06 septiembre 2008

Contradiciendo a Ratzinger

Hasta ahora no había comentado aquí el libro de Joseph Ratzinger, Jesus von Nazareth (2007), por la sencilla razón de que no lo he leído. Aún aguarda su turno, en el limbo de los libros vírgenes, si bien que reposando en inmejorable compañía, ahora que lo he retirado del anaquel, donde fue a parar por azares de la topología entre la Interpretación del cuarto evangelio (1954), de Charles Harold Dodd, y El instante (1855), de Kierkegaard. Pero no se le busque la lógica a esta secuencia, porque no tiene otra más que el confuso desorden de una biblioteca de uso personal.

Algunos próximos y amigos, más sabios y religiosos que yo, sí han leído "el libro del Papa". Yo no, y confieso que no he podido con él, porque se me cae de las manos. Pero sí he repasado enterito el prólogo y la bibliografía. Ahora que al comenzar el curso anidan en nuestros corazones píos propósitos, he vuelto a hojearlo, y vuelto a desestimar su lectura, en provecho de otras más urgentes. No obstante, en un rato perdido he usado de técnicas de lectura veloz, haciendo algunas calas en el texto, para explicar ahora mi resistencia a esta obra. No descarto que, como me pasa con muchos otros libros, simplemente le haya cogido manía; pero quién sabe.

El prólogo contiene una declaración, justamente destacada en los medios, y que voy a reproducir: Sin duda, no necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal "del rostro del Señor" (cf. Sal 27, 8). Por eso, cualquiera es libre de contradecirme. Pido sólo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial, sin la cual no hay comprensión posible.

Pues bien, tomándole la palabra al profesor Ratzinger, me permitiré aquí hacer una módica contradicción del libro, que seguramente estará falta de la sabiduría y temple que requiere el empeño. En cuanto a la "benevolencia inicial", creo que ya la he demostrado, habiendo comprado el libro y leído su prólogo y algunas de sus páginas. Y también porque tengo en general buena disposición hacia Ratzinger el teólogo, del que soy lector de su Introducción al cristianismo (1968) desde mis ya lejanos años de bachiller. Por no hablar de mi admiración, ya en el terreno magisterial, de su hermosa encíclica Spe salvi, que he comentado repetidas veces aquí.

No pondré en duda jamás que el libro Jesús de Ratzinger sea, en doctrina, católico-católico, como el café-café (no podría ser de otra manera, en la persona del doctor que hoy ocupa la
cátedra de San Pedro). Pero como este libro es resultado, como él mismo dice, de una "búsqueda personal", tal vez refleje sus propias y particularísimas opiniones teológicas, que no su magisterio de Supremo Pontifice. No hay más que repasar otro libro famoso de Ratzinger, el Informe sobre la fe (1985), donde sin ambages reconocía, dialogando con el periodista Vittorio Messori, que en la Iglesia polemizan corrientes conservadoras y progresistas, que siguen todavía hoy discutiendo en torno a la vigencia del Concilio Vaticano II.

Mi primera crítica se refiere a la aptitud del libro para enseñar. El Jesús de Ratzinger se sitúa, como decimos coloquialmente, en un quiero y no puedo. No explica con el orden, la sencillez y claridad debidas, la vida y milagros y las enseñanzas de Jesús el nazareno, que seguramente es lo que piden de corazón los cristianos sencillos, deseosos de aprender y de oír hablar del Maestro. Pero por otro lado, tampoco alcanza un aseado nivel que satisfaga a los estudiosos del Nuevo Testamento, de los evangelios y de su teología. Destinado al gran público, irremediablemente incurre en una rapsodia de temas teológicos y escriturísticos, de imposible vulgarización, pensando quizá en ese hipotético y modélico lector medio que, como cualquier "media estadística", no existe.

Me imagino que muchos de los tropecientos mil compradores del "libro del Papa", que se lo llevaron de la pila de los grandes almacenes, o del hipermercado, como quien compra el último premio Planeta, se habrán llevado un buen chasco si se han asomado a sus páginas. A los pocos días de tenerlo en mis manos, ya avisé que el prólogo, repleto de consideraciones de alta erudición teológica, cumple a la perfección la tarea de disuadir de la continuación de la lectura. Claro está que hablo de ese "lector medio" hipotético, y que no desconozco que lectores más instruídos, entre la clerecía y el personal con estudios, sí habrán llegado a buen puerto leyéndolo en su integridad.

