El axioma 'no hay enfermedades, hay enfermos' reclama tratar a cada paciente como un caso único, y prestar atención con preferencia a la persona antes que a los signos de la enfermedad. También obliga a no reducir el paciente al caso de la enfermedad. El riesgo de los manuales y catálogos de trastornos, como el DSM-IV-TR, es interpretar que clasificasen a los pacientes, por ejemplo, en 'depresivos', 'esquizoides', etc., cuando tan sólo pretenden poner orden en las entidades clínicas (los signos de la enfermedad) que se atribuyen a un paciente con una historia detrás. El objeto del manual es la enfermedad; pero el médico atiende, no a una enfermedad, sino a una persona que sucede que está enferma. Las tradiciones antiguas, fundadas en el zodiaco (y ahora en el eneagrama) o en los humores marcha en sentido opuesto, pretendiendo fijar y reducir los pacientes a sus signos zodiacales o a sus tipos caracteriales. No son precisamente estas artes antiguas terapias liberadoras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario