"Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve" (1 Co 13,3).
Cinco meses han pasado desde la firma de la carta encíclica Caritas in veritate, del 29 de junio, y aún no he dicho "esta boca es mía" sobre el documento, pues quiero tomarme mi tiempo en leer un texto árido, de tono sociológico en el peor sentido, y que abarca muchos temas.
Este sábado, en un encuentro en el Seminario de Sevilla con el nuevo arzobispo Juan José Asenjo, ha vuelto a dar una clase un viejo y querido profesor, don Manuel Clavero Arévalo, maestro de muchas generaciones de juristas sevillanos. A propósito de la encíclica Caritas in veritate, ha dicho el profesor Clavero que realmente no aporta ninguna novedad a la doctrina social de la Iglesia, que sigue inspirándose en los mismos principios de siempre.
No es novedosa, no puede serlo, pero es lo cierto que la encíclica ha dejado estupefactos a tirios y troyanos, y no se parece en nada a los documentos sociales que la han precedido, desde la Rerum novarum de 1891. La última encíclica de Benedicto XVI creo que da un golpe de timón a la manera de entender el magisterio social de la Iglesia. Su introducción antropológica, y la relectura que hace de la Populorum progressio, son a mi juicio las grandes novedades de la Caritas in veritate, lo que justifica su estudio detenido.
Mucho se está comentando también lo que pudiera interpretarse como abusiva inversión de los términos de Ef 4,15: veritatem autem facientes [aletheuontes] in charitatem [de en agape]. No es tampoco una interpretación inocua de la máxima paulina, aunque su comentario lo dejaremos para otro día. Pero sí que nos indica que el problema nuclear de la encíclica, de gran fuste, es la comprensión de la idea, del concepto, y de la palabra Caritas, que encabeza todo el discurso.
Caritas traduce en la Vulgata el término griego de amor generoso, ágape. Viene del adjetivo carus, en latin "caro, querido, valorado". Lejos pues del amor gratuito y desinteresado, como en ocasiones se afirma, sino que caritas vertía originalmente el amor complacido o ágape. Pero en las lenguas modernas, caridad ha tomado un sentido reducido, queriendo decir "benevolencia con los pobres". Por este motivo las traducciones modernas del Nuevo Testamento evitan la palabra caridad en aquellos pasajes en que está indicado el amor, en toda su amplitud (p.ej. 1 Co 13). Todavía la King James Version (1611), dependiente de la Vulgata, traducía caritas por charity, aunque las ediciones revisadas ya dicen siempre love [V. Online Etymology Dictionary]. Lo mismo habría que decir de la anticuada traducción castellana de Nácar y Colunga, más servil con la versión latina que fiel al original griego.
Es posible que no nos ayude en la comprensión de la Caritas in veritate enterarnos de en qué lengua haya podido ser pensada primero, porque en Ratzinger tenemos a un latinista (sus primeros estudios trataron de San Agustín y San Buenaventura). Pero sí es interesante observar que la lengua alemana desconoce el término caridad. La traducción de la encíclica a este idioma comienza así: die Liebe in der Wahrheit (lit. "el amor en la verdad"), donde la versión castellana dice: la caridad en la verdad, la inglesa: charity in truth, la portuguesa: a caridade na verdade, la catalana: la caritat en la veritat, o la italiana: la carità nella verità. Por el contrario, sorprende que la traducción francesa diga: l’amour dans la vérité, cuando más adelante alterna amour con charité.
La etimología es dato necesario para entender el recto sentido de afirmaciones importantes de la encíclica, como ésta (n. 6): La justicia es la primera vía de la caridad [inglés: Justice is the primary way of charity, alemán: Die Gerechtigkeit ist der erste Weg der Liebe]. Cuando la encíclica, al menos en su traducción española, emplea el término caridad, en qué quedamos, ¿piensa en el amor, o tan sólo quiere decir "justicia con los pobres"?