¿Y en cuanto al lector estudioso, informado? Para valorar los quilates del libro, me he dirigido al capítulo 8, "Las grandes imágenes del evangelio de Juan". Confieso que tengo un motivo personal para hacerlo, y es que este cuarto evangelio, a diferencia de los sinópticos, siempre se me ha atragantado, nunca lo he entendido bien. Me parecía, puede ser que con razón, demasiado filosófico. Por eso dos libros que me aguardan impacientes son los comentarios del teólogo inglés Charles Harold Dodd, que he mencionado arriba: Interpretación del cuarto evangelio (1955) y Tradición histórica en el cuarto evangelio (1963) [ambos publicados por ediciones Cristiandad]. Quien de verdad quiera aprender y comprender el sentido del evangelio de Juan, debe leer estas colosales obras exegéticas. Pero si a continuación dirigimos nuestra mirada al capítulo 8 del libro de Ratzinger, observaremos que se queda en un nivel divulgativo de saberes teológicos y escriturísticos, que difícilmente calarán en aquel "lector medio".

En resumidas cuentas, el que llaman "libro del Papa", que más propiamente se debe llamar "último libro del teólogo Ratzinger", como él mismo honradamente advierte en el prólogo, porque no es una obra magisterial, se queda a mi juicio en un nivel intermedio, equidistante, forzosamente catequístico, que procurará algún barniz teológico a lectores interesados, pero que no satisfará las expectativas de los lectores sencillos (que no rudos), que quieren conocer el mensaje de Jesús, y tendrá poco interés para quienes ya estén sumergidos en la ciencia teológica y en el estudio riguroso de las Escrituras.

Para terminar y no alargarme, una vez explicadas mis impresiones sobre el nivel retórico del libro de Ratzinger, debo referirme a su contenido ideológico, analizando al menos alguna de sus opiniones teológicas. Comentarlo por entero está fuera de lugar, y muy lejos de mi capacidad y sabiduría. Esta vez me he dirigido al capítulo 4, donde se habla de "el Sermón de la Montaña". El comentario que voy a hacer evidenciará el acierto de la elección. En este pasaje saltan a la vista, a mi juicio, las opiniones que animan el pensamiento actual de Ratzinger el teólogo. Para no andarme por las ramas copio un párrafo muy significativo, de la página 105 de la edición española:

"El Sermón de la Montaña como tal no es un programa social, eso es cierto. Pero sólo donde la gran orientación que nos da se mantiene viva en el sentimiento y en la acción, sólo donde la fuerza de la renuncia y la responsabilidad por el prójimo y por toda la sociedad surge como fruto de la fe, sólo allí puede crecer también la justicia social. Y la Iglesia en su conjunto debe ser consciente de que ha de seguir siendo reconocible como la comunidad de los pobres de Dios. Igual que el Antiguo Testamento se ha abierto a la renovación con respecto a la Nueva Alianza a partir de los pobres de Dios, toda nueva renovación de la Iglesia puede partir sólo de aquellos en los que vive la misma humildad decidida y la misma bondad dispuesta al servicio".

Un lector "no benevolente" quizá entrevea en esa afirmación tan tajante de que el Sermón de la Montaña "no es un programa social", la contestación previsible de Ratzinger a la Teología de la Liberación. No quiero entrar en esta materia, porque me alejaría indebidamente del texto explícito de Ratzinger. Pero hay que llamar la atención sobre la interpretación que de la pobreza hace el conjunto del capítulo 4, y en particular este párrafo: pobre es el miembro de la Iglesia, con humildad decidida y bondad dispuesta al servicio. Creo que no he sido infiel al interpretarlo. Entonces, ¿podemos imaginarnos quienes son esos "pobres" de los que habla Ratzinger? Pienso que Ratzinger lleva aquí la "imaginación teológica" muy lejos, porque desde la lectura del evangelio, y oyendo las palabras de Jesús, el pobre es simplemente el pobre.

