha tenido la humorada de medir la capacidad del maletero de un Seat León, contando los libros que caben, unos 1000 [Abc]. Mis amigos libreros de viejo, me cuentan que cuando van a comprar una biblioteca de, digamos, unos 3000 libros, se llevan una furgoneta para el traslado. Verdaderamente es una penitencia llevar a cuestas una biblioteca, como si fueran las cadenas de un galeote, y así se explica que en cualquier mudanza perezcan los libros por el camino.

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