En este punto, hay que reconocer la superioridad de la versión alemana, donde un mismo vocablo, Liebe, vale tanto por "amor" como por "caridad". Otras versiones modernas deben sacrificar el sentido, reduciéndolo a la caridad, expresión hoy restrictiva. El texto de la encíclica padece en mi opinión una continuada equivocidad, propiciada por el uso inmoderado del latín de la Vulgata, además de la polisemia de la palabra alemana Liebe.
Esta ambigüedad calculada de Caritas in veritate prolonga la de la primera encíclica de Benedicto XVI, Deus caritas est, que debe traducirse desde luego por "Dios es amor" (1 Jn 4,16), no por "Dios es caridad" (?). Los primitivos filósofos griegos, como Empédocles, pensaban que el amor y su contrario el odio, gobernaban el mundo con movimientos de atracción y repulsión. Por eso el Creador, cuando gobierna el mundo, se manifiesta como amor. Pero la caridad, que es aprecio y complacencia, introduce un factor de medida y avalúo en las relaciones humanas. La caridad, como la justicia y el bien, supone medir la utilidad y tiene más que ver con el cálculo económico que con el amor amplio y generoso. Cuando la encíclica afirma que "Caritas in veritate es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia", se funda en este sentido utilitarista de la caridad.
La caridad no se identifica con el amor, aunque el latín caritas pueda inducirnos a pensar otra cosa. Es tesis, por lo demás, de Santo Tomás de Aquino, que pensaba que el amor es noción común a dilectio, caritas y amicitia. Por eso toda caridad es amor, pero no al contrario [omnis caritas est amor, sed non e converso]. La caridad añade al amor una perfección, que consiste en apreciar en gran valor lo que se ama, como el mismo nombre de caritas indica [id quod amatur magni pretii aestimatur, ut ipsum nomen designat] (S. Th. 1-2 q.26, a.3).
Un destacado filósofo contemporáneo de la órbita germana, Josef Pieper, cuando se enfrenta a la virtud del amor (Über die Liebe, 1972), también advierte del peligro de dar un sentido restringido al amor, confundiéndolo con la caridad: "Caritas, en alemán, significa sobre todo, si no exclusivamente, la atención y cuidado de los necesitados y todo el montaje organizador que para ello se requiere (asociaciones, organismos administrativos, directores, etcétera) (...) Y, sin embargo, lo que se entiende por eso es mucho más y a la vez totalmente distinto de lo que por caritas, como virtud teologal y ascética, se ha entendido siempre. Al reflexionar sobre esto, nadie se podrá extrañar de que Karl Jaspers contraponga caritas a amor, y que pueda hablar de una caritas sin amor".
El análisis conceptual de caritas puede conducirnos a considerar ilegítimo la inversión de los términos de Ef 4,15, porque la epístola paulina está pensando en el amor amplio y generoso, ágape, y no en la caridad, que somete lo amado a cálculo, valor y apreciación. Intentaremos pronto, en nuevos posts, extraer las consecuencias de esta idea.
.
Cinco meses han pasado desde la firma de la carta encíclica Caritas in veritate, del 29 de junio, y aún no he dicho "esta boca es mía" sobre el documento, pues quiero tomarme mi tiempo en leer un texto árido, de tono sociológico en el peor sentido, y que abarca muchos temas.
Este sábado, en un encuentro en el Seminario de Sevilla con el nuevo arzobispo Juan José Asenjo, ha vuelto a dar una clase un viejo y querido profesor, don Manuel Clavero Arévalo, maestro de muchas generaciones de juristas sevillanos. A propósito de la encíclica Caritas in veritate, ha dicho el profesor Clavero que realmente no aporta ninguna novedad a la doctrina social de la Iglesia, que sigue inspirándose en los mismos principios de siempre.
No es novedosa, no puede serlo, pero es lo cierto que la encíclica ha dejado estupefactos a tirios y troyanos, y no se parece en nada a los documentos sociales que la han precedido, desde la Rerum novarum de 1891. La última encíclica de Benedicto XVI creo que da un golpe de timón a la manera de entender el magisterio social de la Iglesia. Su introducción antropológica, y la relectura que hace de la Populorum progressio, son a mi juicio las grandes novedades de la Caritas in veritate, lo que justifica su estudio detenido.