Leyendo este texto de Ratzinger, que dice que Jesús no predicó en la montaña ningún programa social, me pregunto en qué desván eclesiástico ha quedado arrumbada la opción preferencial por los pobres, que nos recuerdan los teólogos
Jon Sobrino y Gustavo Gutiérrez. Al menos hemos comprendido que el evangelio obliga a "tomar una decisión", a hacer una opción. ¿Pero nos concede el evangelio margen para interpretar, a nuestro gusto y conveniencia, esa palabra tan solemne como es la de la pobreza? Sancte Óscar Romero, ora pro nobis!

Voy a concluir este comentario al Jesús de Ratzinger refiriéndome, ya muy ligeramente, a las disputas teológicas en que se embarca el autor. Disputar, debatir, altercar, contender, discutir, son formas de ejercer los oficios retóricos, como son los de los abogados, filósofos y teólogos. En general, el debate de opiniones está presente en todo arte y ciencia. También debaten los médicos, sobre el mejor tratamiento del enfermo, o los ingenieros, sobre la mejor construcción de un puente.

Por eso mismo, también en este libro de Ratzinger hay debate (por ejemplo, como era de esperar, con Bultmann). Sin embargo, he querido ver una gran distancia con el desarrollo de los debates en su juvenil Introducción al cristianismo. En este último libro, originado en unas conferencias universitarias en Tubinga, Ratzinger dialoga con los intelectuales de su tiempo. Pero en el que comentamos, Ratzinger ataca e impugna. Creo intuir que en esta diferencia de estilo (tan sólo es una impresión apresurada) asoma la senescencia del pensamiento del autor. Por eso creo, y ésta puede ser una conclusión razonable, que esta tardía obra del teólogo Ratzinger, no añade nada, como tantas veces ocurre en muchísimos creadores y pensadores, a sus brillantes obras juveniles. Volvamos, si queremos, a su Introducción al cristianismo.

Actualización: Las "paradojas" del libro del Papa.

"... Paradójicamente, mientras él mismo nos dice que este libro no es un documento del magisterio papal, sino el fruto de su personal compromiso teológico, tenemos la clara impresión de que leyendo estas páginas contamos con una clave preciosa para comprender mejor muchos aspectos de su pontificado: sus homilías, sus catequesis de los miércoles, el estilo de su gobierno y del orden de su vida, en cierto sentido también las prioridades y diversas elecciones de su gobierno. Sabemos mejor quién es el Papa, qué es verdaderamente esencial para él, y por lo tanto qué nos quiere decir a todos los creyentes en Jesucristo, a los hombres y a las mujeres de hoy. Le estamos profundamente agradecidos."

P. Federico Lombardi [vía: Zenith]

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9 comentarios:

  1. Yo confieso que tampoco he podido pasar del prólogo. Quizás por la forma, no sé. Hubiera preferido algo más sistemático, paso a paso.
    En cuanmto a los pobres: todos somos pobres en algo, yo consideraría la pobreza sólo en términos económicos, aunque también desde luego.

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  2. Gracias, Enrique. Sí, en cuanto a la pobreza, estamos llamados a practicar la "pobreza de espíritu", desprendiéndonos de lo material. Urge sobre todo en Europa.

    No se exalta al pobre en términos absolutos, porque también la pobreza puede ser ocasión de maldad; sino porque el pobre es la figura del que ya no tiene nada.

    Aunque es verdad que los ricos, aunque no vayan a condenarse, tienen más difícil eso de entrar en el Reino de los Cielos. A lo mejor por ese motivo, hay quien cree que hay que hacer un "apostolado para gente pudiente", vaya usted a saber.

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  3. Si para tí el libro es "duro de roer" ni imagino lo que hubiera sido para mí y el resto de los poco adentrados en temas teleológicos.

    Pero se agradecen tus apuntes y tu valentía al reseñar el libro con la advertencia de su no lectura completa.

    Una vez más gracias por acercarnos a estos temas, que tu hacer mas comprensibles.

