He tenido pendiente durante años leer este libro del médico y humanista gallego Domingo García Sabell, Paseo alrededor de la muerte (Paseata arredor da morte, 1999). Es una ironía del destino que este doctor, que tenía el tema de la muerte como su predilecto, alcanzase una edad avanzada (1909-2003), pero no lograse finalmente ir a morir con plena consciencia, ya que padeció en sus últimos años una demencia [necrológica]. El contenido del libro en buena medida fue anticipado en una serie de conferencias que dictó en la Fundación Juan March, en 1986, que pueden escucharse grabadas, o incluso descargarse, en este enlace.
La Navidad, en que los cristianos celebramos el nacimiento de una esperanza [Zenit], es momento inmejorable para una meditatio mortis. Se anhela vivir de profundis, desde el pozo de nuestra miseria. La muerte nos acompaña desde que nacemos, como nos recuerda el doctor García Sabell. La curiosidad por saber qué será el morir parece ser un sentimiento común de los agonizantes, y también de los vivos: no está mal entonces tratar de saciar en algo esta curiosidad hasta que la hora nos llegue a cada uno.
García Sabell no proporciona ninguna metafísica de la muerte. En rigor, nadie sabe lo que es la muerte. El sabio Epicuro descartaba explicar esta realidad elusiva, diciendo: la muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuando ésta llega, nosotros no somos. Por eso García Sabell no trata de la muerte, sino que "pasea alrededor", describiendo los fenómenos que manifiestan el morir: la decadencia, el envejecimiento y la enfermedad, la agonía y el cadáver. Como propio de buen médico, las reflexiones del doctor García Sabell no son especulativas, sino que se fundan en la observación y la experiencia clínica (muy valiosas sus consideraciones sobre la muerte de amigos íntimos).
No hay en este libro ninguna contribución nueva, nada que no supiésemos ya, sobre la muerte. ¿Acaso es posible? Pero sí es muy valiosa la reflexión humanista sobre esta experiencia universal, y el esfuerzo por alcanzar una comprensión de la muerte. A mi juicio, es muy sabia y fundada su explicación del proceso de la muerte:
1. El enfermo terminal, o agonizante, concentra sus energías en el mero vivir primario, y por eso experimenta el tiempo con un estilo desusado, entre "un futuro puntiforme y un pasado sin horizonte" (pág. 180). "Lo que define el proceso de la muerte, en su raíz última, es la pérdida de la excentricidad existencial de la criatura humana y, simultáneamente, su desincersión de la red del tiempo" (pág. 182). La vida y ocupación del enfermo moribundo no es la vida corriente de los que presencian la enfermedad.
2. "El ser humano en trance de muerte presenta en la intimidad, tanto material como espiritual, un tropismo, un andar hacia la entrega. Todo lo que en él ocurre como individuo lleva el sello inconfundible de la obediencia a algo con nombre que no logramos descifrar, pero que, en conjunto, es eso, abdicación, dimisión, mudez existencial. En una palabra, pasividad" (pág. 182).
Esto es el morir consciente, que parece negado a las muertes accidentales, o en la inconsciencia inducida por fármacos o en los procesos de demencia, como la del mismo doctor García Sabell.
La Navidad, en que los cristianos celebramos el nacimiento de una esperanza [Zenit], es momento inmejorable para una meditatio mortis. Se anhela vivir de profundis, desde el pozo de nuestra miseria. La muerte nos acompaña desde que nacemos, como nos recuerda el doctor García Sabell. La curiosidad por saber qué será el morir parece ser un sentimiento común de los agonizantes, y también de los vivos: no está mal entonces tratar de saciar en algo esta curiosidad hasta que la hora nos llegue a cada uno.
García Sabell no proporciona ninguna metafísica de la muerte. En rigor, nadie sabe lo que es la muerte. El sabio Epicuro descartaba explicar esta realidad elusiva, diciendo: la muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuando ésta llega, nosotros no somos. Por eso García Sabell no trata de la muerte, sino que "pasea alrededor", describiendo los fenómenos que manifiestan el morir: la decadencia, el envejecimiento y la enfermedad, la agonía y el cadáver. Como propio de buen médico, las reflexiones del doctor García Sabell no son especulativas, sino que se fundan en la observación y la experiencia clínica (muy valiosas sus consideraciones sobre la muerte de amigos íntimos).
No hay en este libro ninguna contribución nueva, nada que no supiésemos ya, sobre la muerte. ¿Acaso es posible? Pero sí es muy valiosa la reflexión humanista sobre esta experiencia universal, y el esfuerzo por alcanzar una comprensión de la muerte. A mi juicio, es muy sabia y fundada su explicación del proceso de la muerte:
1. El enfermo terminal, o agonizante, concentra sus energías en el mero vivir primario, y por eso experimenta el tiempo con un estilo desusado, entre "un futuro puntiforme y un pasado sin horizonte" (pág. 180). "Lo que define el proceso de la muerte, en su raíz última, es la pérdida de la excentricidad existencial de la criatura humana y, simultáneamente, su desincersión de la red del tiempo" (pág. 182). La vida y ocupación del enfermo moribundo no es la vida corriente de los que presencian la enfermedad.
2. "El ser humano en trance de muerte presenta en la intimidad, tanto material como espiritual, un tropismo, un andar hacia la entrega. Todo lo que en él ocurre como individuo lleva el sello inconfundible de la obediencia a algo con nombre que no logramos descifrar, pero que, en conjunto, es eso, abdicación, dimisión, mudez existencial. En una palabra, pasividad" (pág. 182).
Esto es el morir consciente, que parece negado a las muertes accidentales, o en la inconsciencia inducida por fármacos o en los procesos de demencia, como la del mismo doctor García Sabell.
Tanta verdad en el segundo punto.
ResponderEliminarTe agradezco estas reflexiones tan necesarias en estos tiempos de prisa casi trepidante.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo con mis mejores deseos de felicidad.
Gracias, ONDA. Feliz Año Nuevo, a tí, como a todos los amigos y amigas que se pasan por este blog, os deseo, si no lo he hecho antes...
ResponderEliminarUn abrazo.
Los dos puntos son tan acertados como desconcertantes.
ResponderEliminarBuen post, Joaquín, adentrándonos en ese pasadizo secreto del no ser.