Mucho se está comentando también lo que pudiera interpretarse como abusiva inversión de los términos de Ef 4,15: veritatem autem facientes [aletheuontes] in charitatem [de en agape]. No es tampoco una interpretación inocua de la máxima paulina, aunque su comentario lo dejaremos para otro día. Pero sí que nos indica que el problema nuclear de la encíclica, de gran fuste, es la comprensión de la idea, del concepto, y de la palabra Caritas, que encabeza todo el discurso.
Caritas traduce en la Vulgata el término griego de amor generoso, ágape. Viene del adjetivo carus, en latin "caro, querido, valorado". Lejos pues del amor gratuito y desinteresado, como en ocasiones se afirma, sino que caritas vertía originalmente el amor complacido o ágape. Pero en las lenguas modernas, caridad ha tomado un sentido reducido, queriendo decir "benevolencia con los pobres". Por este motivo las traducciones modernas del Nuevo Testamento evitan la palabra caridad en aquellos pasajes en que está indicado el amor, en toda su amplitud (p.ej. 1 Co 13). Todavía la King James Version (1611), dependiente de la Vulgata, traducía caritas por charity, aunque las ediciones revisadas ya dicen siempre love [V. Online Etymology Dictionary]. Lo mismo habría que decir de la anticuada traducción castellana de Nácar y Colunga, más servil con la versión latina que fiel al original griego.
Es posible que no nos ayude en la comprensión de la Caritas in veritate enterarnos de en qué lengua haya podido ser pensada primero, porque en Ratzinger tenemos a un latinista (sus primeros estudios trataron de San Agustín y San Buenaventura). Pero sí es interesante observar que la lengua alemana desconoce el término caridad. La traducción de la encíclica a este idioma comienza así: die Liebe in der Wahrheit (lit. "el amor en la verdad"), donde la versión castellana dice: la caridad en la verdad, la inglesa: charity in truth, la portuguesa: a caridade na verdade, la catalana: la caritat en la veritat, o la italiana: la carità nella verità. Por el contrario, sorprende que la traducción francesa diga: l’amour dans la vérité, cuando más adelante alterna amour con charité.
La etimología es dato necesario para entender el recto sentido de afirmaciones importantes de la encíclica, como ésta (n. 6): La justicia es la primera vía de la caridad [inglés: Justice is the primary way of charity, alemán: Die Gerechtigkeit ist der erste Weg der Liebe]. Cuando la encíclica, al menos en su traducción española, emplea el término caridad, en qué quedamos, ¿piensa en el amor, o tan sólo quiere decir "justicia con los pobres"?
En este punto, hay que reconocer la superioridad de la versión alemana, donde un mismo vocablo, Liebe, vale tanto por "amor" como por "caridad". Otras versiones modernas deben sacrificar el sentido, reduciéndolo a la caridad, expresión hoy restrictiva. El texto de la encíclica padece en mi opinión una continuada equivocidad, propiciada por el uso inmoderado del latín de la Vulgata, además de la polisemia de la palabra alemana Liebe.
Esta ambigüedad calculada de Caritas in veritate prolonga la de la primera encíclica de Benedicto XVI, Deus caritas est, que debe traducirse desde luego por "Dios es amor" (1 Jn 4,16), no por "Dios es caridad" (?). Los primitivos filósofos griegos, como Empédocles, pensaban que el amor y su contrario el odio, gobernaban el mundo con movimientos de atracción y repulsión. Por eso el Creador, cuando gobierna el mundo, se manifiesta como amor. Pero la caridad, que es aprecio y complacencia, introduce un factor de medida y avalúo en las relaciones humanas. La caridad, como la justicia y el bien, supone medir la utilidad y tiene más que ver con el cálculo económico que con el amor amplio y generoso. Cuando la encíclica afirma que "Caritas in veritate es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia", se funda en este sentido utilitarista de la caridad.