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  4. será buena la traducción?

    es lo que me temo: que sea ... no muy buena, como la mayoría de las traducciones de libros de Ratz. al espanol,

    ... muchas veces, pienso que el problema es que los traducen del italiano al castellano y no del alemán...

    saludos!

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  5. Esa es una buena observación, Marta. Muchas veces desestimamos los libros traducidos, porque su prosodia, su forma de decir, no nos parece natural en nuestra lengua. Y no es culpa del autor, sino de la impericia del traductor.

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  6. Mi estimado Joaquín:

    He leído con sumo interés tu artículo, y con benevolencia pues deseo respetar las opiniones ajenas, máxime la tuya, pues te considero experto en materia, y persona de la que hay mucho que aprender.

    Ya conoces mi debilidad por el prólogo y por el libro en el que estoy sumergida, el "Jesus von Nazareth". He de reconocer que no conozco los primeros escritos de Ratzinger ni otros de distintos autores que tu mencionas.

    Me haces pensar lo que concluyes con respecto al "lector medio" . Como no soy docta , no entro en el círculo de los avanzados, de forma que no me es posible hacer una crítica profunda, en el buen sentido.

    Sin embargo, creo que el libro abre en mí horizontes que , hasta ahora desconocía. Entender, se entiende, y su orden y estructura me parecen muy buenos.

    ¿ Lo puede leer con claridad el publico menos "cualificado" por decirlo de alguna manera ?.
    Me parece que, con interés y dobles lecturas, es asequible para la mayor parte de la población.

    Si me lo permites, personalmente agradezco a Ratzinger "su" libro, e igualmente a tí por tu reflexiva entrada.

    Saludos más que cordiales

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  7. Muchas gracias por tu réplica, Morgenrot. Aunque tu reflexión previa sobre el libro de Joseph Ratzinger "me picó" para dar una opinión larga (pero no muy fundamentada) sobre este libro, el post refleja alguna idea que tengo sobre él. Sobre todo es cierto que se me cae de las manos (¡lo siento!) y que me parece, como poco, incompleto (manifiestamente incompleto, desde luego, para las expectativas que pudo haber suscitado). Nada tiene que ver esto con mi respeto por el "Papa intelectual", a quien en desagravio he dedicado un post apresurado sobre su conferencia en el Collège des Bernardins. No dudo que es una lectura de altura (no cualquiera está preparado para hacerla), y por ahí viene mi principal crítica, porque puede defraudar el vivo interés del público por leer un libro sobre Jesús de Nazaret. En mi apreciación sí lo colma un libro bellísimo, el del teólogo vasco José Antonio Pagola (en unos días lo tendremos en los escaparate, corregido y con el "nihil obstat" de su obispo...).

    Pero hay que tomarse en serio la afirmación de Ratzinger de que el libro lo publica a título particular, y por tanto no hay que tener miedo a que uno pueda pensar que el libro de otro teólogo, más bajo en el "escalafón" eclesiástico, sin embargo sea mejor y más legible.

    Estos días estoy comenzando a "estudiar" el manual de Teología Fundamental de Salvador Pié Ninot (teólogo catalán distinguido, que asistirá al próximo Sínodo sobre la Biblia). Como mera curiosidad, te indico que Ratzinger (en tanto teólogo) aparece citado en este libro(según el índice onomástico) 33 veces, frente a las 106 veces de K. Rahner. Que Pié Ninot aprecie más la contribución teológica de Rahner que la de Ratzinger, no resta que Pié Ninot sea muy apreciado en la Santa Sede. Una cosa no quita la otra. Estamos hablando de la libertad intelectual.

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  8. Estoy en ello. Sigo en ello. Comienzo y recomienzo. Para adelante y para atrás. Es inagotable. Lo leo (trato de leerlo en alemán) y aunque mi vocabulario alemán es mas breve que el castellano, me emociona su claridad conceptual.

    Es una mezcla perfecta de trato personal con un personaje entramado perfectamente en el presente histórico judío, a la vez que en medio de una tradición bíblica. Por otro lado es de una gran profundidad filosófica. Piedad y lógica se abrazan, en su justa medida.

    Si queréis atabjar, id a la parábola del buen samaritano. Impresionante.

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  9. Lo intentaremos, una vez más.

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