La caridad no se identifica con el amor, aunque el latín caritas pueda inducirnos a pensar otra cosa. Es tesis, por lo demás, de Santo Tomás de Aquino, que pensaba que el amor es noción común a dilectio, caritas y amicitia. Por eso toda caridad es amor, pero no al contrario [omnis caritas est amor, sed non e converso]. La caridad añade al amor una perfección, que consiste en apreciar en gran valor lo que se ama, como el mismo nombre de caritas indica [id quod amatur magni pretii aestimatur, ut ipsum nomen designat] (S. Th. 1-2 q.26, a.3).
Un destacado filósofo contemporáneo de la órbita germana, Josef Pieper, cuando se enfrenta a la virtud del amor (Über die Liebe, 1972), también advierte del peligro de dar un sentido restringido al amor, confundiéndolo con la caridad: "Caritas, en alemán, significa sobre todo, si no exclusivamente, la atención y cuidado de los necesitados y todo el montaje organizador que para ello se requiere (asociaciones, organismos administrativos, directores, etcétera) (...) Y, sin embargo, lo que se entiende por eso es mucho más y a la vez totalmente distinto de lo que por caritas, como virtud teologal y ascética, se ha entendido siempre. Al reflexionar sobre esto, nadie se podrá extrañar de que Karl Jaspers contraponga caritas a amor, y que pueda hablar de una caritas sin amor".
El análisis conceptual de caritas puede conducirnos a considerar ilegítimo la inversión de los términos de Ef 4,15, porque la epístola paulina está pensando en el amor amplio y generoso, ágape, y no en la caridad, que somete lo amado a cálculo, valor y apreciación. Intentaremos pronto, en nuevos posts, extraer las consecuencias de esta idea.
.
Seguiré con interés tus entradas sobre la encíclica, me ha gustado mucho el análisis previo que haces de ella.
ResponderEliminarUn abrazo
Vaya, muchas gracias, mi Capitán, por este comentario madrugador. Espero darle continuidad al comentario.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo también lo espero, con menos pasión que Capitán, ni estabilidad es más crítica.
ResponderEliminarPrometido.
ResponderEliminarTengo entendido que el Papa escribe en alemán. En este idioma existen términos diferentes para amor-die Liebe- y para caridad, para la que hay unos ocho o nueve vocablos que me consten.
ResponderEliminarEs de presuponer que el Papa se refiera al amor en un sentido más amplio que el concepto más restrictivo en alemán de caridad.
Por otra parte , este tema ya lo toca en el libro " Jesus von Nazaret" con una exquisitez e inteligencia admirables. Algunos conceptos que recuerdo como máximas era, p.e., la explicación de por qué fracasaban todos los planes que el primer mundo aplica al tercer mundo con el fin de paliar la miseria: la falta de amor a Dios, y por ende, al prójimo.
Saludos más que cordiales
Muchas gracias, Morgenrot.
ResponderEliminarEs seguro que el Papa la ha pensado y escrito (quiero suponer que en esbozo) en alemán, donde Liebe (el vocablo utilizado en la versión alemana de la encíclica) es polivalente. Pero ya sabes que yo no sé alemán.
También hay que saber que la encíclica es obra de un gabinete de colaboradores (como los antiguos talleres de pintura y escultura, en que el maestro se limitaba a dar el toque final).
Un saludo también para tí.
1º.- No, no hay "un golpe de timón a la manera de entender el magisterio social de la Iglesia", sino lo siguiente:
ResponderEliminar"10. A más de cuarenta años de su publicación, la relectura de la Populorum progressio insta a permanecer fieles a su mensaje de caridad y de verdad, considerándolo en el ámbito del magisterio específico de Pablo VI y, más en general, dentro de la tradición de la doctrina social de la Iglesia. Se han de valorar después los diversos términos en que hoy, a diferencia de entonces, se plantea el problema del desarrollo. El punto de vista correcto, por tanto, es el de la Tradición de la fe apostólica[13], patrimonio antiguo y nuevo, fuera del cual la Populorum progressio sería un documento sin raíces y las cuestiones sobre el desarrollo se reducirían únicamente a datos sociológicos."
2º.- "Lo mismo habría que decir de la anticuada traducción castellana de Nácar y Colunga, más servil con la versión latina que fiel al original griego". Creo que hace usted uso de un prejuicio.
3º.- "Es posible que no nos ayude en la comprensión de la Caritas in veritate enterarnos de en qué lengua haya podido ser pensada primero" ¿Antepone la psicología al método científico? Es un presupuesto a partir del cual, podemos deducir cualquier cosa.
4º.- "La etimología es dato necesario para entender el recto sentido de afirmaciones importantes de la encíclica". En el punto 1º de este comentario, el Papa dice otra cosa: el punto de partida es la Tradición. Y lo que dice la Iglesia sobre lo que significa la palabra Caritas. Si aceptáramos sus presupuestos, entonces ¿qué pasaría con la teología trinitaria y su "prosopón/hypóstasis" (griego) y "persona" (latín)?
5º.- ¿Piensa que es legítimo utilizar a Empédocles, o al paganimos en general, como elemento de control de la fe?
ResponderEliminar6º.- "La caridad, como la justicia y el bien, supone medir la utilidad y tiene más que ver con el cálculo económico que con el amor amplio y generoso". ¿Supone medir la utilidad? Concepto extraño para la interpretación de Santo Tomás, ¿no cree?
7º.- La doctrina católica enseña que el amor incluye la obediencia a la ley y modela la voluntad sobre el orden de la ley. Las palabras de Cristo en Juan 14, 15, son irrefragables: «Si diligitis me, mandata mea servate [Si me amáis, con-servaréis mis mandamientos]».
El amor no deroga la ley, sino que la cumple, como metafísicamente la voluntad supone el intelecto.
En el Infinito el Espíritu Santo procede del Verbo y en la cria-tura espiritual la voluntad del intelecto, luego la negación de esa procesión supone la absorción de la ley en el amor.
Isaac, acuso recibo de tus comentarios. Permíteme que me tome un tiempo para estudiarlos, para no contestar a la ligera.
ResponderEliminarJoaquín: espero que sepa interpretar mis comentarios, porque me han salido algo "ásperos".
ResponderEliminarEn el mundo de las bitácoras, uno no sabe si está disputando o batiéndose en duelo.
Un abrazo.
Isaac, me lo tomo como una disputa medieval...
ResponderEliminarUn abrazo (en Xto.)
Ahora sí que te contesto más largo y tendido, Isaac. Antes de nada, no pretendo defender numantinamente mis ideas, sino aclararlas. En principio, no debería contestar a ningún comentario, porque se trata de que cada uno exponga sus ideas. Las de los comentaristas las valoro muy por lo alto, porque me ayudan a corregir errores. Y sin más preámbulos, y por orden:
ResponderEliminar1. "Golpe de timón" parece una expresión exagerada. Pero así formulo MI hipótesis, destinada a prueba en próximos posts, de que Benedicto XVI ha dado una nueva orientación a la DSI.
2. Cierto que puedo tener un prejuicio con la Nácar Colunga, porque no me parece fiel al original griego, sino más bien a la Vulgata. Lo he comentado aquí en otra ocasión.
3. Cierto que las interpretaciones psicologizantes son peligrosas. Tan sólo apunto que, para una interpretación fina, fundada en la literalidad del texto, es importante establecer cuál es la lengua fuente. Parece que el alemán.
4. En teología, pasa algo análogo a la filosofía, en la medida en que se hayan podido perpetuar usos terminológicos que, por derivación del uso, ya no son fieles al sentido originario. Planteo la duda de si la Tradición puede ser contraria a las fuentes.
5. No tomo a Empédocles como "elemento de control de la fe", sino como argumento que valida que nuestra fe conviene con algo que intuían o vislumbraban los antiguos. Santo Tomás de Aquino (no pretendo compararme) hacía otro tanto, invocando a Platón y Aristóteles, o a los filósofos judíos y árabes, como autoridades.
6. Santo Tomás, como buen aristotélico, introduce consideraciones métricas en sus tratados morales. Tal vez tenga ocasión de exponerlo más adelante.
7. Nada que decir, por ahora. Aunque es cuestión (la relación del amor con la verdad) que espero ir debatiendo más adelante, por extenso.
Gracias de nuevo, Isaac, por darme motivo a la reflexión.